En efecto, un grupo de marinos holandeses había abordado el Hibernia, lo había recorrido hasta su último rincón y volviendo a la Noordewind informaron a su capitán.
—Es un cascarón vacío y sin un alma. Debe tener cien años como mínimo y es nuestro.
—¿Nuestro? ¿Es holandés? —preguntó el capitán.
—Sí, señor. Por lo menos conserva el emblema del Condado de Holanda.
—El Hibernia... jamás había oído hablar de él.
—Quizás vuestro bisabuelo, capitán, porque como os decimos, todo parece indicar que lleva anclado allí muchísimo tiempo, por lo menos, más de un siglo.
—No digáis tonterías. Si es nuestro, no puede tener más de unos veinte o treinta años, ¿o no conocéis nuestra historia naval? Aunque haya navegado bajo nuestra bandera, debe ser de origen español. Sólo así podría tener tal antigüedad. Debe haber sido traído al Condado en tiempos de Carlos V. Pero no creo que eso tenga importancia ahora. ¿Y no hay nada que indique qué fue de su tripulación?
—Puede ser, pero no nos detuvimos a leer los documentos que se conservan en la cabina del capitán. Al parecer, intactos.
—Entiendo... Entonces, volved allí y traed toda la documentación. No os entretengáis en revisarla, sólo traedla y que no quede ni un folio. La llevaremos a Róterdam y que allí los eruditos y la Escuela Naval se encarguen de estudiarlos.
—Como ordenéis.
El grupo partió a cumplir lo encomendado y solo quedaron el capitán y su Primer Oficial.
—Es extraño... Si está anclado, la tripulación debe haber bajado a tierra, a la isla —dijo el capitán mesándose el afeitado mentón.
—Pero si desembarcaron, ¿por qué no volvieron?
—Ahí está el punto. ¿Por qué no volvieron?
—¿Será que en la isla hay caníbales?
—Pudiera ser... Pero si los hubiera, es probable que los españoles y los ingleses lo supieran ya; y no creo que sabiéndolo, se hubieran internado como lo hicieron. No. No creo que haya una tribu caníbal. No se tiene registro de ese tipo de aborígenes en estas islas. Tanto ingleses como españoles dijeron que llevan aquí medio mes y todos hemos visto que los marinos españoles, parecen estar de vacaciones, sin temor a ningún peligro. No. Esto se suma al misterio. ¿Qué hay en esta isla que hace que todos estemos aquí e incluso que la tripulación del Hibernia haya abandonado el galeón? Y tienen que haberlo abandonado. Si hubiera encallado por llegar aquí a la deriva, sería otra historia, pero dicen que está anclado.
—Así es. Todo parece indicar que llegó navegando, ancló y luego su tripulación desapareció.
—Cuanto más averiguamos, más me llama la atención. Nada coincide con lo que se podría esperar de forma natural o normal. ¿Qué rayos pasa aquí?
* * *
En la cueva, Willem preguntó:
—Si son los holandeses, Kraken, ¿qué haremos?
—Por lo pronto quedaos aquí y no os mováis. No hagáis nada que pueda llamar la atención sobre esta cueva. Yo iré a echar un vistazo.
La Noordewind, luego de haber esperado el tiempo que habían dispuesto, comenzó a circunnavegar la isla y por eso fue que se topó con el Hibernia. Kraken se acercó a una distancia prudencial y desde allí vio que los marinos estaban trasegando los documentos que había a bordo del galeón holandés, o mejor, su ruina; pero lo que más le llamó la atención fue el hecho de no ver a los ingleses a bordo, pues al igual que los otros, había supuesto que los holandeses los rescatarían luego del hundimiento de la fragata. Asimismo, observó que por finalizada la tarea del trasiego documental, la urca continuó su circunnavegación y Kraken se preocupó, dado que iba en dirección del acantilado donde estaba la cueva que mantenía oculto a todo el cardumen de tritones. Las rocas traicioneras, en ese momento no lo eran tanto habida cuenta de la marea baja, que permitía ver sus crestas; y eso era favorable, pues el navegante holandés, mantendría a la urca a una distancia considerable de la costa y por lo tanto, difícilmente podrían avistar la cueva.
—¿Qué crees que está pasando ahí afuera? —preguntó Coral a Willem luego de un largo rato de silencio.
Editado: 06.05.2018