No me lo podía creer, o más bien sí, solo que no lograba digerirlo muy bien. Ya había llegado la mañana y yo no lograba olvidar la escena de la noche anterior, con cada movimientos, cada imagen, cada sonido, cada risita coqueta de esa mujer metida entre los brazos de Leónidas; me resultaba difícil superar el revoltijo en mi estómago.
Y justo ella se encontraba ahí, a mi lado, aunque un paso más adelante. Esa no era precisamente la imagen que yo tenía de mi mañana de domingo, pero ya me encontraba allí y no podía refutar. Cypriam aguardaba detrás, perfectamente vestido de traje como su horrible empleo lo solicitaba; a los costados de la casa habían más hombres vigilantes pero solo pasaban de vez en cuando. Ellos eran distintos al rubio, y si me esfuerzo un poco puedo darme cuenta que no les conocía a ninguno.
De verlos en la calle no les reconocería, pues sólo deambulaban de un lado a otro por los jardines, en absoluto silencio, ni siquiera un gruñido, y me daba la impresión de que ni siquiera tenían alma.
El sol estaba siendo muy gentil, la verdad era temprano, así que sus rayos eran como caricias. Masha me hacía unos cuantos ademanes, guiándome, aunque se veía en su cara que esa lección matutina no había sido decisión suya.
«Nunca había usado una, mucho menos para matar a alguien»
Esas palabras quedaron en el pasado, ya había usado una, la usaría más a menudo de lo que me gustaría, y ya había matado a alguien, y por lo que veía, lo seguiría haciendo.
Su material pesado hacía que mis brazos dolieran un poco al intentar mantenerla mucho tiempo arriba, pero me estaba acostumbrando. Para mi suerte no era a una persona a la que le apuntábamos, no podía dejar de pensar en April Western al tener el dedo posado en el gatillo.
Masha ladeó un poco su cabeza y me miró por encima del hombro, de reojo, como si me diera una señal de aprobación, entonces apreté el gatillo y la bala salió caliente y a toda velocidad, atravesando el tronco del árbol, no era muy grueso así que eso fue muy fácil.
El impacto al salir por la boquilla me obligó a dar un paso hacia atrás. Esta pistola era diferente, mucho más grande que la anterior, mucho más potente también. Cada que una bala salía de ella, sentía como las vibraciones carcomían los huesos de todo mi cuerpo.
La pelinegra asintió en silencio una sola vez, seria. Parecía darle su aportación al tiro, pero a la vez buscaba más balas de un estuche en la silla blanca puesta sobre el césped.
Por alguna razón levanté el peligroso objeto, con ambos brazos, y mientras ella hurgaba en la cajita de cuero, la boca de mi arma fue a parar tras su cabeza. Claro que sin hacer contacto directo o entonces lo notaría.
Una media sonrisa se formó en mis labios, ganas no me faltaban de volarle el cráneo, sería tan simple como eso, solo halar el gatillo y todo dentro de su cabeza saldría disparado por su frente.
Miré hacia mi costado, y Cypriam a la distancia me negaba de forma totalmente clara y seria con la cabeza. Puse mi espalda más erguida y me preparé, estaba feliz de poder hacerlo.
A diferencia de April—que ninguna culpa tenía de nada—no sentiría remordimiento alguno de ver el agujero en la cara de Masha Biermann, aunque con la potencia que tenía el artefacto en mis manos, un agujero sería poco.
Apreté mis labios y disparé sin tapujos, un frustrante sonido metálico se manifestó y no pasó absolutamente nada. Sabía a la perfección que el cartucho estaba vacío.
. . .
Las llantas contra el asfalto de la carretera hacían una melodía relajante la verdad. Me fui a la cama tarde y fui levantada de ella muy temprano, así que la cabeza se me caía por sí sola producto del sueño. Por otro lado, el entrenamiento de puntería con la mujer de mi padre—y al parecer también de mi hermano—fue bastante agotador.
Volvíamos a estar ambos en el mismo espacio, él delante y yo detrás.
—¿A dónde vamos? —atiné a preguntar, mi vista estaba puesta sobre los bosques que pasábamos de forma veloz.
—Si te digo no querrás continuar —confesó dándome una mirada por el espejito. Sonreí un poco, por un lado estaba feliz, ya que, sentía que mi relación con Cypriam crecía, y eso era algo que no me había ocurrido antes.
—¿Acaso tengo alguna opción? —le cuestioné, pero era un hecho que no tenía decisión sobre estas cosas, más bien sobre nada.
Lo vi torcer un poco la comisura de sus labios, él sentía pena por mí, yo misma sentía pena por mí.
Se reincorporó aclarando su garganta—Iremos con River North
Me enderecé velozmente—¿Qué? ¿Por qué razón? —arrugué la frente.
Ya era suficiente con levantarme a esa hora una mañana de domingo, ver la cara de Masha como los buenos días más amargos y ahora para ubicar perfectamente la cereza sobre el pastel tenía que divisar el rostro de River North.
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Editado: 08.05.2020