Nick estaba en la universidad, sentado en la cafetería solo, como es de costumbre, comiéndose un sándwich, miraba el vacío porque su mente no se encontraba ahí. En el instante menos esperado una jovencita de piel clara como su nombre, de ojos marrones, de extenuante figura, con rareza quién sabe dónde; se le acercó y con una voz delicada y tímida dijo– Disculpe, ¿me puedo sentar con usted?, es que soy de primer semestre y no soy muy buena socializando, y pues como usted siempre está solo, bueno, pensé que, tal vez, no sé. – Nick interrumpió la pregunta llena de razones de porque hacerlo – claro, sí quieres sentarte no hay problema – ella se sonrojó, se alegró, se sentó con tanta emoción que hizo regar el café que había sobre la mesa, se asustó por lo que hizo, Nick la miró, recordó como fue él en sus primeros días, tratando de hacer amigos, sonrió - tranquila, yo lo limpio no te preocupes – ella se puso aún más roja, agachó su cabeza de la pena que invadía su cuerpo, él tomo servilletas y limpio el charco que le hizo volver a niño, la época en que leía muchos cuentos, recordó uno en especial “El Escritor”, un cuento corto de un autor X, que ni siquiera recordaba su nombre, pero sintió nostalgia, miro a la chica tímida que estaba enfrente de él, se volvió a sentar y empezó con un poco de temor a tratar de hacer conversación, y no se le ocurrió mejor idea que empezar con – es complicado hablar, ¿no es cierto? – Ella solo asintió con alegría, - ¿y dime como te llamas? Tal vez así podríamos conocernos más – él mismo se sorprendió de lo bien que lo estaba haciendo – ella titubeó – Clara –
Que lindo nombre, el mío es Nick
¿De que facultad eres?
Teología, estoy en quinto semestre ¿y tú?
Yo entre a estudiar Biología Marina
¡Oh!, muy interesante, ¿y por qué decidiste estudiar eso?
Ella mostró una alegría incomparable, su sonrisa transmitía una felicidad que contagiaría a cualquiera, Nick se sorprendió y vio brillar esos hermosos ojos marrones – es que me encontraba superando el divorcio de mis padres, tenía doce años, y mis padres ya no se llevaban bien, discutían por todo, muchas veces esas discusiones se llevaban a los golpes, mi abuelo que se encontraba intentando superar la muerte de mi abuela, decidió llevarme a vivir con él, vivía en una casa cerca del mar, así que cuando fui a vivir con él, muchas veces me llevaba a la playa, y admiraba la hermosura del mar, cuando veía los delfines me sentía tranquila, cuando miraba toda la fauna animal que había en la playa me enamoraba. Las olas del mar golpeaban las piedras y chispeaba las gotas en mi cara y me sentía en paz conmigo y con los demás, era como si me transportara. Esos días que pase en la playa junto con mi abuelo fueron los mejores días de mi vida, era como si tuviera en mi sangre el mar – sus ojos brillaban, Nick se perdía en esos ojos, nunca se había sentido así, la chica transmitía una sinceridad que tocaba el corazón de Nick. En ese momento una mano fría tocó el hombro de Nick, éste se sorprendió tanto que gritó y cayó al suelo, al fijarse en quien era, miró a su sobrina Diana - ¿Qué haces aquí? – Diana sonrió y dijo – vine a esta ciudad a estudiar filosofía, pero en mis primeras clases no encontré casi a ninguna chica, así que como tengo media hora libre viene a tomar un capuchino; y pues te vi y no pude evitar saludarte –
Él se levantó, la miró fijamente – me hubiese dicho antes – al poner su mano sobre la mesa, vio de reojo una sombra que tenía forma humanoide, pues sus brazos y piernas eran más largas que el resto del cuerpo, su cabeza era más ovalada y estirada, sus ojos eran grandes y amarillos, pero no se le veía ningún otro rasgo facial. Ésta sombra silenciosa estaba debajo de un árbol; Nick se sorprendió y reaccionó rápido girando para ver si la veía bien, pero al ponerlo como objetivo, la sombra ya no estaba. Diana lo miró fijamente junto con Clara y ambas preguntaron – ¿estás bien? – Nick las miró– sí, estoy bien, solo creí ver algo, ah, perdón las presento. Y así Diana se quedó hablando un rato con ellos, pero Nick estaba aún pensando en lo que vio.
Un extraño viento se hizo oír con el susurro y frio de una noche en vela, un soplido suave como la brisa, “señor, y señoritas” todos los que estaban ahí se sorprendieron pues un chico elegante, castaño y moreno como la arena del mar apareció de la nada, Clara miró esos ojos verdes azulados, y al ver su piel se sonrojó, Diana lo miró extrañada pues se notaba que no era de por ahí, Nick lo miró fijamente - ¿Quién eres? -, el chico sonrió - que descortés de mi parte, lo siento, mi nombre es Edmar, mucho gusto -. Diana con una mirada acusadora dijo - ¿Por qué hablas con tanta confianza? no nos conocemos–, el chico tomó la mano de Diana, la beso y ella manoteo - ¿Qué haces?, deja de ser tan confianzudo, ya te dije que no te conocemos -, Nick se airó y con una mano lo tomó de la camisa, el chico lo miró y Nick lo soltó – lo siento, pero por favor no te comportes tan confianzudo con mi sobrina -, Edmar se mandó la mano peinando su cabellera castaña – lo siento, de donde vengo es normal saludar así. Soy nuevo por aquí, solo creí que podía saludar, es que me llamaron la atención - luego le puso la mano en el hombro a Nick, sonrió y susurró – y más tú – luego volteó a mirar a Diana, le quitó la mano a Nick, y dijo – y lo siento señorita si le incomodé – luego siguió caminando como creyéndose un rey. Diana seguía mirándolo mal mientras se alejaba, Clara un poco asustada titubeó – ese chico es muy raro, pero es lindo – Diana la miró y dijo - ¿estás loca?, tiene algo raro.
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Editado: 21.02.2018