El peligro acecha

7. Nunca más

Él desvió sus ojos de los míos y los posó en el mar, encogiéndose de hombros como respuesta a mi pregunta. Su típica postura despreocupada, sus manos en los bolsillos delanteros del jean azul oscuro que vestía junto a una campera de cuero del mismo color.

Lo observé caminar hacia mí y tomar asiento a mi lado, otro más que luego se arrepentiría de sentarse en la arena sin ningún tipo de manta. Giró su cabeza y me miró fijamente, como si quisiera descubrir algo.

— Faltaste a historia. —Dijo luego de unos segundos de tenso silencio.

Alcé una ceja y sonreí con incredulidad, ¿eso era todo lo que diría?

— Sí, ¿y qué? —Contesté, haciendo un gesto con mi mano, y así, provocando que su mirada se desviara por unos instantes siguiendo mis movimientos.

Negó con la cabeza y suspiró, volviendo sus ojos a las olas.

— El profesor Thomas nos dio un trabajo para el lunes. —Respondió, y alcancé a notar como ponía los ojos en blanco.

— ¿En grupo? —Pregunté con la esperanza de que lo negara y digiera que era individual.

No había nada más odioso para mí que hacer trabajos grupales. No existía un término medio con mis compañeros, te tocaban aquellos a los que no les importaba y, por ende, lo terminabas haciendo todo solo; o, por lo contrario, te tocaba con alguno que quería hacerlo solo y no te dejaba ni siquiera aportar un mísero dato de redacción, pero ojo, ese mismo idiota después se enojaba y te echaba en cara que nadie lo había ayudado.

— En pareja. —Fue su respuesta, clavando aquellas esferas verdes en mí.

¿En pareja? ¿Acaso eso significaba que me tocaba con él? ¿Estar con Alex a solas?

Detuve abruptamente el estúpido rumbo de mis pensamientos, estaba con Alex a solas en ese momento. Ridícula, así me sentí por un instante, porque no había nada que lo describiera mejor que esa palabra.

— ¿Y debo hacerlo contigo? —Pregunté, tal vez sonando un poco despectiva, pero es que tenía malas experiencias con hombres al momento de realizar trabajos escolares.

Alex me miró con una ceja levantada y su rostro sin ninguna clase de emoción, que me hizo rodar los ojos interiormente.

— ¿Algún problema con eso? —Sus palabras fueron secas, pero era entendible después de la pregunta que le había hecho.

Negué rápidamente con la cabeza y, ansiosamente, volví mi vista al mar. Sus ojos me intimidaban en ciertos aspectos, me recordaban a los de Brian cuando se enojaba.

Traté de despejar mi mente, aún cuando la presencia de Alex a mi lado me incomodaba. ¿Por qué tuvo que venir? Quería mi momento a solas, pensar en todo lo que ocurría en mi vida últimamente. Sentía que todo se estaba volviendo de cabezas y que en algún momento dado los problemas me arrastrarían a algún oscuro y escalofriante lugar.

Y entonces una duda surcó, provocando que frunciera mi ceño y mirara a mi desagradable acompañante.

— ¿Cómo supiste que estaba aquí? —Interrogué sin más.

No se movió, ni siquiera giró para verme, lo único que recibí de su parte fue un encogimiento de hombros.

Luego las palabras que me dijo cuando yo aún desconocía que él estaba aquí, asaltaron mi mente: —Esa cicatriz sólo demuestra lo fuerte que eres, déjala. ¿Cómo demonios él conocía mi cicatriz? Estaba tocándome dentro de la tela de la blusa, por lo tanto era imposible para él verla. Además, tampoco sabía qué era lo que la había ocasionado, o eso era lo que yo creía.

— ¿Cómo sabes de mi cicatriz? —Pregunté, esta vez sonando algo alterada, estaba preparándome para salir a correr de ser necesario.

Tomé las llaves de mi auto del bolsillo de mi pantalón y las apreté fuertemente, los nervios comenzaban a hacer acto presencia en mi sistema.

Volvió a encogerse de hombros, sin ningún otro tipo de movimiento. Tal vez solo hacía eso para que me despistara y en el momento en que bajara la guardia, saltaría sobre mí y me mataría.

— ¿Quieres dejar de hacer eso y contestar mis malditas preguntas? —Con cada palabra que salía de mi boca, mi tono de voz iba en aumento.

Giró su cara rápidamente hacia mí, cosa que provocó que mis nervios aumentaran y me pusiera de pie, dispuesta a correr en cualquier instante.

Su ceño se frunció extrañado ante mi reacción.

— ¿Qué haces? —Preguntó, echando un poco su cabeza hacia atrás para poder mirarme. No contesté, me limité a dar unos pasos hacia atrás, alejándome de él, quien no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando, o eso era lo que aparentaba.

Se puso de pie y comenzó a caminar hacia mí, provocando que el pánico empiece a inundar mi sistema.

— ¡No te acerques! —Grité cuando solo estaba a unos dos pasos de mí.

Él se detuvo y levantó sus manos, en señal de paz.



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En el texto hay: humor, peligro, amor

Editado: 28.03.2021

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