El Pequeño De La Luna

No te atrevas...

-¿Cómo que te quedarás aquí? -la voz gruesa de Peter hizo que nuestras miradas repararan en él.

-Como escuchaste, me voy a quedar. -lo miré desde la punta de sus zapatos hasta sus ojos- Me quedaré a proteger este lugar.

Él negó frenéticamente con su cabeza.

-¿Te das cuenta que es el aquelarre más débil que hay?

-Lo sé, por eso debemos reforzar la seguridad. -miré a Mark- Necesito un mapa del aquelarre.

Él sale de la habitación y se dirige a no sé dónde con un Alex dormido entre sus brazos.

-¿Por qué? -lo miro extrañada- ¿Por qué te quedas en este lugar cuando puedes ir conmigo y estar segura? Deja todo aquí, no importa. Yo te haré feliz.

Mi rostro se vuelve serio. Solo a hablado de mi persona.

-¿Qué soy para ti, Peter? -mi pregunta parece tomarlo por sorpresa, pero eso no evita que me conteste de manera firme.

-Eres mi mate, Amanda. -su mirada pretende parecer profunda, pero carece de sentido para mí.

-¿Y Alex qué es para ti? -su mirada se desvío de la mía  parecía estar buscando una respuesta.

Es todo lo que necesitaba. Me levanto del sofá en el que había permanecido todo este tiempo y me dirijo a la cocina, el único lugar al cual no me pierdo.

Peter me sigue de manera cuidadosa.

Abro el refrigerador y saco una botella con jugo de naranja, lo pongo sobre la isla y me dispongo a buscar un vaso, al poco rato lo encuentro y sirvo el jugo.

-Un estorbo. Alex es un estorbo para mí y mis planes contigo. -el vaso queda a unos centímetros de mis labios.

Un nudo se formó en mi estómago y mi boca, por alguna razón, empezó a sentirse amarga y reseca.

-Repite eso. -murmuré entre dientes.

-Alex es un estorbo para mí y mis planes. Jamás podría aceptar a un bastardo junto a mi mate.

Antes de darme cuenta ya estaba a su lado, tomé su mano y la coloqué tras su espalda.

-Atrévete a decir que mi hijo es un estorbo y un bastardo y te aseguro que haré que te saquen de este lugar y nunca más te vuelves a acercar. -mi voz salió baja, un tanto ronca por el cúmulo de emociones.

-No te atrevas. Soy tu mate. No lo harías. -la voz de Peter sonó alarmada.

-Pruébame, infeliz. -lo solté de manera brusca y salí de la cocina.

La furia deja un sabor amargo en mi boca y solo quiero estampar mi puño en su rostro.

Me acerco hasta que mis zapatos topen con los suyos.

»- No tientes a la suerte, Peter. -mi voz suena dolida, peo sobre todo, enfurecida




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