''No está del todo mal sentirse perdido si sabes qué necesitas para hallarte''. Aún después de más de cuatro siglos y dos vidas las palabras de Anja hacían eco en el interior de Laurie, quien sin recordar mayor detalle de la susodicha bruja, evocaba sus sabias palabras cada vez que necesitaba ser traído de vuelta al mundo al que pertenecía en esta vida. Pese a su bien conocida habilidad para conservar la serenidad incluso en los momentos más agobiantes, nuestro querido poeta se encontraba vagando por un desierto; bramando. Un espectro invisible drenaba versos, silencios, corcheas, semicorcheas; ese abominable monstruo lo abrazaba haciédolo sentir incómodamente conforme.
Lauri no sabía qué necesitaba para hallar el tema fuente de inspiración para emprender el proceso creativo de otro trabajo, ningún tema en particular lo obsesionaba hasta el borde de la locura y, la disquera, los fans, su impaciente alter ego esperaban con ansias nuevas melodías después de casi cinco años desde el último álbum. Era imperativo para su persona enloquecer hasta que de su interior emanaran melodías que llegaran a los confines del mundo y replicaran a sus oídos con respuestas a preguntas sin formular.
Sumado a esta presión externa, las recientes amenazas provenientes de fuentes no tan desconocidas agobiaban al poeta contenido en su interior. El poeta necesitaba regresar al origen. Tenía que reencontrarse con el suelo que había atestiguado esa noche alrededor de una fogata cuando, entre amigos, decidieron darle vida a sus deseos en un pentagrama bendecido por la luna cómplice de una noche de verano.
En esos tiempos previos al nacimiento de su gran sueño, la gran tensión entre las familias de la hermandad se acrecentaba conforme pasaban los días y el rastro de Elizavetta y Susanna Harkönnen, ex esposa e hija de Petrus Harkönnen, se esfumaba. Los Holopainen sabían su rol en esta situación, no por menos era la familia común más cercana al clan Harkönnen, tenían que contribuir con algo simbólico para tal empresa: dar con el paradero de Elizavetta para procesarla por traición. Además del jucio pendiente, devolverle a Petrus su hija para que esta fuera criada como las demás herederas era imperativo pues se encontraba en una edad crítica en la que sus dones comenzaban a manifestarse y por ello la joven Harkönnen precisaba de entrenamiento antes de que sus habilidades se esfumaran o de que las mismas se desviaran al lado perverso que había heredado por parte de su madre.
Leena Holopainen aprovechó su puesto como educadora y postuló a su hijo menor como candidato para un programa de intercambio en Portland, Oregon desde donde una red de trata de blancas operada por aliados de Elizavetta extendía sus tentáculos para arrebatar inocentes. Según fuentes confiables, Elizavetta y su hija adolescente, Susannah habían sido vistas en el área y las alertas se encendieron pero debían proceder con cautela. Nadie sabía de las verdaderas intenciones de la poco predecible compañera de Petrus. Leena sabía que enviaría a su pequeño como a una oveja entre los lobos.
Leena y Klaus llevaron a su hijo a uno de esos días de campo que tanto amaba el pubescente Holopainen para comunicarle que ya era hora de convertirse en hombre y de demostrar que era un miembro digno de la hermandad de tal forma que no se sintiera como un cordero a punto de ser sacrificado por un mundo desagradecido.
El día a ser destinado para encomendarle a su hijo su misión de observación, los demás hermanos Holopainen fueron enviados a casa de Harreck y Aria. La presencia de los Holopainen en la lúgubre vida de los Harkönnen era conveniente para ambas familias. De esta forma Leena y Klaus podrían explicarle a Lauri su misión con lujo de detalles y a su vez, sus hijos mayores distraerían a Aria y Harreck cuya tristeza era causada por la ausencia de sus hijas menores: Lucretia y Morgana.
Sanna, la hermana mayor de los Holopainen, condujo de mala gana hasta la residencia de la familia amiga ya que esperaba ir al día de campo con toda la familia mas entendía que en ocasiones sus padres preferían discutir asuntos que le atañían a un hijo en particular a solas. Aatos, el hermano del medio, era un poco más tranquilo y entendía el modus operandi de sus padres así que no se le hizo extraña la petición de sus progenitores. A Sanna se le hacía desafiante estar en presencia de unas personas que tenían media vida por culpa de las artimañas de Elizavetta. No era una de sus fortalezas mostrar empatía y por ello iba determinada a sumergirse en la magnífica colección de manuscritos de anatomía heredada por los Stafford. En cuanto a Aatos, diremos que se sentía expectante ya que podría ver la colección de artilugios medievales de Mathias y discutir con el mayor de los Harkönnen de todo y de nada.
Mientras que sus hermanos iban camino a hacer una visita cordial a una familia acongojada. Lauri se dedicaba a pescar sin anzuelo pues le aterraba el hecho de lastimar a otro ser vivo por diversión, además hizo de las suyas al recolectar hojas y clasificarlas como el curioso biólogo que era. Desde sus años más tiernos, Lauri había demostrado una genuina inclinación por todo lo relacionado con la naturaleza. Sus hermanos lo apodaron Snufkin, como el personaje de Los Moomin. Y, ni corto ni perezoso, Lauri pidió a sus padres un disfraz del famoso personaje para portarlo en sus expediciones temerarias en el patio trasero y en el bosque.
Al momento de poner la tetera en la estufa, un escurridizo recuerdo le alegró el corazón.
En una de esas expediciones por los alrededores del Pielinen mientras intentaba clasificar taxonómicamente a Jormita- la bizarra mascota de los Harkönnen- observaba desde el muelle a Mathias maniobrando una canoa en compañía de sus hermanas pequeñas.
El adolescente de doce años saludó desde la distancia con uno de sus bien conocidos gritos de batalla ahora adornados con las irregularidades vocales propias de la edad.