El oscuro secreto tras las cartas

CAPITULO 5

cartas.

Era el día en que por fin comprendería todo, finalmente sabría quién era el desconocido.

Salí de casa rumbo al colegio, al cruzar el arroyo desvíe mi vista hacia la derecha en donde se extendía un grande bosque, al enfocar mi vista pude observar que detrás de un árbol se encontraba una figura alta. No estaba muy lejos de mí y cierta parte en mi interior me decía que era el desconocido, así que sin pensarlo mucho corrí hacia la alta figura. En cuanto la misma se percató de lo que yo hacía, corrió alejándose aún más de mí.

Corrí aún más fuerte intentando alcanzarlo, esquivé algunos árboles y tuve que dejar caer mi mochila; él sí que era alto, estaba a nada de alcanzarlo cuando me tropecé con una roca y caí de rodillas, en ese instante sentí algo penetrar mi rodilla derecha, un dolor punzante recorrió toda la misma.

Me paré intentando mantener el equilibrio y en ese momento sentí una línea fría recorrer mi pierna, al enfocar mi vista en el lugar en donde provenía el dolor pude observar una línea de sangre, en donde comenzaba un pedazo de vidrio estaba encajado a la mitad de mi rodilla. Desvíe mi atención hacia donde había corrido el desconocido, él había parado y se encontraba observándome, entonces tomándolo otra vez desprevenido corrí, pasé unos cuantos árboles, pero ya no lo veía, aun así, seguí corriendo y sin esperármelo dos manos me tomaron por atrás y me hicieron caer de nalgas.

Intenté rápidamente voltear, pero el agarre se hizo más fuerte y pasó un brazo por mi cuello y empezó a apretar, pero esta vez no tan fuerte como el día de la fiesta y extrañamente no sentí su tacto igual.

-No comas ansias, solo espera a la noche Regina-habló una voz imponente y a la vez divertida.

Lo más extraño es que no pronuncio mi nombre como todos lo solían pronunciar. Escuchando claramente todo, pero incapaz de respirar bien mis ojos se cerraron lentamente dejándome ver por último los árboles que se extendían frente a mí.

Mis párpados pesaban y comenzaron a abrirse poco a poco, la luz era mucha lo que saturaba mi vista, mi cabeza dolía como nunca, estaba en el mismo lugar en el que perdí la conciencia, me encontraba tirada en el suelo encima de las hojas secas con muchos árboles frondosos a mi alrededor, la sangre de mi rodilla ya estaba seca y todas mis piernas estaban manchadas de tierra.

Me levante intentando no perder el equilibrio, no tenía ni la menor idea de qué hora era, no podía ir a mi casa porque mi madre comenzaría a preguntarme qué me pasó y no quería comenzar a mentir tan temprano, así que lo más prudente fue ir al colegio.

Primero me di a la tarea de buscar mi mochila, así que barrí con mi vista el suelo que anteriormente había recorrido y a unos cuantos metros de mi pude observar el color lavanda de mi mochila, la tomé y caminé lo más rápido posible al colegio.

Al llegar enseguida me dirigí al baño, entre a un cubículo y tomé un trozo de papel, después lo mojé y comencé a pasarlo por mi pierna hasta quitar la sangre que había corrido por la misma.
Al terminar esperé a que abrieran el salón lo que indicaba que ya comenzaba otra clase.

Entré y todos enfocaron su vista en mí, no solía faltar, si lo llegaba a hacer se trataba literalmente de vida o muerte. Me senté en el pupitre junto a Vania.

- ¿Por qué llegaste tarde? -preguntó enseguida clavando sus ojos en los míos.

-Después te cuento, pero estuve a punto de descubrir quién es el desconocido-respondí mientras sacaba un cuaderno.

Las clases pasaron como de costumbre, regresé a casa y esperé a que fuera de noche, las horas pasaron lentamente hasta que fue hora de llevar mi plan acabo.

Al terminar de ponerme un short y un top, salí de mi habitación aferrándome a la daga que tenía entre mis manos, eran las 9:45 así que apresuré mi paso y con mucho cuidado salí de casa rogando porque mis padres no se dieran cuenta.
Bajé la costa baja y con cuidado abrí la gran reja negra, entré enseguida al corral, enseguida sentí unos ojos sobre mí, sabía que él podría estar en cualquier lugar observándome, pero él no sabía lo que venía.

La oscuridad fue mi mejor acompañante ya que camuflaba de maravilla la daga que hace un día le había robado a mi padre y no se había dado cuenta. Pasé del otro lado del corral y seguí el camino que había trazado hacía muchos años para ir al arroyo. En algún punto llegue a escuchar las ramas crujir detrás mío y eso sí que era muy bueno ya que indicaba que el desconocido venía detrás mío sin imaginarse lo que le esperaba.

Al estar en la orilla del arroyo comencé a caminar lentamente cuidando cada uno de mis pasos, me fui adentrando poco a poco mientras el agua fría causaba escalofríos en todo mi cuerpo, al estar en lo hondo donde solo mi cabeza salía comencé a fingir que me ahogaba, empecé a mover mis brazos y piernas histéricamente hasta que paré y tomé una bocanada de aire antes de sumergirme y aguantar la respiración.

EL agua estaba fría, mi oído se agudizo y escuchaba el agua correr.

Unos segundos después de estar bajo el agua mi cuerpo comenzó a flotar hacia arriba, como pude metí la daga en un bolsillo de mi short, en ese instante se escuchó un chapuzón y alguien nadar hacia mí, intenté poner mi cuerpo liviano, una mano envolvió uno de mis pies y lo jalo hacia si, después me tomó por las piernas y espalda, me levantó.

Él era fuerte y alto. Poco a poco me saco del arroyo, en el momento en que me iba a dejar en el suelo yo me moví y caí parada en el suelo. Me tambaleé un poco, pero al final pude mantener el equilibrio, enseguida saqué la daga y extrañamente él no se inmutó.

- ¿Quién eres? -pregunté amenazando con la daga.

La tenue luz de la luna no me dejó ver más allá de su piel blanca y su cabellera negra despeinada, no pude ver sus ojos ya que la misma hacía sombra en ellos.

- ¿Por qué mejor no bajas eso? -respondió acercando su alto y fornido cuerpo al mío.



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En el texto hay: asesinato, psicopata, psicopatia y secretos

Editado: 28.07.2021

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