Acabada la faena de los panes, el doctor llegó a la tienda y subió a la habitación para examinar a Fernando:
-Lo tuyo no viene del horno, ya tu cuerpo está agotado de tanto trabajar, tu sangre está ácida… y tu cuerpo no va a aguantar mucho, eso creo que ya lo sabes.
–Me preocupa mi hija, doctor, qué va a ser de ella cuando yo no esté.
̶ Yo soy solo un simple doctor, pero haga lo que haría cualquier padre que va a morir, casar a su hija con un hombre bueno y responsable para que no quede sola.
El doctor se levantó y le dejó sobre la cama una medicina para el dolor. Le recetó una cada día, para que durara unos días más. Al bajar las escaleras, buscó al rey Vlad y lo consiguió en el salón del horno preparando los panes:
–Mi rey, allá arriba hay un señor al cual usted me ordenó examinar y curar, pero él ya no tiene cura, le quedarán escasamente dos días de vida. El señor me hizo una pregunta muy peculiar… ¿qué va a pasar con su hija cuando él no esté aquí? Yo le comenté que lo mejor era casarla con alguien para que no quedara sola.
–Te agradezco mucho que hayas venido, con un gran dolor en mi alma me entristece tus palabras sobre la salud de mi amigo. Acerca de tu comentario hacia la joven Laura… ella está aún muy pequeña para tener un hombre a su lado que no sea su padre.
El doctor se fue y Laura se acercó a Vlad:
–Señor conde, ¿qué le dijo el doctor sobre la salud de mi padre?
–Te cuento si me prometes que me comenzarás a llamar tío Vlad y no me dirás más señor conde.
–De acuerdo, tío Vlad, ¿qué le dijo de la salud de mi padre?
–Que está un poco delicado, pero que pronto se repondrá –respondió Vlad con un tono poco creíble, pero con mucha ternura-. Si ya terminamos aquí, debes de acostarte y atender a tu padre porque mañana nos espera un gran día.
De camino al castillo, Vlad iba pensando en que su único y gran amigo estaba a punto de morir. Al llegar, encontró una inesperada reunión de guardias, sirvientes y algunos nobles, quienes aguardaban para conversar con él. Ese era un evento muy peculiar:
– Buenas noches a todos, pero creo que es un poco tarde para hacer una reunión.
–¿Y en qué momento podemos reunirnos si usted de día vende panes, al anochecer da una ronda al pueblo y en la noche cocina el pan? ̶ le dijo el jefe de la guardia real-.
– No llegué a ser el rey de este, que es MI pueblo, para liberarlo de la tiranía en la cual se encontraba, eliminando y empalando a cada enemigo de esta nación para que ustedes, creaciones mías, me vengan a decir qué tengo y qué debo a hacer.