Mis manos encontraron su camino hasta el cuello de Lauri. Sentir sus vasos palpitantes que llevaban sangre cargada de adrenalina a todo su cuerpo surtieron un efecto tan poderoso en mi interior que como una contorsionista me las arreglé para pasar al otro lado de la barra sin despegar mis labios de los de Lauri.
Ahora estaba sentada sobre su pelvis. Comencé a menear las caderas para seguir despertando al macho alfa en su interior.
Sus manos me acercaban más hacia él.
Sus besos comenzaron a descender por mi cuello hasta llegar al escote de mi kimono uva.
Con la destreza de un ladrón liberó mis pechos los cuales estaban prestos para ser devorados por sus besos.
''Llévame a la cama. Aquí hay cámaras''. Dije con el hilo de conciencia que me quedaba.
Lauri se bajó de la silla de bar conmigo entre sus brazos. Mis piernas alrededor de su torso.
Con nuestros labios despegados el uno del otro. Pudimos vernos a los ojos.
Los de él trazaban caminos invisibles de mis ojos a mi nariz y a mi boca y regresaban a mis ojos. Regresa a quien soy.
Mis pechos descubiertos no se sentían tan vulnerables como mi alma.
-Subamos- ordené.
Lauri caminó en sentido contrario al elevador.
- ¿A dónde me llevas?- pregunté asustada. Lauri no era precisamente un rebelde que se arriesgara.
- 1995.
Lo abracé muy fuerte. Detesto la sensación de vacío al saltar en el tiempo.
- Tranquila Pequeñita.- Leyó mi lenguaje corporal.- Te llevaré al lugar donde te escondías cuando eras una criatura más temeraria.- dijo tiernamente.
Recosté mi cabeza sobre su hombro.
Cerré los ojos y disfruté del camino a la cabaña roja al otro lado del lago.
Primero teníamos que desplazarnos hasta el muelle para tomar el bote.
El aire aún era cálido. Olía a agua, pasto, rayitos de sol que agonizaban.
- Me temo que debes tocar el suelo. El bote nos aguarda.- me dijo al oído.
A regañadientas estiré mis piernas. Agité los pies.
Lauri entendió el gesto y flexionó su rodillas hasta que mis pies sintieron la madera del muelle.
Solté mis manos de su cuello.
Lauri bajó por la escalera y me senté en el la tercera barra en orden descendente. Mi amigo revisaba minusiosamente que el bote contara con todo el equipo. Como si hiciera falta ya que los dos eramos expertos nadadores y si el bote se volteaba no habría problema en seguir nadando hasta el otro lado del lago a menos que apareciera Jörmita de la nada y nos envolviera en sus desafiantes juegos y terminaramos como una parodia de Beowulf luchando contra la gigante serpiente marina.
- Todo está en orden.- estiró sus brazos.
Descendí hasta él.
Me ayudó a entrar en el bote levantándome de la cintura.
Me acomodé en la parte delantera.
Escuché a Lauri desatando la cuerda.
Ya eramos libres.
Splash
Los remos contra el agua.
Mi cabeza entre mis manos.
Unos ojos azules calcilaban mi piel.
Me di vuelta y los ojos de Lauri estaban enfocados en la cabaña.
Sus largos brazos delgados bien formados exudando testosterona.
Su ceño fruncido mostrando el esfuerzo que implicaba remar con los pesados remos de madera maciza.
Estaba tan acostumbrada a ser la fuerza bruta, que me enternecía ver a un alma tan dócil como mi amado amigo asumiendo el rol de macho alfa.
A cargo.
En control.
No quería distraerlo de su tarea, pero mi cuerpo tampoco podía resistirse. El agua del lago susurraba. Me invitaba a que me uniera con ella.
Desaté el kimono.
Era sorprendente el poder de concentración de Lauri porque no espabiló cuando mi piel quedó totalmente descubierta.
Me puse de pie.
- ¡TE VEO AL OTRO LADO!- grité.
Él solo asintió con una sonrisa.
Salté.
Nadé y nadé debajo del agua conteniendo la respiración a la espera de superar mis límites. Hasta donde sabía podía recorrer un cuarto del lago sin respirar. Con mis sentidos alterados no pretendía superar esa marca.
Las membranas nictitantes ya protegían mis ojos.
Podía ver más claramente a la luz de la luna que a la luz del sol.
Los peces ya no eran tan atrevidos, sino que parecían estar en una escena de slow motion.
Dormían. Aunque algunos peces más pequeños comenzaban a despertar para aprovechar que sus contrincantes más grandes no tenían control total de las provisiones del cuerpo de agua.
Fui hasta lo más profundo del lago en sentido perpendicular para no desperdiciar trayecto.
En esa parte del Pielinen no había mucha vida.
Solo plantas acuáticas y...
El brillo de unas escamas frente a mí me llenó de emoción.
Seguí el gigantesco cuerpo cilíndrico con mi tacto. Era suave. Como un jabón.
Me detuve cuando sentí un bulto irregular.
Palpé la forma de un cráneo. La oscuridad no me dejaba distinguir formas en este punto.
La pequeña serpiente dormía.
Miré hacia la derecha, hacia la izquierda. Todo lo que veía era Jörmita. Increíble. Nuestra bebé fácilmente rodeaba la mitad del lago.
Comencé a ascender hacia la superficie por encima de Jörmita.
La presión comenzaba a pasarme una mala jugada. Me sentía muy pesada y todo sobre mi cabeza era oscuridad total. Seguí nadando hasta que vi la luz de la luna. Incrementé la velocidad.
Una onda me empujó hacia arriba.
La planta de mis pies fue estremecida por una piel suave.
Jörmita se había despertado y sentía mi desesperación por tomar aire.
Frente a mí, un hocico que no era familiar.
Era verde oscuro, no negro azulado. La verdad no sabría decir el color exacto, pues la falta de oxígeno y la oscuridad afectaban mi visión.