El pirata y el tritón

16 - ¡Rayos! ¿Qué hacer?

—Un problema menos —dijo Pierre volviendo a guardar su cuchillo en el cinto, pero contrario a lo que el pirata hubiera esperado, Coral no dijo nada y su silencio le llamó la atención.

«"¿Ni 'gracias'?", pensó. "¿Me habré equivocado y Coral, en el fondo, quisiera que Kraken no lo dejara de nuevo?"» Por unos instantes Pierre volvió a dudar, pues aunque Coral había dicho que sólo lo quería a él, quizá también pensara en que no quería volver a quedar solo: entre eso y por lo menos tener la compañía de Kraken, podía ser probable que prefiriera esto último. Ya había quedado claro que Pierre volvería a su vida normal y por lo tanto, Coral no podría contar con él. Cuando Pierre volviera a puerto, Coral quedaría solo y no sabía si el chico estaba consciente del famoso dicho «Más vale estar solo que mal acompañado». Además la duda que le asaltó en ese momento tuvo que ver consigo mismo y su capacidad de juzgar correctamente qué es una buena compañía y qué no.

Durante el largo silencio de Coral, Pierre decidió pensar un poco más metódicamente y por lo tanto, se planteó:

Primero, que Kraken era un chico, un tritón, que había vuelto para reconciliarse con Coral, pero sólo porque no tenía otra pareja sexual; sobre eso creía no tener ninguna duda.

Segundo, que si eso era así, también era cierto que Kraken no lo amaba, pero; Tercero: el hecho de que no lo amara no iba a significar, necesariamente, que lo fuera a tratar mal en el futuro e incluso, con el tiempo, podría nacer el amor; porque, ¿quién no se enamoraría de un chico como Coral? ¿Quién podría pedir a alguien mejor o más lindo?

Cuarto: que si los tritones machos son como los machos humanos, Kraken bien podría ser uno de esos que, por más dulce, tierna y amorosa que sea su pareja, nunca llegan a amarla e incluso la maltratan y hasta pueden alcanzar la agresión física. Pierre conocía varios casos así, en cuenta, su propio padre. Hay machos desalmados y abusadores; él bien lo sabía.

Quinto: que Coral era un chico excepcional y según lo que había conocido de él hasta ese momento, no podría pronosticar si, por evitar la soledad, se sometería y soportaría incluso el maltrato... Siendo como era, concluyó que eso podría ser más que probable, y se imaginó a Kraken no sólo haciéndole el amor varias veces al día, sino golpeándolo y esclavizándolo para que le sirviera, además de cómo esposa, para todo lo que necesitara o se le ocurriera, y que ante el más mínimo fallo o atraso, le golpearía, insultaría y sepa Dios qué otra maldad.

Y por último, Sexto: que como Coral no tendría a dónde huir, aunque en algún momento quisiera terminar con las agresiones, no podría. Si bien, siempre estaba la opción de asesinar a Kraken (lo cual consideraba justificado ante las agresiones crueles y repetidas), Coral no era ese tipo de chico. Era fuerte y no carecía de valor, pero al mismo tiempo su personalidad era incapaz de hacer daño a nadie.

Luego de sopesar esos seis puntos, Pierre concluyó que no sabía si había hecho lo correcto, y el silencio de Coral parecía confirmárselo.

—Coral... ¿estás triste? —le preguntó Pierre.

—Sí... un poco.

—¿Porque Kraken se fue? —Y Pierre evitó conscientemente preguntar: «¿Porque eché y aparté a Kraken de tu lado?»

—En parte, sí.

—¿Cómo es eso de «en parte»? ¿Querías que se quedara contigo?

—No; ya te lo dije. Es por la maldición.

—¿La maldición? ¿De qué maldición estás hablando? Nunca me contaste nada al respecto.

—Cuando el cardumen me echó, los tritones ancianos apoyaron la decisión de mi padre y uno de ellos me dijo: «Nunca vas a encontrar ni conseguir eso que buscas. Nunca lo encontrarás.»

—Pero, ¿a qué se refería? ¿Qué creían ellos que buscabas?

—El amor, Pierre, el amor. Ellos creían que yo sólo buscaba con quién aparearme «contra natura», esa fue la expresión que usaron, tal como les habían enseñado antes unos sujetos que se dijeron voceros de Dios. Pero cuando les aclaré que lo que yo quería era que me amaran, que cuidaran de mí con cariño, se horrorizaron aun más y fue allí cuando el anciano me echó la maldición.

—No creo en las maldiciones, Coral, y menos aun en esa que más que una maldición, parece un simple pronóstico. El viejo te dijo que, según él, no encontrarías el amor, pero era su opinión, nada más.



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En el texto hay: piratas, tritones, gay

Editado: 06.05.2018

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