Otra cosa rara es que los demás habían cogido el bus anterior, y no nos habían esperado, ni a Amy ni a mí, a ninguno de los dos. Siempre que hemos tenido que coger el bus nos esperamos, pero no, ese día no. Y ¿Por qué no?
No podían estar enfadados, no había hecho nada malo, no le había gritado a nadie ―vale, casi nunca le grito a nadie― tampoco había desteñido ninguna colada, ni limpiado los cristales con insecticida... ni en general ninguna de las cosas que acostumbran a poner negros a los humanos y yo considero valientes gilipolleces.
― ¿Y qué pasa hoy con esta gente, si puede saberse? ―pregunté algo molesto.
―Nada ―dijo Amy con tranquilidad―. No sé, tendrían mucha hambre hoy o algo así.
― Como si nosotros no tuviéramos hambre.
― ¿Ya verdad?, aún tendremos que echarles la bronca y todo ―Sonrió―. Espero que no empiecen a hacerlo muy a menudo.
Así llegamos a casa, inmersos en un pequeño silencio de esos que no necesitan palabras para colmatarse.
Pero para entonces todo encajó.
En el porche, frente al viejo jardín, me esperaban todos agolpados bajo una enorme pancarta con un dibujo muy chulo de una caricatura mía luchando contra un demonio, en la que a su vez podía leerse;
"FELICES 17 CAZADOR DE MONSTRUOS, SALVADOR DE GENIOS Y DEMÁS FAUNA AUTÓCTONA"
Todos empezaron a gritar y saltaron encima de mí, la primera fue Amy que me dio un abrazo estrangulador de esos que siendo como yo se hacen muy extraños, pero reconfortan aun cuando cada parte de ti duele como el demonio.
― ¿Qué cojones? ―fue todo lo que pude decir, sin dar crédito a lo que acababa de encontrarme.
Soy cazador. Estas cosas no nos pasan.
―Felicidades, desgraciado ―saltó Luca, riéndose y dándome un abrazo ¡Otro abrazo! ¡Señor, qué manía tienen los humanos con tocarse! Aunque no está de más admitir que cuando te acostumbras uno de vez en cuando sienta bien―. Con la que se lió ayer nos llevamos un buen susto. Imagínate que llega a matarte, y nosotros con todo esto para desplegar. Anoche estaba montado en el cuarto, por eso no te dejamos subir a dormir.
―Habría sido una desgracia ―exageró Noko de forma jocosa― habría tocado a más tarta por cabeza todavía... puntualizo el "todavía" porque hay mucha.
― ¿Qué pena verdad? ―Me reí― Desgraciadamente estoy aquí, y... a todo esto, ¿Cómo sabíais que era mi cumpleaños si yo nunca lo he mencionado?
― ¿De verdad pensabas que nos la darías con queso? ―se rio Miriam, expresión castiza donde las haya―, ¿Para qué sirve Alan entonces?
Todos reímos.
― ¿Y lo de "salvador de genios"? ―pregunté ahora sonriente, yo, que era tan serio, con la mirada fija en aquel cartel, todavía sin dar crédito.
―No sé, sonaba gracioso ―admitió Noko― y el dibujo de Luca es una pasada... para algo tenía que servir.
―Gilipollas ―se defendió éste de broma. La lengua de Noko salió en respuesta y una carcajada volvió a llenar el lugar.
―Una jodida pasada ―admití, sonriendo una vez más, ahora casi inconscientemente.
Todos quedaron encantados, porque habían conseguido sorprenderme por primera vez desde que nos conocíamos.
―Me muero de hambre, por cierto ―añadí.
****
Aquella tarde Alan nos desveló su plan secreto.
Era nuestra última noche allí antes de volver por vacaciones a casa. No podía creerme que fuese a ver a mi familia de nuevo. Solo pensar en cuanto les había extrañado durante aquel tiempo me daba para escribir el Quijote, como dirían en España ―en su lugar queda esta valiente bazofia, no es muy alentador, pero algo es algo―, para ser honestos aún recordaba aquellos tiempos en que había sido ficticiamente español, no hacía tanto. Quizás algún día la conoceré. Quién sabe. La Bella España. Aunque ahora queda muy lejos, y eso todavía no nos atañe.
Para celebrar nuestras brillantes calificaciones ordinarias de genios ―y mis aprobados de no genio, pero tampoco mediocre más los consiguientes sobresalientes en lo que me competía que era lo que me hacía parecer un genio―, agarró la vieja caravana, nos hizo coger los sacos de dormir, y se nos llevó al parador, en medio de frondoso bosque de enormes árboles, cercano a una pequeña cala rocosa. Era un camping bastante olvidado de la mano del turismo, un enclave predilecto para toda mente que viajase en busca de belleza.
Desde luego, era muy bello. Lo más hermoso que había visto de Pangea ―no diré que nada comparable con el Salvaje Norte... callaré porque parezco un puto pedante, aunque quizás lo sea, pero no es del todo mi culpa, es lo que las circunstancias y el vivir rodeado de genios ha terminado por inculcarme―.
Agradecí estar allí.
Cada cumpleaños es especial para nosotros. Para los cazadores. Es especial, porque no sabes si realmente será el último. Es especial porque nunca volverás a estar tan lejos del momento en el que todo termine. Nunca serás tan joven ni valiente, ni idealista. Porque cada día y cada batalla te rompen. Te alejan de lo que eres, y de lo que buscas ser, convirtiéndote en algo que no querías ser, y al mismo tiempo te hace sentirte orgulloso. Pero tienes miedo. Y en ese día tan especial, es como si el miedo pesase un poco menos. Menos que la alegría que te invade cuando piensas que has vivido un año más de lo que creías posible. Que has vivido un año más, por todas las personas que ya no viven, pero sí viven en ti. Porque os puedo asegurar que he visto partir a muchas personas que amaba... y guardo en mí la responsabilidad de vivir por todo lo que ellos no verán. De vivir por mí, y también por ellos.