—¿Qué le ocurre, Señor? —preguntó el sirviente al notar que el joven estaba más serio de lo normal y no comía nada.
Simplemente no entendía.
¿Por qué estaba tan preocupado si él tenía el Núcleo del Viento, o era porque estaba genuinamente preocupado por Stella?
Miró disimuladamente la joya que marcaría el destino de Geminorum, como si de esa manera pudiera encontrar una respuesta.
Fue entonces cuando notó algo inquietante: el Núcleo ya no resplandecía con su característico color esmeralda; poco a poco perdía el brillo, como si estuviera muriendo…
Escuchó gritos que provenían de la gran ciudad de Pólux. Inmediatamente salió de su palacio sin escuchar los comentarios de sus sirvientes para ver algo que jamás había presenciado.
El cielo se comenzó a nublar, los poderosos vientos comenzaron a destruirlo todo. Los habitantes asustados se refugiaban en las casas más cercanas.
Ya no dudó.
Debía encontrar a Stella. Salió del palacio y corrió lo más rápido que pudo para buscarla.
Stella intentaba adentrarse más en el bosque, pero el poderoso viento le impedía continuar con su camino.
Gabel salió de la ciudad, guiándose por el brillo que el Núcleo emitía para encontrar a su Portadora. Entre más cerca estaba de los bosques, el collar brillaba con mayor intensidad, era una buena señal. Pero debía darse prisa, ya que hasta algunas plantas eran arrancadas del suelo e incluso las nubes comenzaban a arremolinarse, anunciando la formacion de torbellinos.
—¡Stella!
Al reconocer a la persona que la llamaba, inmediatamente se detuvo a buscarlo con la mirada. Gabel iba corriendo hacia ella.
—¡Cuidado! —volvió a gritarle tomándola de los brazos para alejarla de un gran árbol que estaba a punto de caer sobre ella. Gabel se abalanzó y se aseguró de que él chocara contra el suelo, de tal manera que a Stella no le pasara nada.
Cuando Stella vio en el suelo el árbol que hacía unos momentos iba a aplastarla, se aferró a los brazos de Gabel. En ese momento el viento dejó de ser fuerte y poco a poco el cielo fue despejándose volviendo al mismo aire tranquilo. Gabel suspiró más tranquilo y fue reincorporándose lentamente con Stella en sus brazos.
—Tranquila, ya pasó —trató de calmarla—. Tranquila —permaneció con ella hasta que finalmente se calmó y se separó de él.
—¿Qué estás haciendo aquí? Creí que permanecerías en tu hogar —preguntó Stella.
Gabel como simple respuesta le extendió el collar, Stella lo tomó con duda.
—Tú eres la portadora, no hay nada que yo pueda hacer —le dijo mientras la tomaba de los hombros y la miraba a los ojos—. Lamento que hayas quedado involucrada en esto, sé que es una responsabilidad muy grande la que debes tener ahora… pero todo pasa por algo.
Stella cerró los ojos por un momento y agachó un poco la cabeza, unas cuantas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, reconociendo que ya no podía evitarlo.
—Imagino que necesitas un momento a solas, estaré cerca por si necesitas algo.
Gabel reconoció sus sentimientos, por lo que se puso de pie y tomó distancia para que pudiera meditar.
Stella agachó más la cabeza y la recargó en uno de sus brazos. ¿Qué se supone que haría ahora?
Ya había presenciado las consecuencias de abandonar su destino. Huyó a Efyén para aislarse, tal vez encontrar un poco de tranquilidad; sentía que su hogar había sido destruido y nada volvería a ser igual, ni siquiera ella.
Ahora pasaba esto.
Tomó el Núcleo de Viento entre sus manos, y este le permitió relajarse.
¿Qué la hacía a ella tan especial para esta misión? Realmente poseía poderes peculiares, siempre se lo dijeron, tal vez podría demostrarse a sí misma podía hacer más de lo que creía.
No era justo dejar a un lado a otras personas que no tenían la culpa de nada solo porque quería huir de nuevo, esto ya no se trataba de ella.
La gente no tenía la culpa de su propio tormento.
Respiro hondo varias veces, intentando que su inseguridad no la consumiera. Se tomó su tiempo y una vez que estuvo lista se levantó y busco a Gabel, quien la había esperado pacientemente. Notó que la mirada de Stella ahora reflejaba más tranquilidad y un poco más de determinación.
—Prometo que te cuidaré para que vuelvas pronto a casa, acabaremos este viaje rápido. Pero antes, hay otra cosa que debes saber sobre mí.
Gabel sonrió un poco y ambos fueron de vuelta a la ciudad. Todos los ciudadanos de Pólux intentaban arreglar los daños que, por suerte, no eran muchos. Algunos geminianos al ver a Gabel le preguntaron qué había sido esa fuerte corriente de viento, y él solo les dijo que no se preocuparan, que era un pequeño imprevisto y que él haría lo posible por resolverlo.
Volvieron nuevamente al palacio pero no entraron en él, sino que lo rodearon y subieron la pequeña colina donde podía admirarse de cerca el símbolo de Geminorum (un par de caras de perfil, una hacia el lado derecho y otra hacia el izquierdo). Pudieron ver el mismo edificio donde vivía Gabel solo que no era blanco, sino de un color más oscuro, casi negro. Stella podía sentir que, quienquiera que fuera la persona que vivía ahí, les sería fundamental para la búsqueda de los Signos del Zodiaco y de los Portadores del Núcleo.
—Las escaleras se encuentran del otro lado —informó Gabel con cierta oscuridad en su voz.
Por un momento, Stella sintió que la persona que había conocido ayer ya no estaba; era un lado completamente opuesto. Siguió a Gabel hasta la parte de atrás del edificio, notó que su aura era más pesada. Al terminar de subir las escaleras, Géminis abrió la puerta sin tocar o sin esperar que alguien la abriera.
Stella se sorprendió al notar que el interior del edificio era exactamente el mismo, con las mismas escaleras, incluso los mismos muebles, todo igual, pero con colores más oscuros.
Gabel entró primero, seguido de Stella.