Lo de anoche a pasado unas cuantas veces más, lo que me tiene tan exhausta como avergonzada, pero, simplemente es como si hubiésemos acumulado esto demasiado tiempo.
Seguido de eso, hemos estado hablando lo que ha quedado de noche, o más bien de madrugada. Sobre él, sobre su difunta esposa, sobre su familia, sobre cuando era niño―aunque me resulte increíble de creer que fue un niño una vez, como yo antes de estar metida en todo este embrollo―.
No hemos hablado demasiado de mí, él me ha visto rondar por la casa mucho antes de que se convirtiera en mi escolta, y gracias a Nikolai, sabe incluso más de lo que debería saber. También me ha dicho que conoció a mi madre y en cierto modo si recuerdo sobre eso, aunque para cuando él llegó a mi casa, ella ya estaba demasiado destrozada y justo murió en ese mismo año.
―¿Qué? ―le pregunto cuando ya tiene varios segundos mirándome al rostro, sin decir nada. Su cabello despeinado y su boca enrojecida me hacen sonrojar, simplemente por saber que soy la causante de eso.
―Nada ―murmura negando con la cabeza, para que luego se le escape una sonrisa. Pone su mano bajo mi barbilla y la eleva con tal de acercarse con lentitud y besarme en los labios.
―George, la maldita mocosa no está por ningún lado. Debió escapar a mitad de la noche... ―gruñe Laika. Cuando impacta la puerta y la abre de par en par, mi corazón salta de inmediato.
Los tres nos quedamos estáticos un segundo, aunque noto que a mi lado Cypriám se ríe apenas. Yo no sé qué hacer, más que transformarme a un rojo intenso y sostenerme del ruedo de la sabana. Laika se masajea el tabique con los ojos cerrados.
―¿Necesitas alguna cosa, hermana? ―pregunta él, mientras que ella sigue masajeándose como si acabara de sufrir un trauma importante.
Percibo que Cypriám me presiona la cadera por debajo de la sabana y tiene el rastro de una sonrisa burlona en la cara.
―¿Qué demo... ―murmura ella, pero no termina la frase, solo para elevar el rostro y mirarnos. Resopla―. Nada, creí que habías desaparecido ―confiesa, pero en dirección a mí, y niego a penas con la cabeza.
Si la situación de la cocina había sido incómoda de por sí, ésta definitivamente no tiene comparación.
―No, aquí está ella ―agrega mi escolta, pero Laika no deja de mirarme, y definitivamente quiero que deje de hacerlo.
―Sí...eso veo ―masculla más para ella que para nosotros.
Al fin vuelve a mirar a su hermano y pestañea remarcadamente como para superar la imagen de mí en ésta condición tan vergonzosa―Como sea, recuerda que tenemos cosas que hacer.
Él me ve y me medio sonríe, estoy segura de que aun tengo cara de espanto.
―No iremos a ningún lado ―le suelta sin dejar de divisarme.
―¿Qué? ―ella abre un poco más sus ojos.
―Nos quedaremos aquí, podemos dejar eso para esta noche o más tarde.
Las cejas de Laika se juntan, haciendo que su frente se arrugue un poco―Pero sabes muy bien que hoy hay cosas importantes George ―lo fulmina con la mirada, detrás, por sobre el hombro de Laika, veo llegar a Dashiell con su hijo en brazos.
Cuando se da cuenta de Cypriám y yo juntos en cama, se le emplatan mucho los ojos, pero me da un media sonrisa y me guiña uno. Necesito que la tierra me trague.
―En realidad no ―Cypriám la mira y saluda a Dashiell con un gesto con la cabeza―, todo lo importante está justo aquí. ―ella se gira para ver a su esposo y a su hijo―. Ahí están tus cosas importantes ―se ladea a verme de regreso y guarda silencio un segundo― y aquí las mías.
...
Se suponía que no volvería a dormir en mucho tiempo, pero estoy realmente molida.
Cuando abro los ojos, a diferencia de hace rato, el sol es más caliente y más brillante, lo que me hace pensar que es por lo menos medio día. Estiro mis brazos y el resto de mi cuerpo con tal de hacerme despertar en mi totalidad, mientras que me sale un enorme bostezo.
Me doy cuenta de que la cama está vacía de toda presencia aparte de mí. Mis sentidos se agudizan mientras me conecto más con mi realidad y alcanzo a escuchar el agua correr tras la puerta del baño dentro de la habitación.
Sigo totalmente desnuda, mi ropa y la suya están por todos lados, desparramadas sobre la cama, enredadas sobre la sabana y esparcida en el suelo, eso me hace sonrojar, hoy no puedo dejar de sonrojarme. Por alguna razón, me siento con una neblina de éxtasis que no termina, me siento confiada, con las mejillas constantemente calientes y siento que el corazón me palpita en el pecho; pero son palpitaciones tibias, distintas a los latidos que siempre están allí, a veces desapercibidos y a veces dolorosos.
Agarro lo primero que está a mi alcance, la camiseta blanca de Cypriám, bajo un pie y luego el otro y trato de estabilizarme al estar ya de pie. Cuando paso por delante del espejo de la habitación veo cuan hecha polvo estoy. Tengo el cabello vuelto un verdadero desastre, mi piel está marcada y me invaden las ganas de acariciar con el dedo cada marca en mi cuello, bajo mi barbilla, en mi pecho e incluso en sitios que no espera ver alguna marca similar. Mis pómulos se ven con un sonrojo suave y natural y mis labios están dulcemente enrojecidos.
Aunque me siento como nunca antes, sé, que no puedo mantenerme en el cuento de princesas para toda la vida, así que me dispongo a reincorporarme de inmediato.
Empujo la puerta del baño tan silenciosa como puedo y me empeño en cepillarme los dientes con mucho cuidado. La silueta del cuerpo de mi escolta se ve a medias a través del fuerte cristal de la ducha, pero me deja embobada cuando es lo primero que aprecio detrás de mí mientras me lavo el rostro. Aunque no lo veo con claridad, lo recuerdo con lujo de detalle.
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Editado: 08.05.2020