LUCHA
Elena.
Luego de aquellos terribles eventos en el Hotel Pleamar que terminaron con un montón de niñas y sicarios y un capo muertos, se me hacía un poco absurdo seguir pensando en una fiesta de cumpleaños o una fiesta de graduación, sobre todo cuando había once niñas que no llegarían a tener más fiestas de cumpleaños, ya no iban a tener nada porque habían sido brutalmente ultimadas por hombres sin escrúpulos. No podía dejar de pensar en eso mientras Paula me hacía partícipe de los avances de cara a nuestro cumpleaños mientras su mamá le hacía los últimos ajustes a nuestros vestidos para la graduación que tendría lugar ese fin de semana.
-…Y bueno, obviamente hay que decirle a Roxana que nos haga esos deliciosos bocadillos que hizo para la fiesta del colegio, ¿te acuerdas?, no me acuerdo bien qué llevaban, pero de que eran deliciosos, eso que ni qué.
No había escuchado ni la mitad de lo que había dicho, así que sólo fingí que había estado poniendo atención.
-Sí, sí, no veo por qué no.
-También tengo pensado matar a veinte gatitos y colgarlos del techo mientras se desangran.
-Excelente, si tú crees que está bien…
- ¡Elena!, ¡e!
Chasqueó los dedos en mi cara y me sacó de mis pensamientos, me miró con mala cara y su mamá se rio, al parecer había pasado algo divertido mientras yo estaba en mi oscuro y depresivo lugar.
-Lo siento Pau, estoy cansada.
- ¿Mí, podemos terminar esto más tarde?, Elena y yo iremos a la plaza del malecón por un helado.
-Si, pero no se entretengan mucho, me da tentación que anden afuera sobre todo después de lo que pasó en el hotel ese, tengan cuidado. Llévate el teléfono de tu papá, cualquier cosa, llámenme.
La sola mención de aquello, hizo que me recorriera un escalofrío y que me dieran ganas de vomitar, sin embargo, tuve que controlarme para no evidenciar nada y tener que dar más explicaciones de que las que podía.
-Sí, mami- Paula pegó un brinquito para bajarse del banco el que había estado parada mientras su mamá ajustaba los bajos de su vestido y pasó junto a mí dándome un apretón en el hombro. – déjame quitarme esto y nos vamos.
Por primera vez en toda nuestra vida, Paula no se tardó horas en salir, creo que entendía que necesitaba salir del alcance de su madre para poder hablar con ella, cuando estuvimos lo bastante lejos de su casa entró en modo detective y empezó con el interrogatorio.
-Bien, empieza a hablar, casi me muero de la angustia y luego me hablas y me dices que estás bien pero que no me puedes decir dónde estás, pero te vi bajarte de una de esas camionetas y ni siquiera me llamaste para decirme que ya estabas en tu casa a pesar de que me dijiste que lo harías, ¿qué tienes que decir en tu defensa?
-Que fue uno de los días más confusos de mi vida, Paula, no tenía cabeza para nada y no sabía ni por dónde empezar, aún ahora no sé por dónde podría empezar a decirte todo lo que pasó ese día.
-Pues prueba a empezar por el principio, genio.
Nos metimos en un rincón del parque al que casi nadie reparaba para tener un poco de privacidad, pero, sobre todo, yo lo busqué para ocultarnos, no podía estar segura de que Fernando no hubiera mandado a alguno de sus matones a vigilarme y yo necesitaba hablar con mi amiga, trataría de no decir más de lo necesario para que ella no estuviera en peligro, pero tampoco que pensara que le mentía. Le conté todo, de “pe a pa” tratando de no omitir nada, cambié un poco el momento en el que me llevó a su casa, sólo le dije que me llevó a un pequeño motel en la carretera y que ahí estuvimos hasta que me recuperé lo suficiente como para volver a casa. Cuando terminé mi relato, mi amiga me miraba con los ojos abiertos de par en par, sorprendida, preocupada y entonces se echó a llorar y me abrazó tan fuerte que, de haber sido ella más grande y fuerte, podría haberle roto algo.
-Casi mueres por mi culpa, sabía que no debía dejarte ir, ay, por Dios, qué horror, casi te matan por mi culpa. Perdóname, perdóname, no sabía que era para eso, no debí dejarte ir sola…-los sollozos a penas la dejaban hablar y entendí su angustia, pero no tenía que pedirme perdón por nada.
-Paus, calma, no me pasó nada, estoy bien. Además, si hubieras ido tú, quizá no estaríamos ahora aquí, me salvó que fuera Fernando quien me encontrara, tranquila, no pasó nada.
-Pero…pero…esas otras chicas…las mataron…y, pudimos ser cualquiera de las dos.
-Lo sé, Pau, lo sé, pero no fue así, calma, además…hablé con Fernando y él me dijo que no fue responsable de esas muertes.
- ¿Y tú le crees? -preguntó soltando su abrazo para mirarme con una cara que reflejaba la más pura de las incredulidades.
-Yo…creo…creo que sí…-Paula me seguía mirando mal, como si me hubiera vuelto loca por lo que tuve que explicarme mejor – escucha, yo sé que parece una locura pero, tú no estabas ahí nena, cuando lo acusé de haberlas matado, sus ojos parecieron adoloridos y me dijo que él no había sido, que jamás había matado a una mujer, y que habían sido los hombres del Charro los que las habían matado, según me comentó, en su organización tiene prohibido matar mujeres y niños indefensos y ellas lo eran y en su mirada había tanta sinceridad que te juro que sé que no me miente, creo que no puede.