El Precio De Lo Imposible

CONFUSIÓN

CONFUSIÓN

 

Fernando

La noche terminó bien, de alguna manera todos obtuvimos lo que queríamos, o bueno, casi todo, y es que esa chica no me dejaba de dar vueltas en la cabeza, su comportamiento, esa forma de hablarme como si quisiera huir de mí o algo parecido, había algo extraño en ella, es decir, era una niña a diferencia de mí, a juzgar por su apariencia no debía tener más de diecisiete o dieciocho años y yo tengo unos diez años más que ella y desde luego mucho más kilometraje, así que, ¿qué podía tener una niña como ella que me había llamado tanto la atención?, tenía un buen cuerpo, eso ni dudarlo, todo en ella era natural, no era el producto de costosas cirugía, simplemente era una mujer de una belleza natural, su voz sonaba como campanillas, era como sentir el agua fresca después de haber estado sediente por mucho tiempo, ¿quién demonios era ella?

- ¿En qué piensas guapo?

La voz de Rosalía me hizo regresar a la camioneta y a la triste realidad que eso conllevaba, la realidad en la que la mujer que iba a mi lado, no era mi chica mágica sino una vieja prostituta que sólo me veía como un enorme signo de pesos; de pronto su perfume, su voz, su piel, todo en ella me dio asco, me sentí asfixiado.

-Rosalía, creo que será mejor que te deje en tu casa, tengo muchas cosas que hacer ahora que el Charro me soltó su ruta y quiero empezar a trabajarla cuanto antes.

Ella me hizo una mueca de disgusto y sus manos ansiosas acariciaron mi pecho con la intención de abrirme la camisa buscando mi piel, pero ese tacto, esas manos, no podía soportarlo.

- ¿De verdad quieres dormir solo después de haber hecho tan buen negocio?, ¿no quieres que festejemos?

Al decir aquello sus manos fueron directo a mi pantalón y empezó a acariciarme por encima de la ropa y entonces la aparté con toda la amabilidad de la que fui capaz.

-Me encantaría, pero en serio, hoy no. Tengo mucho qué hacer.

Ella siguió tocándome.

- ¿Seguro?, yo sé que no deseas eso en verdad, vamos, te haré muy feliz y ya mañana podrás hacer todas tus cosas de negocios…, vamos cariño.

- ¡Rosalía, dije que no!, te dejaré en tu casa y no me estés jodiendo o te meto un plomazo, ¿entendiste?

 No era tonta, sabía bien que no bromeaba, así que se apartó de mí con mala cara y se retocó su feo maquillaje.

-Para haber tenido un buen día estás de un humor insoportable, es más, ni te molestes en llevarme a mi casa, déjame aquí, ahorita le digo al Ricardo que me venga a buscar.

-Haz lo que se te pegue la gana.

Perro detuvo la camioneta y Rosalía se bajó dando un portazo, en circunstancias normales eso le habría acarreado de menos una bofetada, no soportaba que me hiciera esa clase de escenas, sobre todo porque nos conocíamos desde hacía mucho tiempo y sabía perfectamente que cuando quería, yo la buscaba y cuando no, no y no me gustaba ser cuestionado, odiaba que se comportara como si fuera mi amante o algo parecido. Al tener lejos su sofocante presencia, pude nuevamente sumergirme en mis pensamientos hasta que llegamos a casa, el resto del grupo se había dividido para llevar al Charro y sus chicas al hotel más cercano y yo me había ido a casa, no tenía ánimo de estar con nadie, excepto con ella, pero de momento no sabía si era una ilusión o era real. Tenía que investigar más, saber quién era ella, de dónde había salido, quería, no, tenía que saber todo sobre ella porque no pensaba rendirme, ella iba a ser mía, aunque tuviera que congelar el infierno.

- ¡Perro!, ¡Perro!

No contestó, ni acudió de inmediato, me empecé a enojar porque normalmente estaba lo suficientemente cerca como para saber cuándo se le llamaba.

- ¡Pinche Perro ven acá o te van a llover los plomazos!

Ni siquiera yo sabía por qué estaba tan enojado de pronto, tenía lo que quería, probablemente iba a ser un negocio redondo y entonces, ¿por qué seguía pensando en esa niña?, no tenía sentido, más allá de eso, tenía todo lo que podría desear cualquier ser humano, podría tener a cualquier mujer, literalmente, la que fuera pero no, era ella la que tenía en la cabeza, no podía dejar de pensar en sus ojitos, en la forma de su boca que por algún motivo parecía triste, me estaba portando como adolescente y ni siquiera cuando fui uno me porté así, estaba demasiado ocupado aprendiendo del negocio como para dedicarme a jugar a los noviecitos y además, fue cuando mataron a mi papá y yo tuve que poner la cara para que no me quitaran lo que era mío, imagino que ella durante ese tiempo tuvo muchos novios, no era una belleza espectacular pero no era de mal ver, quizá más de uno tenía el corazón roto por ella y el simple hecho de pensar que yo podría pasar a formar parte de su lista me hizo estremecer pero no por coraje, sino de miedo, miedo de tenerla y perderla…, ¿qué?, ¿miedo?, yo no sentía miedo, entonces, ¿por qué la idea de perderla aunque no me pertenecía me había hecho sentir ese extraño vacío?

Perro entró corriendo con la camisa a medio abrochar, claro, debía haber ido a cambiarse para dormir porque hoy a él no le tocaba guardia, me sentí un poco mal porque más que mi empleado era mi amigo, pero para eso ya tendríamos tiempo, ahora mismo no recordaba por qué lo había llamado así que me saqué algo de la manga para justificar mis gritos, aunque no lo necesitaba, yo era el jefe y podía despertar a todo el puto mundo si se me pegaba la real gana.



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En el texto hay: el primer amor, narcos

Editado: 03.10.2021

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