El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 6. AQUEL ¿Y POR QUÉ NO? (PARTE III)

― ¿Te das cuenta de lo que has hecho? ―preguntó Han, el novio de Anet, riéndose, después del entrenamiento unos días después, mientras nos cambiábamos en los vestuarios― Ha sido bestial, le has reventado la cabeza de una patada.

Me reí.

Una de mis mejores jugadas. A esas alturas no quedaba demonio que se me resistiera, desde luego.

―Ya se lo dije a mis compañeros de piso cuando descubrieron mi secreto: no estoy aquí por ser ningún genio, solo por ser una máquina de matar ―Terminé por ponerme las botas de cordones y agarré mi chamarra de entretiempo verde oscura. Así vestido parecía lo que los humanos llamarían, un punkarra. Cabeza medio rapada, dilataciones en las orejas, mi oráculo tatuado en el brazo, camiseta oscura, pantalones desgastados y botas de cordones... me observé por un instante. No estaba mal. No sabía qué habría podido ver Amy en ese gilipollas. Solo sabía que tenía que comportarme. Y eso era lo que estaba haciendo: evitarla.

¿Evitar a alguien es comportarte como una persona madura?, seguro que alguno habrá pensado la respuesta a esta pregunta... supongo que no, pero nosotros también tenemos derecho a ser inmaduros y prefiero ignorar lo que me duele a enfrentarlo, ya tengo que enfrentar demasiadas cosas todos los días... un corazón encogido no me ayuda.

En las últimas dos semanas había pasado más bien poco por casa. Lo que viene siendo dormir y ya está. Y ni qué digamos de quedar con los demás. Solo salía de vez en cuando con Noko y Luca a una noche de chicos y unas birras de extranjis en el único bar del pueblo que nos servía alcohol. En clase aguantaba, lo que era capaz, porque admito que me había estado pirando algunas horas últimamente. No me interesaba mucho de normal lo que los humanos tuvieran que decir sobre el mundo, mucho menos en esas circunstancias en las que tenía que ver a Amy y el mero hecho de estar con ella en una habitación y olerla ―sí, para oler a la muerte, imaginad el maldito olfato que tenemos―, era demasiado para mí.

― ¿Te vendrás a por unas cañas? ―preguntó Han mientras salíamos de los vestuarios enfilando el pasillo hacia los ascensores para salir de los ministerios y disfrutar de la inmensa ciudad de Mok― Vamos a estar todos.

Por todos entendemos a los cuatro o cinco pirados a los que el oráculo había desgraciado con la idea de seguir estudiando y que, desde los ministerios, habíamos sido considerados aptos para llegar al cuerpo de rastreadores.

Nada mejor para vivir feliz que compartir desgracias. Así que, ¿Por qué no? Era viernes, y no se me había perdido nada en casa.

―Claro, ¿Por qué no?

... y esta es la breve historia de cómo aquel por qué no, se convirtió en acabar en una cala a las orillas del río Loco ―que, como los ochos ríos sagrados que dividen en distritos la ciudad de Mok y se pierden en las Cataratas de Korn, que se dirigen al centro de la tierra desde el exacto centro geográfico de la urbe y nadie sabe a dónde devuelven el agua, porque son cauces fluviales que avanza desde el mar adentrándose en la tierra―, completamente borrachos y al alrededor una hoguera.

―En serio, me tengo que ir ―dije intentando para de reír después de una media hora tras la que ya no recordaba ni por qué me reía. No dudéis, por descontado, que el alcohol consumido aglutinaba más estupefacientes―. Son las cuatro de la mañana y no he vuelto a casa, ¡Alan va a matarme!

― "Alan va a matarme" ―Se burló Anet, igual de borracha que yo― ¿Qué te da más miedo un demonio Fario o Alan?

Me reí.

―Alan, no lo dudes, al fario lo puedo estrangular con su propia cola ―me burlé.

Después me levanté y agarré mi mochila.

― ¡Pero repetimos la semana que viene!, ¡No hay excusas! ―culminó Han.

―Propongo algo mejor ―aventuré― la semana que viene vamos así a los entrenamientos, empieza a aburrirme lo de matar demonios a palo seco, hay que ponerle más emoción al asunto.

Todos rompimos a reír.

―Me gusta como piensas ―admitió Anet.

―Ala, a más ver ―me despedí con un gesto de la mano y me dispuse a enfilar una larga vuelta a casa, que se produjo exactamente a las 5:05 de la madrugada del viernes al sábado.

Solo rezaba por no encontrar a Alan llamando a la policía o algo parecido. Me llevé una grata sorpresa al entrar al salón, lo admito. No era la mejor de las posibilidades, pero tampoco era Alan castigándome sin salir hasta el día del Juicio Final ―sí, soy gilipollas, no le temo a los demonios, pero sí a los castigos de Alan porque limitarían de forma tremenda mi mierda de existencia―.

― ¿Dónde te has metido? ―para mi suerte quien preguntó fue Miriam, tan pronto me vio a parecer por la puerta. Era la única que seguía despierta, estaba en el salón viendo la tele un rato, con el pijama y las gafas puestas.

Me senté en el sofá con ella. Completa y absolutamente borracho.

―La reunión se alargó más de lo que pensaba ―inventé―. Van a cambiar parte del temario de los exámenes de ciudadanía. Los tenemos que preparar desde ya, así que nos convenía bastante saber cuáles eran los cambios exactos.



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En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

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