Shayla Delaurier es la Iereia (sacerdotisa) de Asteria, una ciudad de seres míticos que a simple vista no puede ser avistada por los humanos, excepto por aquellos que comparten sangre con sus habitantes y unos pocos que tienen un toque de "visión" y son susceptibles a ver detrás del velo de lo común.
El pueblo fue nombrado así por la titánide del mismo nombre, Iereia Galaxys, considerada la diosa de las Estrellas Fugaces y la Vía Láctea, quien bendijo y otorgó la gracia cósmica de manejar un poder estelar que resonaba con los corazones puros de los habitantes de una humilde aldea humana, personas que originalmente ofrecían sus respetos a la luna y que habían dado una mano amiga a los "tocados" por Selene, a pesar de su elitismo, cuando estos quedaron expuestos ante la humanidad, muchos años atrás, y explotó la guerra que los enterró de nuevo en los anales de la historia.
Asteria es un lugar mágico, sin duda, en el que el pasado y el presente confluyen, por lo que las costumbres antiguas eran tan comunes como las actuales. Por lo que era común ver un carruaje tirado por un hermoso caballo, como ver bicicletas, patinetas y hasta una que otra motocicleta.
La asterita, Shayla, fue reconocida con ese título desde los 15 años, cuando en una explosión emocional y espiritual, su energía física (Spiritum), se manifestó como la forma de un dragón, el animal legendario por excelencia, y no un draconis cualquiera. No, su fuerza vital se mostró con el aura de un increíble azul eléctrico, el color que indicaba poder y autoridad por sobre cualquier otro, incluso ante dones afines. Por lo que, aunque se diera el extraño caso en el que apareciera otro draconis en la misma era, mientras este no se manifestara con el impresionante azul eléctrico que el de Shayla, no podría reclamar su posición.
Siendo portadores del gen cambiante de la energía cósmica, los "Asteritas", debiendo protegerse los unos a los otros, vivían desde ya hace mucho en una eterna guerra con los lykanthropos, que desde “la purga”, se habían convertido en seres egoístas y envidiosos que codiciaban su poder. Ahora, los bendecidos por Selene, abandonados a sus instintos salvajes, solo velaban por su propio bienestar y para saciar al hambre eterna de sangre, caos y venganza en su interior.
Estos solían cazar a los asteritas por deporte, en un intento “ritual” de ganar posición en la escala de sus respectivos clanes. La leyenda decía que podían absorber fuerza de los poderes mágicos de los asteritas, sin embargo, eran solo mitos. Mitos excusables para mantener vigentes sus brutales asesinatos. Al final, matar a un asterita solo significaba un bonito trofeo de guerra, incluso se tatuaban para llevar la cuenta de cuantas de sus vidas tomaban.
Su ensañamiento era un gran inconveniente, más allá de lo obvio, ya que a pesar de su poder estelar no todos los asteritas podían protegerse a sí mismos. La mayoría de su raza no contaba con spiritums defensivos, una gran parte de ellos tenían dones asociados a la naturaleza, la sanación, entre otros. Prácticos, sí... ¿ventajosos en esa guerra en particular? No tanto.
Así podías encontrar Spiritums en diferentes formas animales, que con su canto o toque podían hacer crecer cosechas, invocar pequeñas lloviznas, o curar heridos.
Desde que se reveló que Shayla llevaría las riendas de su pueblo, fue entrenada en el arte de la lucha, como su líder era una de las pocas que contaba con un la gracia cósmica necesaria para la defensa y el ataque. Estaba preparada para luchar cuerpo a cuerpo -las armas de fuego estaban fuera de discusión, su utilización era considerada por los asteritas como "como juego sucio"-, en su lugar se le permitía defenderse con armas blancas, un cruce entre dagas y puñales sierra. Esto, al mismo tiempo que su Spiritum se encargaba de actuar lo más independientemente posible, según su control.
Eso requería una gran concentración por parte de la portadora del draconis, dirigir su energía a distancia, al tiempo en el que su cuerpo se defendía a sí mismo, o mientras destripaba a un lykan en su forma humana o animal.
A simple vista, Shayla parecía ser digna y ecuánime ante el cambio que generó en su vida convertirse en la Iereia, lo cuál no era nada que fuera en realidad sorpresivo, porque de todas formas no tenía nada más en la vida que a su pueblo.
Ninguna familia, ningún objetivo o sueño propio, y si era propensa a soñarlo como todos los demás, ya no.
El día en que su poder salió a la luz, fue el fatídico día en el que un grupo de Lykans asesinaron a su hermano mayor en los límites de Asteria, después de que ella lo acompañara a cenar durante su turno de guardia. Lo único bueno del asunto fue que pudo despedazar a la mayoría de ellos con el poco control que tuvo sobre su Spiritum, logrando -al menos- evitar que el cuerpo fuera devorado.
Cuando el draconis rugió y por instinto empezó a teñir su alrededor de sangre, Shayla se abalanzó sobre el cuerpo de su hermano para protegerlo, pero ya era tarde para salvar su vida. Cuando todo terminó y su Spiritum volvió a entrar en ella, en un doloroso espiral de fuego azul, se dio cuenta de que había al menos ocho lykans destrozados por las garras, dientes y cola de su dragón.
Pocos minutos después empezaron a llegar habitantes del pueblo, habían visto elevarse al legendario dragón por encima del bosque, dándose cuenta que un nuevo asterita había evolucionado.
No, más allá de eso, una nueva Iereia había nacido.
Los seres humanos, incluso los asteritas, tenían tendencia a tener una memoria corta ante las cosas que les hacían daño. Aunque su abuelo y su padre habían muerto cumpliendo su deber, no había entendido del todo el ensañamiento de los Lykans y el resentimiento de los asteritas, no hasta que había perdido a su hermano.
La Iereia había nacido del dolor, de la crudeza de la impotencia y del instinto asesino de la venganza, lo que tal vez no la hacía tan diferente a los Lykans, o al menos no menos peligrosa.