Era una hermosa mañana soleada en la montaña Paos, con pajarillos cantando y criaturas de todo tipo saliendo de sus escondites nocturnos, mientras que muchas otros se iban adormir,y la luz del astro rey se coló por las ventanas de una modesta casa en la que vivía la familia de saiyajin
La luz del sol, con sus dos caras de siempre, se mostraba amable y pacífica entrando por las ventanas de la habitación, y para la joven extraterrestre era un poco molesto sentir aquellos rayos sobre su cara.
Esa luz era tenue pero no por eso dejaba de ser molesta, casi insoportable. Finalmente los orbes azules de la muchacha se abrieron (un poco deslumbrados por el brillo). Se cambió de posición en la cama para alejarse de esa luz, pero... observando cada cosa a su alrededor... ¿Qué hacia ahí? ¿Cómo...? Un momento... ¿Dónde estaba?
Se sentó en la cama pegando sus rodillas a su pecho, como si de esta manera se preparara para repeler cualquier clase de peligro mientras miraba en todas direcciones tratando de reconocer el sitio en el que se encontraba cuando unos débiles golpes en la puerta le llamaron la atención.
-¿Kalula? ¿Estas despierta?
Ella reconoció esa voz... Se trataba de…
–¿Kalula?
-¡S-Sí! – ella contestó.
De repente la puerta se abrió.
-Buenos días – dijo al tiempo que entraba la mujer y lo primero que hizo fue sentarse en la cama junto a la invitada – ¿Cómo estas? ¿Te sientes mejor?
Kalula iba a responder cuando sintió que Milk colocaba una mano sobre su frente, tomándola por sorpresa.
-E-estoy bien... – respondió tímidamente haciendo que Milk sonriera.
-Perfecto – le dijo – por cierto, el desayuno esta casi listo, así que date prisa – y con una última sonrisa salió de la habitación.
Como lo había dicho Milk, el desayuno estaba casi listo y los hambrientos saiyajin de la casa fueron los primeros en aparecer en la mesa.
Kalula aún sentía que era un estorbo para esta familia, no sabía nada de ellos y no comprendía porque eran tan amables con ella si no la conocían… Es más, prefería que no supieran quien era en realidad, no quería volver a recordar como era su vida antes de llegar a la tierra aunque fuera por un efímero segundo.
Cuando ella apareció, el desayuno ya estaba servido en la mesa y cierto saiyajin…
-¡Hola kalula, buenos días!- le saludo Goten con una sonrisa y la tomó de la mano – ¿Cómo amaneciste hoy?
-Un poco mejor…- le respondió
-Siéntate a desayunar con nosotros – le dijo goku comiendo
-Papá, déjale algo a Kalula ¡No te comas todo! – le pidió su hijo mayor.
-No te preocupes Gohan – intentó calmarle su madre – conozco bien a tu padre como para saber que arrasaría con todo en la mesa así de rápido.
Gohan rió nerviosamente ante el comentario y el gesto heroico en el rostro de su madre... a veces las madres daban miedo.
La chica caminaba algo encorvada, pues el pequeño Goten aún tenía cogida su mano.
-¡Siéntate conmigo! – Le dijo – ¿Sabes? Hoy va a venir Trunks a jugar, ¡va a ser divertido! Desde que Gohan tiene novia no ha podido pasar tiempo con nosotros – esto último lo dijo con un deje de fastidio y algo de tristeza… – pero ahora que estas aquí ¡Podremos divertirnos! – terminó con una sonrisa de oreja a oreja.
Ya era medio día, Kalula se hallaba sentada sola en el césped mientras observaba casi inexpresivamente al pequeño que le contaba sobre sus juegos y "aventuras" en compañía de su amigo Trunks (que había llegado al terminar el desayuno) con una gran sonrisa.
Cuando terminaron de hablar,quisieron ir a "jugar" un poco mas lejos de la casa de Goten pero Kalula, de alguna forma verlos divertirse, le producía un sentimiento de...nostalgia.
El sentimiento aumentaba más y más cada vez que los veía en sus juegos, riendo sonriendo, parecían tan felices. Si, felices a pesar de que sus juegos fueran un tanto... violentos... una pelea por aquí y otra por allá, pero, parecía que se divertían...
No podía seguir viéndolos, sus ojos azules estaban un poco acuosos y por temor a ser descubierta por los niños decidió bajar un poco su mirada pero…
-¿Kalula? – Ella lo miró – ¿Qué te pasa? – le preguntó Goten con ligera preocupación.
-No es nada… – respondió débilmente tratando de ocultar ese sentimiento en sus ojos, esa sensación de estar viendo una vida ya pasada otra vez... allá en un tiempo en el que parecía que era feliz.
-Entonces ¿Porqué esa cara? – le preguntó el otro niño
-Es solo que…- balbuceó ella
-¡Anda, dinos! – le insistió terco
-Verlos divertirse de esa forma, me recordaron a mis hermanos jugar juntos…
-¿TIENES HERMANOS?– repitieron a dúo
-Si… – ella respondió casi en un suspiro.
-Nunca nos dijiste que tenías familia – dijo Goten sentándose a su lado – ¿y cómo son? – preguntó nuevamente.
-¿Cuántos tienes? – Cuestionó Trunks
-Somos 5 hermanos.
-¡Qué envidia! – Expresó Trunks con un leve puchero – no sabes lo horrendo que es ser hijo único.
-Descuida – lo consoló su amigo – pronto tendrás un hermanito con quien jugar – le sonrió.
-No tienes idea de lo aburrido que es vivir solo en una casa enorme! – él se cruzó de brazos en un gesto de inconformidad.
-Pero no estas solo, tienes a tus papás, a tus abuelos y a todas tus mascotas – le apuntó Goten
-¡No es lo mismo! – le señalo el otro – kalula, ¿Me prestarías a alguno de tus hermanos algún día?
-Tal vez, eso creo…
-Dinos una cosa – prosiguió Trunks – ¿donde están tus hermanos? Me parece extraño que no estén contigo
-No lo sé… – respondió ella algo triste.
-Pues, seguro que se quedaron en su planeta, ¿no? – Agregó Goten ingenuamente.