PERSÉFONE
Esta situación estaba rebasándome por completo.
Cuando comencé a jugar con las estaciones no creí que mi padre me comprometería con Hermes para que Hades se fijara en mí o para que dejara de lado mis berrinches, ahora estaba viendo las consecuencias de mis actos.
Y no estaba muy complacida con todo esto.
Creí que sería más fácil, pero mientras los días iban pasando había comprendido que todo lo que estaba haciendo no estaba dando los resultados que siempre había anhelado.
Hades seguía sin estar enamorado de mí, él ni siquiera me miraba y sabía por qué lo hacía...
Si yo daba por terminado este compromiso, él sería libre de irse con esa mortal ¿Por qué yo había actuado tan tarde? Tenía que reconocer que había sido mi culpa no actuar en su debido momento, pero estaba asustada ¿Vale? Se suponía que tenía que enamorarse de mí y pedir mi mano como mis padres siempre me lo habían recalcado, pero no fue así.
Nunca sería así.
Y creo que yo estaba desesperándome demás.
No quería seguir insistiéndole a Hades con lo de nuestro matrimonio, pero definitivamente, lo más conveniente era adelantarlo.
Al menos esas fueron las palabras de mi padre después de que hablé con él, insistiéndole que yo ya no quería contraer este matrimonio.
No esperé que las cosas fuesen así y yo adelanté todo con mi actitud.
Y lo peor de todo es que últimamente se me había estado complicando el seguir fingiendo que quería esta boda porque al ver que Hades no estaba enamorado de mí, ya no estaba segura de querer casarme, pero ya no era mi elección. Desde que Hades pidió a mi padre para que él se casara conmigo y no Hermes, el gran Zeus ha estado trazando cada cosa con mi madre en una habitación apartada. No sé exactamente qué es lo que tanto hablan, pero sé que me involucra a mí y a mi prometido.
Y aunque esté tan insatisfecha, sería una mentira decir que no sigo amando con todo mi corazón a Hades, pero este amor sigue sin ser correspondido... y me invade la ira comprobar que su corazón está en otro lugar, específicamente con una mortal llamada Danessa.
Seguí a Hades aquel día y vi como la miraba, con anhelo.
Una mirada que nunca me dirigió a mí y que probablemente, jamás me la dedicaría.
Sin embargo, no podía decepcionar a mi padre, no de nuevo, al menos.
Seguía siendo injusto que él me obligara a mantener la imagen de la niña caprichosa, que para satisfacción suya, yo cumplía al pie de la letra.
Y aún así, no todo era mentira.
Porque seguía queriendo que Hades fuera mío.
Tal vez no debería rendirme tan pronto.
Solo esperaba no caer de nuevo en la obsesión, aunque conociéndome, lo más probable es que pasara de nuevo, porque yo era así, imparable hasta tocar la parte de insistente... Y sabía que eso estaba mal, pero ya había comenzado a formar parte de mí desde hacía mucho tiempo, cuando comencé a enamorarme u obsesionarme con Hades.
Mi amado Hades.
Yo estaba aquí, moviendo todas mis piezas para que él se fijara en mí.
Y luego estaba él, que movería cielo y tierra para no estar conmigo.
Para alejarse de mí.
Y aún así...
Íbamos a casarnos y ya no quería hacer esto, pero ¿Cómo dejar a un lado todo por lo que habías luchado en tener? Me pasé días y noches ideando esto después de que se me había metido en la cabeza y ya no podía retractarme, no importaba que Hades estuviese enamorado de alguien más.
No era asunto mío.
Pero si era mi asunto el ser su reina y la Diosa del Inframundo.
No podía dejar eso a un lado sabiendo que luché por esto, tal vez no de la manera correcta, pero me esforcé mucho y ninguna mortal iba a quitarme eso.
No lo permitiría.
*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*
HADES
- Por fin te encuentro - sonreí con más ahínco al notar que había rodado los ojos.
- ¿Y cómo me encontraste? - preguntó con más fastidio que curiosidad.
¿No se suponía que los Dioses éramos tan hermosos que cualquier mortal caería a nuestros pies con solo vernos? Pues eso era mentira, esta chica me veía como si fuera el ser más estúpido de la tierra.
Y aún así, ella me hipnotizaba.
Era un idiota y masoquista.
Ella era la única que había captado mi atención y no sentía nada por mí.
Así que el poco ego que tenía se desvaneció o salió corriendo muy lejos de mí.
- ¿Quién eres, Danessa? ¿Qué es lo que te hace tan especial? - susurré más alto de lo que pretendía y supe que ella me escuchó claramente, porque una sombra de una sonrisa apareció.
- No es de tu incumbencia - soltó casi de inmediato, haciendo que yo me mordiera el labio para no sonreír por su insolencia.
Si tan solo ella supiera con quien estaba hablando ¿Huiría de mí?
- Resulta que sí es de mi incumbencia - solté con la seguridad que justo ahora no poseía - Necesito saber que es lo que veo en ti que no logro ver en nadie más - y esa era la respuesta más sincera que jamás creí que fuera a soltar.- Necesito saber porque me intrigas tanto cuando nadie más lo ha hecho.- ni siquiera Perséfone, me atrevería a decir.
- Te has ilusionado.- comentó con un extraño brillo en sus ojos.- Y déjame decirte que las ilusiones son para los débiles, Héctor.
- Te equivocas.- objeté con seriedad, tratando de no distraerme con sus hermosos e hipnóticos ojos - Las ilusiones son para los que aún tienen esperanza y créeme, la esperanza de verte ha estado rondándome por la cabeza desde la primera vez que te vi. - y sentir eso me carcomía el pecho, como casi todo lo que involucrara mi vida - Si se trata de ti, soy un perfecto ilusionista al que seguramente le romperás el corazón.
Aunque mi corazón ya se había roto por otras razones, como por ser el Dios del Inframundo, por ejemplo.
- Me tengo que ir.
- Apenas hemos comenzado a hablar.- me impresionó mucho el hecho de que yo quisiera seguir hablando con alguien más. Con ella, en particular.
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Editado: 23.05.2023