La garganta me arde, la nariz me escose y al abrir los ojos me encuentro en una especie de calabozo semioscuro, antiguo y con antorchas de fuego en las paredes.
—No soy fetichista para soñar este tipo de cosas.
Palpo los barrotes que me mantienes encerrada, se sienten muy reales.
Unos pasos se oyen a lo lejos.
—¡Hoolaa! ¿me pueda sacarme de aquí, por fi?
Una sombra se aproxima, pero al tenerla enfrente lo único que puedo hacer es gritar al ver al monstruo de un solo ojo.
Grite.
Grite tan fuerte que el monstruo tapó sus oídos mientras también gritaba. corrí al otro extremo del calabozo.
—¡AYUDAAA!
Nunca dejé de gritar, mucho menos cuando la bestia abrió la reja y empecé a tirarle las piedras que había en el suelo.
—¡ALEJATE!
Pero el monstruo se acercó más y tache el fin de mi vida cuando me lanzo a sus hombros y caminó conmigo encima por la mazmorra.
—¡POR FAVOR, NO ME HAGAS NADA! BAJAMEEEEEE
—Ca...lla...te.
El monstruo habló, pero eso me alteró más.
Me lleva por un pasadizo aún más oscuro donde pierdo la visión.
Es la peor pesadilla que he tenido en toda mi vida.
Si no me mata el cáncer, me muero del susto al despertar.
Lo siento subir, subir escaleras y al seguir pataleando mis manos rosan con una pared de piedra.
Me duelen los ojos cuando la luz me enceguece. por un momento dejo de patalear admitirán el enorme y brillante lugar.
Parece la entrada principal de un castillo, lleno de puertas en el segundo piso con dos escaleras de cristal a los extremos.
Oigo bulla al momento de casi entrar a otra habitación. Como último intento desesperado por escapar jalo con todas mis fuerzas el cabello del cíclope que logra desestabilizarlo y tirarme al piso.
No espero más, huyo y corro como nunca en mi vida había corrido.
El monstruo me persigue detrás no me da chance de llegar a la salida y entro a la primera puerta que encuentro abierta.
Cierro con la idea absurda de que un simple pestillo lo detendrá. retrocedo sin apartar la mirada de la puerta.
La bestia comenzó a gruñir y golpear la puerta, en cualquier momento la rompe para comerme.
Le rezo a los mil ángeles, pero freno cuando choco con algo a mi espalda.
—Las duchas de mujeres está al otro lado.
Hablan a mis espaldas y la tensión se me baja con el hombre semidesnudo con una serpiente en su cabello negro.
—Y-yo... yo...
La lengua se me enreda, tengo la cabeza nublada y cuando pensé que nada podía ser peor, la puerta estalla con la entrada del furioso cíclope.
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Editado: 24.11.2024