El poder oculto

Capítulo 23: Una escena inesperada

Abrí la cortina, el sol comenzaba a salir ahuyentando las sombras de la noche. Estaba segura de que había alejado a las banshees de Teby y que él pensaría que sus invocaciones no habían dado resultado.

Acababa de ver a la muerte junto a mi cuerpo dormido, aguardando. Las banshees no habían anunciado a ese ángel. Me preguntaba si realmente lo anunciaban o acaso sería que yo no le tenía miedo a la muerte. Quizá los conocimientos ancestrales eran erróneos. Varias lágrimas surcaron mi rostro al pensar en que la muerte de mi abuela podía haber sido en vano. Quizás ella estaba equivocada y su suicidio era un error del destino.

Quería buscar información para aclarar mis dudas. Me dolía pensar que mi abuela podía haber estado equivocada. Hasta ese momento ella era perfecta para mí y pensé que quizá ni siquiera los espíritus tenían todas las respuestas. Simplemente ellos estaban en otro plano. Quizás el mundo espiritual era complejo como si se tratase de un engranaje más de un sistema universal.

Algo me decía que la revelación de este enigma no sería aclarado por espíritus ya que sus respuestas eran ambiguas. Tampoco las iba a conseguir a través de Teby. Él nunca tendría que saber que yo lo había protegido. Su soberbia lo llevaría a caer en la tentación de atraerlas nuevamente. No buscaría en mi grimorio, pues creía que mis antepasados tenían un concepto erróneo. De lo que estaba segura era de que había seres con el alma tan oscura que intentaban controlar a la muerte y eran capaces de experimentar con la vida para incrementar su control sobre los seres mágicos y humanos.

Durante el desayuno me seguía preguntando dónde podría encontrar respuestas. De pronto, como una señal inesperada, un grito de mi madre, un lamento de mi padre y el ruido de cristales rotos me sacaron de mis pensamientos. Samanta había saltado a la mesa, algo que nunca antes había hecho, y había roto el pequeño frasco de jalea real que yo había comprado poco tiempo atrás.

Sonreí emocionada, todo tenía sentido, tenía que volver a hablar con Ariel tal y como se lo había prometido. Él en su pasado había pertenecido a algún grupo oculto, yo estaba segura de eso. Quizá también ahora pertenecía a uno. Tal vez él era parte de una secta o sabría de alguna que estuviese intentando experimentar con banshees.

Reparé en que mi madre me miraba extrañada por mi repentina felicidad. Frunciendo el ceño me reprendió:

—Claro, a vos no te gustaba la jalea y amaestraste de alguna manera a esa cosa para que la tire. Quiero que vayas hoy mismo a comprar más...

Mi padre me defendió:

—No te la agarres con la nena.... No se puede amaestrar a un gato, Tamara no tiene la culpa. Es el instinto animal.

—Sí, es verdad. El gato es de ella y se va a hacer cargo. Así que agradecería muchísimo que compre dos frascos hoy mismo, por si ese mugroso animal vuelve a repetir su hazaña.

Asentí con la cabeza y me dediqué a terminar mi desayuno. Estaba muy feliz. Sentía que Samanta había leído mis pensamientos o que alguien le había sugerido qué hacer.

Después de que mis padres se fueron, tomé el colectivo y me dirigí a ese maravilloso y esotérico lugar, las cercanías de la iglesia gótica. Recién estaban abriendo los negocios. Pasé por el lugar en donde había comprado el péndulo, pero aún se encontraba cerrado. Supuse que si Ariel no tenía las respuestas, era posible que el viejo que atendía el local sí las tuviese. De todas formas, prefería preguntarle a Ariel. Había algo en el viejo que me daba miedo.

Cuando entré en la herboristería que estaba justo frente a la iglesia, la escena que menos esperaba ver se presentó frente a mis ojos. El negocio estaba siendo atendido por el viejo que me había vendido el péndulo. Estaba entablando una seria conversación con Esteban. No pude entender qué podían estar  haciendo Teby y el viejo juntos en el negocio de Ariel y sin Ariel.

El anciano me sorprendió mientras intentaba escuchar su conversación y me dijo:

—Hola, pequeña hechicera. ¿Qué te trae por aquí?

Teby volteó la cabeza hacia donde me encontraba yo, petrificada, y palideció aún más de lo normal. Sin darme tiempo a responder a la pregunta del viejo, Teby se apresuró a llegar junto a mí. Tomó mis hombros. Besó mi mejilla y en un rápido susurro me advirtió:

—Aquí no hay respuestas, solo peligro para vos. No te acerques a esta gente.

Luego se fue casi corriendo y antes de que yo pudiese reaccionar el viejo insistió:

—¿Niña?

Aún mirando hacia la entrada por donde Teby acababa de salir, me apresuré a responder:

—Dos frascos de jalea real, por favor.

Me los entregó muy rápido y le pagué. Me apresuré a salir del local. Quería alcanzar a Teby, pero en la puerta del negocio Ariel me detuvo mostrando mucha alegría en su rostro.

—Tamara... volviste.

Ariel besó mi mejilla y desde el fondo del negocio el viejo preguntó:

—Así que conocés a la pequeña hechicera.

Ariel frunció el ceño y habló lento y claro, poniendo énfasis en cada sílaba:

—Abuelo, ella es mi amiga... ¿Entendés?

Podía sentir la frialdad y el odio en su voz. Luego, agregó con más tranquilidad:



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En el texto hay: brujas, romance adolecente, paranormal suspenso

Editado: 17.07.2020

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