El Portal De Tus Ojos

Capítulo 1: Apariciones y Visiones

Narra Aurora:

Corría con desesperación, aquellas horribles criaturas venían detrás de mi, el miedo me invadía. Entonces una espada cayó a mis pies, en ella estaba grabada la palabra "Fuego" ¿Qué significaba eso? No lo sé, tomé la espada y corrí lejos, entonces cuando llegué a un callejón sin salida y volteé las vi, esas criaturas estaban corriendo hacia mi, el miedo se apoderó de mi...

Desperté de un gran brinco, mi respiración era pesada y lenta, las distintivas gotas de sudor resbalaban por mi frente y el resto de mi cuerpo mientras mi pecho subía y bajaba con ferocidad debido a mi respiración dificultosa. Otra vez ese horrible sueño, desde que soy una niña he tenido fuertes pesadillas con criaturas mágicas, me levantaba con tanto miedo que mi madre me llevó a una psicóloga, el dijo que no era nada malo, que mi mente inventaba todo. Mi padrastro teme por mi, tantas noches levantándome llorando por esos sueños que él pensaba que tarde o temprano podría terminar volviéndome loca.

Me levanté de la cama cubierta en una pegajosa capa de sudor, fui directamente al baño y me di una ducha fría, cerré mis ojos al sentir el contacto con el agua, me resultaba tan placentero sentir el agua recorrer cada parte de mi cuerpo, sentir como mi cuerpo se relajaba con ella en cada milésima de segundo sólo para sentirme vigorizada luego de aquella deliciosa ducha. Mi cabello que se había adherido a mi espalda debido a la abundante agua que caía sobre él, comenzaba a ser un conducto del agua fría que recorría mi espalda haciéndome estremecer. Mi cabello no era tan largo pero si cubría una pequeña parte de mis hombros y espalda. Cepillé mis dientes, mientras mis manos sujetaban el cepillo mientras lo movía para limpiar cada rincón de mi cavidad bucal miraba mi rostro en el espejo, mis oscuros ojos reflejaban un claro sentimiento de cansancio y debajo de ellos habían unas ojeras prominentes que lo confirmaban. Esas pesadillas jamás me dejaban dormir. Salí del baño envuelta en la cálida toalla blanca enrrollada al rededor de mi torso cubriendo mis pechos y mis partes privadas. Me dirigí hacia mi armario y me vestí, unos jeans de corte alto, una camisa blanca con mangas largas, un par de botas de tacón, mi cabello suelto que caía como una cascada de ondas castañas, mi piel morena que brillaba con suavidad, mis ojos color cafés repletos de pestañas largas, mi nariz perfilada, mis cejas pobladas pero hermosas debido al arreglo que les hice y mis labios de un rosa cálido. Estaba acudiendo al gimnasio a entrenar, me encantaba lucir bien por lo que podría decir que estoy en proceso de ponerme en forma. Ayer en el Instituto me escogieron como una de las nominadas para ser la reina del baile de invierno. No era la más popular, sólo soy una chica normal con muchos amigos. Bajé a la cocina para tomar un pan de maíz y meterlo en mi bolso envuelto en aluminio rápidamente puesto que ya iba tarde a clases cuando la presencia de mi madre apareció de manera de asesino serial haciéndome saltar del susto

—Aurora, ¿Se puede saber a qué se debe tanta prisa? ¿No piensas desayunar?—Dijo mamá observándome con esa mirada autoritaria que sólo ella tenía, su cabello estaba recogido en una cola de caballo que bailaba con cada movimiento de su cuerpo, sus gruesos labios brillaban debido al labial que usaba esta, sus ojos color verdes tan brillantes enmarcados por sus pestañas cubiertas de rimel dándole esa mirada de top model, su piel bronceada y ese lunar en su cuello con la forma del mapa de Suramérica

—Lo siento mamá, voy tarde—Me disculpé. Entonces en ese momento entró mi padrastro, adoraba a ese sujeto, desde que tengo memoria ha estado allí para nosotras, nunca conocí a mi padre pero mamá dice que cuando cumplí tres años ella y Sam (mi padrastro), se mudaron juntos y desde entonces lo veo como a un padre

—Buenos días, Aurora—Me saludó este

—Buenos días y adiós—Le respondí

—Ohh—La voz de mi hermano Isaac se hizo presente, gruñí—¿Ya se despertó la bestia durmiente? ¿no vas tarde a clases princesita?—Isaac era mi hermanastro, su madre lo abandonó cuando el nació dejándolo con su padre Sam, él era un año mayor que yo y aunque pudiera ser el tipo más odioso y latoso que exista debía admitir que la Unión familiar me mantenía queriendolo mucho. Bueno, a veces, sólo a veces.

—No tengo tiempo para tus idioteces, Isaac, voy tarde. Adiós madre, adiós Sam—Me despedí

Afuera de la casa estaba el auto de mi mejor amiga Emma. Caminé hasta él y allí estaba está pintándose los labios mientras se veía en el espejo del retrovisor. Sonreí al verla

—Hola, Emma. Disculpa la tardanza—Saludé entrando al auto. Emma siempre fue mi mejor amiga desde la primaria, hemos tenido nuestras pequeñas peleas pero siempre ha estado allí para mi. Su padre fue novio de mamá cuando estos eran jóvenes pero nunca llegaron a algo serio, igual Emma y yo nos hicimos amigas. Su padre casi nunca está en casa debido al trabajo, su madre es doctora y siempre le tocan largos turnos en el hospital y ella siempre venía a mi casa y nos lo pasábamos todo el día juntas. Ahora que estamos grandes nos la pasamos juntas pero fuera de casa, ¿que cosas, no?

—Descuida, oye ¿no te dio tiempo de maquillarte? Estás pálida—Dijo está examinandome con la mirada

—La verdad no, menos con la fiesta de anoche, no pude dormir casi, llegué a las tres de la madrugada y encima tuve una fea pesadilla. Siento como si no fuese dormido nada

—¿Otra vez esas pesadillas?—Asentí. Emma tomó mi mano en señal de apoyo, ella ha estado allí siempre para mi incluso en mis peores crisis, realmente la adoro—Oye, ayer estabas muy borracha, nunca te había visto tan ebria—Dijo para cambiar de tema. Reí




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