La pequeña garúa se había convertido en un torrente de gran magnitud, y el sonido insistente de las gotas de lluvia abatiendo el tejado era cada vez más constante y ensordecedor. En la sala, el son del disparo rebotó por todas las paredes, y el torso de Gordon cayó sobre la mesa, con un agujero en el centro de la testa.
Jenny, que estaba frente a él, soltó un grito desaforado, mientras su rostro quedaba cubierto de sangre y sesos del fusilado.
– Aaaaaaahhhhhh –el alarido de Jenny perforaba mis tímpanos. Se levantó de la silla agitando sus manos sobre la cabeza.
Yo me erguí para apreciar mejor el cuerpo de Gordon, que reposaba a escasos dos metros de mí. Pude ver la enorme perforación en su mollera, lo cual me garantizaba que aquello era real: Gordon acababa de ser asesinado.
– ¡Connor!, ¡¿qué coño has hecho?! –reclamé. Me levanté del asiento y caminé, en un ataque de ira, en su dirección, presionando los nudillos y con deseos de romperle la cara a pedazos.
En eso sentí un fuerte golpe en mi pierna y una terrible ardentía en la rodilla. Me incliné sosteniéndome la extremidad y me desgañité del dolor. Uno de los mayordomos de Connor me había golpeado en la rótula, y posaba con su gigantesco cuerpo sujetando una vara de metal, con la que me acababa de asestar. La articulación me ardía como si estuviera bajo un chorro de agua hirviente, y yo estaba seguro de que había sufrido un dislocamiento.
Connor le indicó algo al individuo y éste me sujetó del brazo, obligándome a acomodarme en la silla. No podía detener esa molestia descomunal en mi muslo. Me sujeté la pierna y me encogí bajo la mesa. Esa quemazón era algo que nunca antes había sentido.
– Connor, ¿qué piensas hacer?, ¿vas a matarnos a todos? –preguntó alguien, mientras el resto intentaba asimilar lo que acababa de suceder.
Connor sonrió, pero su sonrisa era siniestra y malévola. Aplaudió dos veces y una sirvienta ingresó a la estancia, trayendo consigo una pequeña mesa de rodines con un televisor de plasma sobre ella. La estridencia de las ruedas pasando a través del suelo era lo único que se escuchaba. Alguien hizo un esfuerzo por levantarse, pero de inmediato un mayordomo lo empujó hacia abajo, sentándolo en la silla. Detrás de la muchacha que arrastraba la mesilla, se presentaron más sirvientes y guardas sosteniendo armas de fuego, los cuales terminaron bordeando las paredes y parecían estar dispuestos a usar su armamento contra nosotros si así se les indicaba.
– Layla, enciende el vídeo –la chica encendió la televisión, que estaba al lado de Connor, y presionó dos botones en el control remoto, provocando que se proyectara el inicio de un video en el que salía el rostro de Connor hablando delante de un fondo blanco:
«Compañeros. Si están viendo este video, es porque hemos comenzado el juego de Blackjack, y uno de los presentes ya está muerto. Tal vez ahora se estén preguntando el motivo de mis actos y qué es lo que me ha llevado a ponerlos en esa situación, así que les voy a explicar:
Fuimos compañeros durante todo el colegio, desde el primer año de secundaria. Por media década soporté sus burlas, insultos, humillaciones y agravios constantes. Me degradaban y se aprovechaban de mí, y aquellos que me ofrecían una momentánea falsa amistad era sólo para que yo les hiciera sus tareas o trabajos. Sin embargo, sus ofensas y maltratos me sirvieron para convertirme en la persona que soy ahora. Una vez que me gradué, decidí estudiar informática y convertirme en un ingente desarrollador de software, y así lo hice. Compré las acciones de una compañía al borde de la quiebra, y la convertí en United Bronx Corporation S.A., la empresa más preponderante de venta de aplicaciones y productos electrónicos. Poco a poco, me fui transformando en uno de los personajes más influyentes del planeta –imágenes de sus empresas, condominios y demás pertenencias acompañaban cada palabra que decía–. Entonces, empecé a idear la forma de vengarme de todos ustedes. Al principio, pensé en simplemente matarlos, destruirles sus casas, despojarlos de sus vidas; pero luego pensé que atacarlos a todos podría llamar la atención de los medios y la policía. Así que decidí que, si quería desquitarme, iba a hacerlo con todos ustedes reunidos en un mismo lugar, y que cada uno viera cómo lo otros caían sin poder hacer nada para salvarlos, hacerlos sentir impotentes, incapaces de salvar las vidas de sus compañeros y la suya propia, sin poder hacer más que esperar lentamente a ser llevados por el dios de la muerte.
Ideé las reuniones de grupo con un lujoso premio como carnada ideal, mientras preparaba cada detalle de mi pérfido plan. Fue así como hoy, 15 años después de haber terminado la universidad, he logrado tener todo preparado para llevar a cabo mi represalia. Concebí la forma de que pudieran estar todos presentes, sin que faltara ninguno. No es casualidad que algunos hayan tenido reuniones importantes canceladas, o compromisos postergados, o dinero misteriosamente depositado en sus cuentas para el viaje hasta aquí. Como dije, cada detalle lo he previsto. Así que es hora de que nos enfrentemos cara a cara, que mostremos nuestro verdadero ser, sin tapujos ni hipocresías, y que veamos quién es el que va a reír de último –el video terminó y la transmisión se apagó.»
Editado: 31.10.2018