El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 4. SÉ TU SECRETO (PARTE VIII)

Os pongo en situación.

Era jueves. Iban dos noches sin dormir, patrullando por las calles en busca de cualquier indicio de licántropo que pudiese encontrar en el camino, en guardia por si aparecía en cualquier momento, y desesperado por no tener ni idea de quién podía ser el converso, pero con la certeza inexplicable de tenerlo a tiro de piedra.

Galius estaba al corriente de todo, e igual de asustado que yo, lo cual no me tranquilizaba. Nada en absoluto.

Oficialmente podía decir, ahora sí, que ya no podía ni con mi vida. Yo, que soy de no dormir y estar tan campante.

Me dormía por las esquinas, remando en la tabla de surf en el único rato libre que Luca y yo habíamos sacado para pisar la playa en toda la semana. Lo hacía mal todo, los ejercicios de las clases, los de las lecciones en los ministerios, el trabajo para Galius, la patrulla por el cementerio local cada noche...

No podía seguir así, y, sin embargo, así tenía que seguir.

Todavía sería luna llena esa noche, y no podía fingir que no teníamos un problema. Dado que, obviamente, lo teníamos, y era bien gordo.

Había tomado la determinación de no ir a la fiesta el viernes, porque una cuarta noche sin dormir iba a ser demasiado --hasta para nosotros que podemos aguantar más que vosotros sin morir por falta de sueño--. Y si no había averiguado quién era el converso antes del viernes, o sea, el primer día después del plenilunio, noche en que el paria comenzaría con su llamada, y el converso ya vería difícil ofrecer resistencia, posiblemente ya no podría hacer nada para ayudarle, y el paria habría conseguido ampliar su manada.

Vamos, un lío de la leche, porque aquí y en el sexto confín del mundo, dos matan mejor que uno, eso está claro.

En eso pensaba yo mientras me quedaba dormido bajo la ducha, de pie, justo después de fingir que me había levantado a la vez que todos cuando lo que acababa de pasar es que había llegado a casa hacía quince minutos, tras otra noche sin dormir.

No me habría despertado, la verdad, de no ser por los gritos de Luca aporreando la puerta porque todavía no se había duchado... y yo, sin ser consciente, había doblado mi tiempo para ducharme.

― ¡Elías, tu puta mierda, que llegamos tarde, y todavía me tengo que duchar! ―gritó la voz de Noko con su extraño acento japonés golpeando al otro lado de la puerta como si en ello le fuera la vida― ¡Por tu madre abre la puta puerta!

Entonces una vocecilla dentro de mí dijo... Elías, te has dormido en la ducha.

Pues sí, uno de los sitios más extraños en donde he llegado a dormirme.

Salí corriendo, tropezando con la mampara de la ducha y cayendo de rodillas al suelo, me puse lo primero que pillé, o sea, mi toalla de la playa mojada, llena de salitre y arena... la ducha a la mierda.

Y abrí la puerta lo más deprisa que pude.

― ¿Se puede saber qué cojones haces con tu vida, Elías?, llevo 10 minutos aporreando la maldita puerta... Ostias, ¿Y esa cara de sueño? ―preguntó Noko asombrado al verme.

"Si tú supieras" una vez más.

―He tenido una pesadilla tras otra esta noche, no he dormido bien ---Inventé.

―Nada peor que un mal mentiroso ―Se burló Luca, que pasaba entonces por el pasillo.

Le saqué el dedo entonando mi media sonrisa de cabrón, verás cuando te agarre del cuello, y él bajó las escaleras riéndose.

Aquel día, por tercer día consecutivo, tocaba gimnasia, porque la profesora de dibujo le había pedido un intercambio a la sargento ya que no podía venir ese jueves, así que... a darlo todo jugando al fútbol, una de las cosas que peor se me ha dado en la historia, dado que en mi dimensión no existe, no tenemos tiempo para andar corriendo tras una pelota, y el tiempo que tenemos lo gastamos en emborracharnos y hacer locuras de verdad, que algún día cuando vayamos a morir, podamos recordar con una sonrisa en los labios, y contemplar con orgullo cuando se cierren nuestros ojos.

Juego mal. Esa era la cosa.

Y bueno, aquel día asistí a una de las clases de gimnasia más sorprendentes que haya presenciado; 1) Me hicieron capitán del equipo que me tocó ―lo que nunca pasaba porque en mi clase éramos muchos chicos, y la mayoría jugaban mejor que yo―. 2) Estaba tan dormido que no veía ni lo que tenía delante, y mi cabeza ―o lo que quedaba de ella porque por lo menos la otra mitad se había quedado en la ducha durmiendo― estaba en otra parte, muy lejos de allí, en algún lugar donde las bestias salvajes se alían para destruir a la raza humana y calmar su sed. Por consiguiente, no di pie con bola ―jamás antes mejor dicho que en este preciso instante―. Y 3) Hubo alguien que juega todavía peor que yo de normal, y aquel día dio una magistral lección de fútbol haciendo cosas increíbles... cosas que ningún futbolista que haya pasado a la historia por gran futbolista, ha llegado a hacer en toda su maldita carrera. Y como esa persona me detestaba un poquito por aquel entonces, y, yo estaba, casi literalmente, fuera de combate... no fue mi mejor clase de educación física.

Sin embargo, aquella inesperada demostración de Jonno logró que algo hiciera clac, en mi cabeza.



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En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

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