Lucía, con el corazón latiendo desbocado, reunió el valor para volver a hacerle una pregunta crucial a la muñeca, tratando de entender las implicaciones de su elección. –"¿Qué pasa si rechazo tu oferta?"
La muñeca, con su mirada inquietante y su sonrisa fija, giró lentamente su cabeza hacia Lucía. Su voz, suave como la miel pero cargada de malicia, después de responderle la segunda pregunta y abordar la tercera.
La muñeca se acercó sigilosamente a Lucía y susurró en su oído. Un escalofrío recorrió la espalda de Lucía mientras las palabras penetraban en su mente. ¿Había estado la muñeca manipulando a Carmen y Martina todo este tiempo?
La pregunta de Lucía, sin embargo, quedó en suspenso mientras la muñeca comenzaba a reírse. Las luces de la habitación se apagaron de repente, sumiendo a Lucía en la oscuridad total. Un miedo paralizante se apoderó de ella.
En ese momento, la muñeca apareció detrás de Lucía, su presencia helando su espalda. Le susurró al oído con una voz que parecía provenir de pesadillas. –"Tu destino, querida Lucía, será el mismo que el de ellas".
La muñeca levantó su pequeña mano, señalando hacia algún lugar en la oscuridad que aún no podía ver claramente. Las luces se encendieron con una tenue luz, y lo que Lucía vio la dejó al borde de la locura.
La habitación que se reveló era un escenario macabro de pesadilla. Estaba decorada con estantes llenos de lo que parecían ser muñecas antiguas y deterioradas, cada una representando a una niña de una nacionalidad diferente. Las muñecas estaban dispuestas en una danza siniestra, como si estuvieran atrapadas en un juego inquietante.
Lucía sintió un pánico abrumador. Frente a ella había cientos niñas como ella, Clara desapareció de repente y aparece frente a ella, haciendo que Lucía diera un salto de miedo.
Sus ojos se llenaron de terror, y su mente se tambaleó al borde del abismo mientras la muñeca continuaba señalando con su mano diminuta hacia ese lugar misterioso y aterrador.
En el centro de la habitación, sobre un pedestal, yacía una versión más grande y aterradora de la muñeca. Era como una pesadilla hecha realidad, una amalgama retorcida de las niñas de diferentes nacionalidades, con sus ojos oscuros y sus labios pintados en una sonrisa maliciosa. Esta versión gigante de las muñecas estaba rodeada de velas encendidas que arrojaban sombras danzantes sobre las paredes, creando un ambiente aún más inquietante.
Lucía, aterrorizada, se dio cuenta de que estaba parada en el umbral de esta pesadilla viviente. Las muñecas seguían señalando hacia la figura gigante, y su voz resonó en la habitación, lúgubre y maliciosa.
–"Este es el destino que te aguarda si rechazas ser nuestra compañera de juegos, querida Lucía", susurró la muñeca. –"Puedes unirte a nosotras en este juego, o puedes enfrentar el mismo destino que estas jovencitas que ves representadas".
La muñeca, mientras observaba el sufrimiento en los ojos de Lucía, parecía deleitarse en su agonía. Su sonrisa maliciosa se ensanchó, revelando un placer siniestro en el tormento que estaba infligiendo. Cada gemido de angustia que escapaba de los labios de Lucía parecía alimentar su oscuro deleite.
Las lágrimas de Lucía, ahora un torrente de desesperación, caían sin piedad mientras sus manos temblaban. Su mente se encontraba en un torbellino de miedo y confusión, mientras la muñeca continuaba su danza macabra alrededor de la habitación. Cada movimiento de la muñeca era como una afilada cuchilla que cortaba aún más profundo en el corazón de Lucía.
La muñeca, con una voz que era pura maldad, susurró al oído de Lucía. –"Oh, querida Lucía, tu llanto es música para mis oídos. Tu tormento es mi deleite."
Lucía, exhausta y quebrantada, se dio cuenta de que había caído en una trampa mortal. La habitación parecía cerrarse a su alrededor, como si las paredes mismas quisieran devorarla. Mientras la muñeca seguía disfrutando de su sufrimiento.
Lucía sintió una oleada de desesperación y ansiedad que la dejó abrumada. La elección que enfrentaba era inimaginablemente aterradora. El juego siniestro de esta muñeca había alcanzado su punto culminante, y Lucía se encontraba en el centro de todo. Su mente estaba en un torbellino mientras intentaba procesar la verdad aterradora de lo que estaba presenciando.
Las lágrimas inundaron sus ojos mientras miraba fijamente las figuras gigantes de las jóvenes convertidas en muñecas, preguntándose si alguna vez podría escapar de esta pesadilla retorcida. La habitación estaba cargada de una presencia maligna y una sensación de malestar que se aferraba a su piel, y Lucía se sintió completamente atrapada.