El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 4. LA CERRAZÓN DE ADAMAHY KENNETH (PARTE III)

Tomé aire.

Profundo.

Mis peores sospechas se habían confirmado y Galius estaba conforme con mi hipótesis, lo cual, sin que me cupiera duda, la convertía en certeza.

Había logrado reunir a Luca y Amy en el viejo desván para una intervención de circunstancias más que necesaria. Sicilia ya estaba al corriente de a qué nos enfrentábamos, no así Amy, quien, por el momento, no estaba al corriente de nada.

― ¿Y bien? ―preguntó sentándose en una vieja y destartalada mesa que se apilaba a un lado de la enorme sala junto a varios baúles polvorientos y un viejo piano de cola que Amy había liberado del paso de los años y arreglado poco a poco desde que estábamos allí para poder subir a tocar de vez en cuando.

La luz del atardecer entraba por los ventanales y se escuchaba el viento golpear las carcomidas maderas de las cerchas del tejado.

― ¿Y bien qué? ―tercié sorprendido.

― ¿Para qué tanto secretismo? ―espetó, inquieta, mirándome todavía sin comprender lo más mínimo a qué se estaba enfrentando― ¿Se puede saber a qué narices "nos enfrentamos"? ―Terminó matizando aquel nos enfrentamos con un leve, o no tan leve, deje de sarcasmo mal disimulado, sin duda fruto de la incertidumbre.

Luca y yo intercambiamos una mirada de circunstancias. Él asintió con seriedad.

Quizás no estaba preparada, pero era el momento.

―Es un Licántropo, Amy ―tercié con convicción. Contundente y directo, como hay que ser en estas ocasiones―. Y para nuestra desgracia, ya no tengo dudas ―afirmé en rotundo.

Sus ojos se abrieron de par en par por un instante.

― ¿¡Un hombre lobo!? ―Estalló, acto seguido, en carcajadas y todavía sin salir de su asombro.

Pasó un tiempo provincial, pero no dejó de reírse.

Acababa de descubrir uno de los rasgos más fehacientes de su carácter. Cuando Amy está nerviosa, es incapaz de parar de reír.

―Eso es, un licántropo ―me reafirmé manteniendo mi convicción, expectante por su reacción en cuanto fue capaz de dejar de reírse de mi―. Pero no me gustaría que todo el mundo se enterase de que merodea por los alrededores. Aunque sea un pueblo pequeño, está muy cerca de Sídney, y podría cundir el pánico.

Luca sonrió mirándome y negando con la cabeza.

―Dakks, piensa que, aunque se enterasen, primero tendrían que creerlo. Y la gente, para vuestra desgracia, todavía es absurdamente estrecha de mente de cara a según qué cosas.

―Ya ―admití con cierto pesar arqueando las cejas y dejándome caer sobre otra mesa apilada en el extremo opuesto de la habitación―. Y dado lo tozudos que sois los humanos para lo que queréis, lo veo un tanto improbable.

Amy volvió a reír, mirándome con absoluta incredulidad y las cejas también alzadas.

Sonreía de oreja a oreja, pero algo estaba claro. No creía ni una palabra de lo que acababa de escuchar.

― ¿Sois los humanos? ―preguntó riéndose― Elías Dakks, ¿Quieres hacer el favor de decirme en qué parte de esta conversación me he perdido?

Luca se sentó al lado de Amy en ese momento y golpeó cuidadosamente dando una palmada cariñosa en su muslo.

―Escucha con atención, porque lo que va a decir es fuerte ―se adelantó mirándola con comprensión―, pero es real. Créeme, porque yo lo he visto con estos ojos.

―En serio ―repuso ella mirándome algo asustada esta vez― ...no sé qué pretendéis con esto, pero como broma ya es suficiente, ¿No creéis?

Iba a seguir hablando, pero finalmente me hice con el control de la habitación.

―No estoy aquí por ser ningún genio, Amy ―admití directamente―. Yo llegué hasta aquí por ser el mejor cazador de mi generación. No soy ningún ilusionista, ni soy listo, ni nada que se le parezca. No soy bueno en ninguna de las cosas que para vosotros vuelven genio a una persona. Solo soy un cazador.

―O, como me dijiste a mí en su día, una jodida máquina de matar ―añadió Luca orgulloso, parafraseando la conversación que tuve con él en su momento.

Amy rompió a reír, una vez más.

―Vamos, esto no está pasando. Chicos. Suficiente por hoy ―dijo casi llorando de la risa. Se dispuso a levantarse, y Luca no pudo agarrarla.

Habría que pasar a la práctica.

Me desmaterialicé y aparecí justo frente a ella en las escaleras que bajaban del desván. Ella frenó en seco, y sus ojos me miraron desorbitados.

― ¿Qué...?, ¿Cómo...?

―No es ilusionismo, Amy ―dije con seriedad― es magia.

Me miró, ahora más indignada que otra cosa.

―La magia de las películas, Elías, no existe. Y si así lo crees, estás completamente chalado.

―Nadie ha hablado de la magia de las películas, Amy. Te aseguro que esto, no se parece en nada a ninguna película que hayas visto. Principalmente porque esta película no conoce finales felices ―admití.

―Déjame salir, Dakks ―dijo ahora enfadada.



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En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

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