El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 2. ERES IMPOSIBLE DAKKS (PARTE II)

― Lo que suponía... ―escuché a Miriam decir mientras asomaba la cabeza al interior de nuestra habitación, yo estaba fuera, mordí distraídamente una ciruela en lo alto de las escaleras contemplando la escena de primeras, con cierta diversión. Sacó la cabeza un momento y le gritó a Amy, que salía del baño frotando delicadamente su pelo húmedo con una toalla― aún están en pijama... ―le dijo riéndose― creo que alguien va a hacer tarde ―canturreó alegremente dirigiéndose una vez más a Noko y Luca que estaban aún dentro de la habitación― ... y el que no esté en la puerta a las ocho menos cuarto se va a la Escuela en bici, ya oísteis a Alan, daos prisa -terminó juntando sus manos a modo de plegaria.

Cerró la puerta y las dos me vieron en las escaleras, perfectamente vestido, y atareado con mi desayuno.

― ¿Ves? ―le dijo Miriam a Amy sonriente mientras me señalaba― así da gusto, a Elías nadie le tiene que decir lo que tiene que hacer.

―Me las apaño solito ―repuse dándome cuenta de que había acabado con la ciruela. Como no me apetecía ir en busca del cubo de basura, que todavía no había logrado encontrar, hice desaparecer el hueso delante de las chicas.

Me miraron asombradas. Miriam rompió a reír con cara de, no tiene remedio, y entró a la habitación.

―Algún día me tendrás que explicar cómo haces eso... ―terció Amy abriendo los ojos como si acabase de ver un fantasma y éste le sugiriese algo cómico. Extraña perspectiva.

Me encogí de hombros y le devolví la sonrisa con la seguridad que me caracterizaba.

―Un mago nunca desvela sus secretos ―contesté con sencillez.

Rompió a reír mientras se adentraba en la habitación negando rotundamente con su pequeña cabecita. Su rostro asomó por el marco de la puerta enmarcado por el pelo húmedo despeinado que pendía con gracia en el aire, y me dedicó una amplia sonrisa que no preludiaba lo que diría a continuación.

―Eres imposible, Dakks.

Fingí una reverencia conteniendo la risa. Y me dispuse a bajar las escaleras para esperarlos a todos en el porche. Me gusta el olor de la hierba y la madera húmeda al punto de la mañana, más que estar encerrado. Entonces era lo único que me recordaba a casa.

Apenas me senté en el porche, Alan entraba por la puerta principal.

Siempre me había tratado bien, y también adoraba mis trucos de magia, pero desde el principio algo en mí asumió que Alan era un genio no por nada especial, sino porque había aprendido en la universidad de la vida, y era difícil colarle las cosas. Por eso era la persona ideal en el pueblo, al margen de por su don de gentes y el hecho de que conocía a la perfección, no solo esa zona, sino su país, para supervisar las vivencias y desatinos de cinco chavales tan peculiares, que necesitaban tener una vida normal y al mismo tiempo conjugarla con dar rienda suelta a sus actividades. Era un genio, porque desde el minuto uno pude percibir que veía algo en mí que no le casaba con mi perfil. Y, pese a todo, me trató como uno más. No obstante, sabía que mientras pudiera, lo mantendría alejado de mi secreto, solo por si acaso.

― ¿Y estos vagos dónde están? ―me preguntó alegremente― ¿No han terminado de vestirse?

Negué con la cabeza.

Sonrió y se adentró un momento en el salón. Le escuché gritar que el que no estuviese en la puerta en los cuatro minutos siguientes se iría hasta Sídney en bici. En ese momento nadie se lo creyó, pero, no mucho tiempo después, Luca tuvo la oportunidad de descubrir que las amenazas de Alan nunca eran en vano.

Salió y se dirigió de nuevo al coche.

―Merecerías un premio a la puntualidad, Dakks ―admitió entre satisfecho y sorprendido―. Espero que se les pegue algo a los demás.

Reí para mis adentros y dejé escapar esa media sonrisa de quien sabe que por de pronto se comporta, pero solo porque aún no tiene nada mejor que hacer. Hice un gesto que había aprendido viendo algunas películas y series de Pangea, lo tengo entendido como un ademán de camaradería, extendí mi mano con la palma hacia afuera y junté índice y corazón, y por otro lado anular y meñique. Tengo entendido que es una fórmula de ¿paz? Algo por el estilo, supongo. Alan se marchó riendo, de modo que no estaría tan mal empleado.

Cuatro minutos después, y más de puro milagro que otra cosa, estábamos todos en la vieja furgoneta de Alan, digna de un desfile de hippies.

No se demoró en arrancar, a diferencia de la conversación, a la que le costó lo suyo abrirse un pequeño hueco entre el silencio.

―Necesito que me echéis un cable, chicos ―suspiró Amy finalmente. Su nerviosismo creía a medida que nos acercábamos a la ciudad. No le gusta mucho la gente, eso ya lo sabíamos― Ya sabéis que no se me da demasiado bien la gente y, bueno, no me dejéis hacer el ridículo, ¿Vale? ―imploró tratando de sonar más divertida que nerviosa, aunque no terminó de funcionar.

―No te preocupes Amy, el primer día solo hacen el ridículo los profes ―se rio Luca― ...o, mejor dicho, solo el tutor que nos toque y depende qué tipo de instituto sea, la directora.



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En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

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