El Pasaje Maldito se sumió en un ambiente aún más sombrío y desolado. Cada día que pasaba sin noticias del Padre Manuel aumentaba la desesperación de los residentes. La muñeca seguía siendo un recordatorio constante del mal que los acechaba, y los rostros de tristeza y miedo se reflejaban en cada uno de ellos.
Lucía, Carmen y Martina se convertían en un pequeño grupo de resistencia, luchando contra la oscuridad que parecía consumirlos. Durante las noches, se reunían en secreto para buscar pistas y soluciones en el diario polaco que el anciano sabio, Padre Ignacio, les había ayudado a traducir. Cada palabra revelaba detalles oscuros y siniestros sobre el espíritu maligno y su inquebrantable vínculo con la muñeca.
El ritual de exorcismo que encontraron en el diario era complejo y arriesgado, pero sabían que era su única esperanza de liberar al Pasaje Maldito de la maldición. Sin embargo, necesitaban un sacerdote valiente y experimentado que llevará a cabo el exorcismo. Con la desaparición del Padre Manuel, esta tarea parecía cada vez más difícil.
En medio de la tristeza y la incertidumbre, una noticia llegó al conventillo: un anciano sabio, mejor dicho un Padre llamado Ignacio, había partido en busca de respuestas y ayuda de otros sacerdotes con experiencia en enfrentar fuerzas sobrenaturales.
La noticia dejó a Lucía, Carmen y Martina en una mezcla de esperanza y temor. Sabían que el anciano sabio poseía un conocimiento invaluable, pero también estaban preocupadas por su seguridad y el tiempo que tardaría en regresar.
Las semanas pasaron sin noticias del Padre Ignacio. Mientras tanto, el espíritu malvado continuaba acechando en las sombras, manifestándose con mayor fuerza. La desesperanza amenazaba con ahogar cualquier atisbo de esperanza que quedará en el Pasaje Maldito.
En medio de una noche llena de pesadillas, Lucía tuvo un sueño revelador. En su sueño, vio a una figura luminosa y angelical que le hablaba con voz suave pero poderosa. La figura le reveló que el Padre Manuel seguía luchando contra el espíritu malévolo en algún lugar desconocido.
Con renovada esperanza, Lucía compartió su sueño con Carmen y Martina. Las tres niñas sintieron que debían mantener la fe en el Padre Manuel y continuar buscando una solución.
Un día, mientras exploraban el ático en busca de pistas adicionales, encontraron una carta oculta entre los escombros. Era la última carta que el Padre Manuel había escrito antes de su desaparición. En la carta, expresaba su confianza en que encontraría una manera de vencer al espíritu maligno y su promesa de regresar para proteger al Pasaje Maldito.
Con la carta en sus manos, Lucía, Carmen y Martina sintieron un rayo de esperanza. Sabían que el Padre Manuel seguía luchando y que su regreso estaba próximo.
Continuaron estudiando el diario y preparándose para el ritual de exorcismo. En sus corazones, mantuvieron la fe en el Padre Manuel y en el anciano. Sabían que la lucha contra el mal no sería fácil, pero estaban decididas a enfrentarla juntas.
A medida que el Pasaje Maldito se hundía más en la oscuridad, la determinación de las tres amigas se fortalecía. Se aferraban a la esperanza y a la certeza de que el bien prevalecerá sobre el mal.