El presente de los miedos

Capítulo 13

No sabía cómo describir con precisión lo que esas palabras me hicieron sentir. Quizá podría expresarlo con una: especial. Y era raro, porque era yo la que me sentía en obligación de hacerle sentir así a él. Él pasaba por un momento delicado y yo creía saber cómo ayudarle a conseguir superar esa situación. Obviamente no lo sabía, pero lo intentaba. Mientras le miraba, con el taco aún en la mano, me sentía como un pequeño barco de vela navegando a contracorriente, solo que aún podía tomar la decisión de zarpar o no. ¿Por qué sentía esa absurda sensación? Él no me lo había pedido, y tampoco era mi responsabilidad. En teoría. No me había percatado de cuánto había influido la conversación que había mantenido con Brodie hasta ese momento.

 

—Bueno, te toca preguntar de nuevo —agregó, visiblemente incómodo por mi repentino silencio—. O si estás cansada podemos subir a las habitaciones ya...

 

—¿Te sientes agradecido? —pregunté—. ¿Por esta nueva oportunidad que te ha dado la vida?

 

Necesitaba saber aquello. Si su pregunta era negativa, giraría sobre mis talones y me iría. No de la habitación, ni en ese exacto momento del sitio, sino de su vida. Plantaría un punto final y haría caso a la opinión de Brodie.

 

Si por el contrario su respuesta era afirmativa, me quedaría. Me quedaría en su vida para lo que él quisiera. No podía mentirme, me gustaba su compañía. Verlo frente a mí me recordaba que, cómo le había dicho a Jasmine, los sueños podían curarse. Solo quería saber si Elliot en algún momento había deseado que lo hicieran.

 

Y mientras él pensaba su respuesta, me encontré con los dedos cruzados en mi espalda. Ansiaba una respuesta concreta. De repente mi corazón comenzó a bombear sangre con celeridad, y suspiré para intentar relajarme.

 

—Sí, estoy agradecido —Sus palabras me hicieron esbozar una sonrisa liviana—. Te estoy agradecido a ti sobretodo. La vida no fue la que donó médula para mí. Fuiste tú.

 

No importaba con quién estuviera agradecido, lo importante era que lo estaba.

 

Asentí delicadamente y retomé el juego, el cual concluimos una hora después. Yo había tenido la suerte del principiante, pues había conseguido meter todas las bolas, solo que la negra la había metido en el agujero incorrecto y eso le había dado la victoria a él.

 

Subimos por el ascensor charlando sobre la partida. Él se negaba a creer que fuera la primera vez que había jugado, y le saqué de su error. Había jugado cuando era niña, pero nunca había sido capaz de aprenderme las reglas y nunca había ganado. De hecho, seguía sin hacerlo. Cuando salimos del ascensor y ambos nos dirigimos a nuestras respectivas puertas, él dijo:

 

—Entonces, ¿cuál es tu respuesta para mi última pregunta?

 

Hice una mueca jovial con mis labios. Recordaba su pregunta, y también recordaba habérsela respondido, pero quizá solo había sido en mis pensamientos. Me sentí una tonta total por haberme ilusionado incluso antes de haberle dado una respuesta.

 

—Es un sí.

 

Elliot sonrió.

 

—Entonces pasaré por ti el domingo por la mañana.

 

—De acuerdo.

 

* * *

 

10 de mayo de 2014

 

Harmony, al dejarme en la puerta de casa, se fue lo suficientemente rápido para no darse cuenta de lo que sucedía. Ceñuda me acerqué, viendo cómo mis padres observaban a un hombre que no conocía trastear la cerradura de la puerta.

 

Mi madre fue la primera en girar sobre sus talones y verme.

 

—¡Josephine! —exclamó. Quiso acercarse a mí, pero mi padre la agarró de su brazo para prohibírselo—. ¿Dónde has pasado la noche?

 




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