Eyid pretende que supla el puesto de mi tía Izzy y aunque lo dijo a modo de petición sonó como una orden, como aún no tengo la mayoría de edad no puede obligarme, todo depende de si yo acepto, la verdad ¿Cómo podría aceptarlo? No sé de qué me habla ni de la función que puedo ejercer ¿por qué sería útil en medio de esta guerra? Ni siquiera estoy segura de ser tan poderosa como él dice que soy.
Regreso de nuevo al hospital para que curen mis heridas, después de eso podré regresar al refugio, mis abuelos nos han comprado un lugar e intercedido para que nos aceptasen, mamá ya no está cohibida de hablar conmigo, resulta que Eyid lanzó un encantamiento sobre ella para que no me contase su propuesta.
—No aceptes Helia — me decía mamá cuando íbamos a ingresar al hospital — Pronto estaremos todos juntos en el refugio.
Me senté sobre una camilla, la enfermera empezó a aplicarme un líquido amarillo en todas mis heridas, al principio ardía pero luego una sensación de frescura invadía la herida.
—¿Por qué no quieres que acepte? ¿Qué es lo que pasa? No lo entiendo— hablé a mi madre pero antes de que ella respondiera el ruido de disparos nos sobresaltó.
¡Nos atacan! gritaba alguien, todos empezaron a correr, mamá me tomó del brazo y me llevó afuera del hospital, en la calle todos corrían, los guardianes abrían fuego hacia los retenidos que se habían colado en la ciudad, aquí era mucho peor que en territorio humano, los retenidos no estaban solos, a su lado peleaban demonios a quien solos les hacían frente brujas y magos.
—¡Vamos! , de prisa — mamá empezó a correr sacando de su cintura un arma y empezó a disparar a cuanto retenido se nos ponía al frente.
Pronto estuvimos en el bosque, dejando atrás todo aquel desastre, en medio de los árboles un grupo de guardianes nos esperaban, uno de ellos pronunció una palabra inaudible y enseguida una pequeña puerta que antes no estaba se abrió.
—El refugio está oculto, solo un mago puro puede abrir sus puertas — me explicó mamá antes de que pudiera preguntar.
—Pero, quien la abrió era solo un guardián— le dije.
—Era un mago vestido de guardián, hoy en día todos luchan.
—Mamá, ¿por qué no me explicas? — no lograba entender.
Habían muchas personas, la mayoría concentrada afuera de pequeñas casas, parece un pueblo chico, logré distinguir varios rostros familiares, casi todos de clase alta.
Mike apareció con los ojos tristes, me abrazó y me dijo cuanto me había extrañado, Gabriel estaba con él.
—Aquí es aburridísimo y afuera es peligroso, ya no se ni que es peor— dijo Mike molesto.
Mamá se retiró con mi padre, podía observar que discutían, Mike fue tras ellos, Gabriel aprovecho para apartarme del resto del refugio.
—¿Qué te dijo? — preguntó Gabriel una vez estuvimos distanciados del resto.
Apoyo mi espalda sobre el tronco de una árbol, Gab se veía mejor que antes, se había recuperado completamente, llevaba camiseta negra y Jean oscuro, aún no se recortaba el cabello, puedo decir que incluso parece un poco mayor.
Era difícil ocultarle mis pensamientos a Gabriel, después de tantos años de amistad nos conocemos tan bien que es inevitable no involucrarse en los problemas del otro, me desahogué con Gab, me desahogué con mi mejor amigo, me desahogué con el chico que me gustaba, con el chico al que quería, quizá con su ayuda podría encontrarle explicación a todo esto y saber qué hacer.
—Entonces… ¿puedes ver mi futuro? — dijo mientras me extendía la palma de su mano.
—¡Tonto!— reí y aparté su mano.
Se hizo un silencio incomodo, Gabriel me miraba mientras sonreía.
—Lia— dijo—. Sabes que siempre estaré para ti ¿verdad?
Asentí —Y yo para ti— agregué.
Gabriel sacó un pequeño libro color dorado de detrás de su camiseta y me lo extendió.
—¿Qué es? — le pregunté tomando el libro, su portada era color dorado y parecía ser muy viejo.
—Léelo, quizá ayude en algo— fue su respuesta.
—¿De dónde lo sacaste?
—Lo tomé prestado—. Gab se encogió de hombros y sonrió —. Lia, he estado pensando en algo—. Dijo con seriedad.