Sentado sobre una roca estaba un atractivo joven totalmente desnudo, con una larga cabellera como la de Coral pero en lugar de dorada era de un castaño cobrizo y un poco más lacia. Pierre calculó que en términos humanos tendría uno o dos años más que Coral y por la reacción de éste dedujo que se trataría de su anterior «amigo».
El tritón emitió unos chasquidos, pero Coral le reprendió ordenándole que hablara en francés.
—Fui a la bahía y me encontré con un navío encallado y otro anclado a la entrada. Cuando me acerqué vi un gran movimiento de hombres que hablaban en inglés y supuse que tú te habrías escondido aquí; por eso vine —dijo el tritón—. Y ese... ¿quién es?
—Pierre, un pirata francés —le contestó Coral—. Pero eso a ti no te importa. ¿A qué has venido? ¿Ya te aburriste de tu sirena voluptuosa?
—Íbamos a casarnos, pero me abandonó por otro.
—Bien merecido —le dijo Coral con las manos sobre sus caderas y en jarra—. ¿Encontró otro más lindo que tú o te dijo que tú eras más feo que él?
—Coral... ¿este es quien me imagino que es? —le preguntó Pierre no sólo incómodo sino receloso pues la presencia del tritón parecía no augurar nada bueno aunque parecía un oportunidad interesante.
—Si te imaginas que este es quien me enseñó a jugar al «tiburón con patas» y que luego me abandonó, estás en lo cierto —le contestó.
—¿Coral? ¿Así te llamas ahora? —preguntó el tritón.
—Sí. Pierre me ha puesto ese nombre porque no puede pronunciar el otro.
—Entiendo... es humano... —dijo el tritón y poniéndose de pie y acercándose a Pierre le extendió su mano—: Mucho gusto, me llamo Kraken.
—¿Kraken? —dijo Pierre confundido—. ¿Como el monstruo legendario?
—Exacto —contestó el tritón—. Supuse que ese era un nombre que podrías pronunciar y que quizás lo conocerías.
—No te hagas el gracioso porque con ese nombre no vas a impresionar ni atemorizar al hombre más valiente de todos los mares —le afirmó Coral—. Por supuesto que conoce al Kraken y la última vez que se enfrentaron el monstruo salió huyendo.
—Coral... amor mío... —dijo el tritón—, tienes una imaginación demasiado infantil, todavía... aunque eso es otra cosa que me encanta de ti, además de tu...
—¡Basta! Porque ya me imagino qué otra cosa te encanta de Coral y no quiero oírlo —le ladró Pierre—. Entonces, como te preguntó: ¿a qué has venido?
—Coral... ¿no me extrañas? ¿Ni un poquito? —preguntó Kraken con un tono seductor que a Pierre no le gustó para nada.
—No te extraña, no. Ni un poquito ni una nada —contestó Pierre en su lugar—. ¿Qué pretendes? ¿Quieres reconciliarte con él después de haberlo abandonado en forma tan cruel y desalmada?
—Coral... niño mío... dile que en ningunos otros brazos eres más feliz que entre los míos. Dile que no hay besos más dulces ni que desees más que los que yo te doy. Dile que nadie te hace gozar tanto como yo cuando te acuestas boca abajo en la arena y te cubro con mi cuerpo. Dile que...
—¡Basta! Ya veo que no eres lo suficientemente hombre como para hablarme de frente —le rugió Pierre que iba levantando presión como un barril de ron fermentando y al que no le han dejado respiradero.
—Coral... dile que no tengo por qué ser suficientemente hombre porque soy lo suficientemente tritón, y que para ti, soy mucho más que suficiente, como hombre y como tritón.
—¡Ya basta! —volvió a rugir Pierre—. ¿No ves que lo estás haciendo sentir mal?
—Coral... dile que yo sé cómo hacerte sentir bien y no me importaría hacerlo en su presencia; bien sabes que estoy desesperado por volver a tenerte en mis brazos. Quizás el humano aprenda algo sobre cómo hacer feliz a un dulce tritoncito como tú.
—Pierre tiene razón; ya es suficiente —le cortó Coral—. Por más que jures lo contrario, todo se reduce a que ahora ya no tienes con quién aparearte porque las otras sirenas te deben descartar. Eso es así con todo tritón al que una hembra lo abandona; todas las demás suponen que algo malo debe tener. Y como tú no puedes vivir sin aparearte dos o tres veces al día, vuelves a mí porque sabes que yo no te lo negaría.
Editado: 06.05.2018