El ático del Pasaje Maldito parecía cargar con una densidad opresiva, como si el mismo aire retuviera la tensión que se arremolinaba en el ambiente. Las miradas temerosas de Lucía y Carmen se encontraron, reflejando la inquietud que las embargaba. Mientras tanto, Martina permanecía atrapada en las garras del espíritu maligno que habitaba la muñeca de porcelana, su semblante ya no era el de la amiga conocida. La verdad, cruda y sombría, se encontraba al borde de desvelarse y, con cada tic-tac del reloj, el mal afianzaba su control sobre la situación.
–"Martina, por favor, lucha", imploró Lucía, extendiendo sus palabras hacia su amiga como una cuerda de salvación. "No puedes permitir que esta entidad te someta. No eres así, tienes el poder para resistir".
El espíritu maligno estalló en una risa siniestra, regodeándose en el caos y la desesperación que sembraba en el corazón de las jóvenes.
–"Es en vano. Martina siempre me perteneció", vociferó con desprecio.
–"La amiga débil y necesitada ha quedado atrás".
Las lágrimas asomaron en los ojos de Lucía mientras la verdad penetraba en su conciencia. Había sido cegada por su propia ingenuidad, incapaz de percibir las señales y las sombras que habían envuelto a su querida amiga Martina.
Carmen, tratando de ocultar la risa para que Lucía no se enterara, habló con voz titubeante. –"¿Qué... qué está ocurriendo aquí?"
El espíritu malévolo, que había adoptado la apariencia de Martina, giró su atención hacia Carmen, y en ese instante, una sonrisa perversa se dibujó en ambos rostros. Fue entonces cuando la comprensión se apoderó de Lucía como un relámpago, dejándola perpleja y atónita.
–"¡Carmen... has estado jugando conmigo desde el principio!", exclamó Lucía, su voz resonando con incredulidad y consternación.
Los ojos de Carmen se clavaron en Lucía con una frialdad inhumana, destituidos de la dulzura y la benevolencia que alguna vez habían albergado.
–"Así es, Lucía querida. Toda esta farsa ha sido tejida por mí desde el inicio", afirmó Carmen con una frialdad que cortaba como un cuchillo afilado. –"Tu inocencia y tu ciega lealtad me han allanado el camino hacia la liberación que tanto ansiaba".
Bajo la influencia del espíritu que la poseía, Martina se aproximó a la muñeca y la acarició con devoción.
–"Carmen me enseñó la fortaleza que yace en la oscuridad", murmuró, su voz resonando como un eco distorsionado. –"Me brindó el poder que siempre ambicioné".
En un instante, como si un rayo hubiera caído sobre ella, Lucía quedó paralizada. La impactante revelación se grabó en su mente como una herida profunda, dejándola sin aliento y sin palabras. La realidad palpitaba ante ella, grotesca y distorsionada, mientras su amiga Carmen se transformaba en la arquitecta maestra de esta maquinación perversa.
–"No hay retorno, Lucía", afirmó Carmen con un tono gélido, revelando un atisbo de aburrimiento en su expresión.. Así que, continuemos con este juego tan entretenido", añadió, su sonrisa encantadora escondiendo un veneno oculto.
La situación se tornó aún más tenebrosa y aterradora. Dos amigas caídas en manos de la oscuridad, mientras Lucía se encontraba sola en su lucha contra las fuerzas malignas que las envolvían.
El enfrentamiento final estaba lejos de concluir. La revelación sólo complicaba el destino del Pasaje Maldito.