El primer amor

"La semilla que se convirtió en flor"

-¿Dónde estoy? —Preguntó somnoliento, intentando incorporarse al tiempo que entreabría los párpados para recibir una fuerte luz cegadora.

Reparó que donde se encontraba era un sitio en el que nunca había estado antes. Era un lugar azarosamente luminoso y no hallaba ninguna pared que delimitara la habitación. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, pudo ver las piernas de alguien que se acercaba lentamente.

—Tú eres Piccolo ¿Verdad?. —Oyó decir una voz.

-¿Quién quiere saberlo?- inquirió desafiante.

Levantó la vista y se encontró con un rostro que jamás había visto: Aquella figura tenía ojos azules, orejas puntiagudas, piel verde agua y cabello verdoso. Era alto, corpulento y poseía unos rasgos que lo hacían ver un hombre mayor y maduro.

Abrió los ojos de par en par. Era idéntico a Kentaro, solo que una versión más... Adulta de él.

—¿Usted es...?- intentó preguntar. 

Éste asintió, adivinando su cuestionamiento.

-¿El... Padre de Kalula? —Se sobresaltó, poniéndose de pie.

—Deberías mantenerte quieto —Le aconsejó con aquel tono protector que solo los padres podían reproducir.

Sin embargo, éste no pareció reparar en sus consejos.

—¿Qué está haciendo aquí? —Preguntó sin comprender, palpándose el rostro para comprobar si aún era de carne y hueso. Tenía entendido que ese hombre estaba muerto.

Keitaro nunca lo había visto tan preocupado, por lo que se echó a reír.

-¿Qué es lo gracioso? —Preguntó de pronto molesto, frunciendo el ceño.

Lo contempló, aún sonriendo. Ese nameku tenía casi el mismo temperamento que Kojiro.

—Hacia tiempo que quería hablar contigo —Lo tranquilizó caminando alrededor de él—. Estás inconsciente, atrapado en unas lianas. La pregunta aquí es otra y debería hacerla yo.

Piccolo aguardó expectante.

—¿Por qué estas haciendo todo esto? —Inquirió mirándolo con seriedad.

El guerrero abrió los ojos de par en par.

—¿Qué por qué estoy haciendo todo esto? —Repitió ligeramente incrédulo—. Ni siquiera sé dónde estoy.

Keitaro consideró lo desorientado que se debía sentir.

—Estamos en tu inconsciente. Tu mente te ha llevado a este limbo que se encuentra exactamente entre la vida y la muerte para conversar conmigo. — le dijo. Y considerando el limitado tiempo que tenían, aquel panorama no sonaba muy alentador.

—¿Conversar con usted? —Susurró para sí mismo frunciendo el ceño, intentando descifrar qué era exactamente. 

Ese hombre lo esperaba mirándolo con aquella misma mirada apática que el arquero también poseía.

-No tengo nada que decirle, pierde su tiempo.- respondió tajante

Sin embargo, el etherion no estaba convencido de ello y lo miró con una sonrisa divertida.

-Yo estoy muerto, no existe el tiempo para mi- el nameku soltó un gruñido molesto y adquiriendo una expresión más seria, dijo- pero para ti es apremiante.

-¿Qué quiere decir?

-Disculpa que te diga esto pero, ¿Por qué preguntar algo, cuya respuesta ya conoces?

Éste frunció aún más el ceño, ahora sabía de donde había heredado Kentaro su don de la percepción. Era imposible engañarlo.

-Es complicado...- sintetizó, apartando la mirada. 

Entonces, una duda lo asaltó de repente.

— Oiga...

-¿Si? —Sus serios ojos azules se clavaron en él.

-¿Esta en el cielo? —Preguntó con su acostumbrada seriedad— ¿Pudo encontrarse con su esposa?

Keitaro entrecerró los ojos, contemplándolo con un brillo de ternura.

—Claro que sí pero cuando se entere de que hablé con Enma- sama y que me escapé, no será de su agrado —Suspiró con cansancio— Me estoy preparando mentalmente para las millones de preguntas que vendrán cuando me reciba nuevamente.

Piccolo solo parpadeó, impávido. Ciertamente no sabia como hablarle pero tratándose de la figura paterna de la joven, sentía un gran respeto hacia él sin saber porqué. Quizás por el hecho de que había sacrificado su vida por proteger a Kalula, la primera chica que había cautivado su corazón y eso era mas que admirable.

Por lo poco que sabía, tenía entendido que se trataba de un hombre leal, valiente, confiable y muy fuerte.

-Cuando volví a encontrarme con ella recordé lo preguntona que era —Suspiró con agotamiento, Piccolo lo miró con curiosidad. Luego, le sonrió cerrando los ojos— Fue entonces que comprobé que me encontraba en el cielo.

Piccolo solo abrió los ojos. Fuera de su semblante serio y estricto, al parecer ese hombre tenía un lado romántico y tierno... ¿Acaso eso era producto del amor?

-Y mas allá de eso, jamas pensé que también tuvieras el mismo gusto que yo por las mujeres —Le dijo con algo de picardía, causando que el guerrero se ruborizara ligeramente y apartara la mirada, algo incómodo.

Lamentablemente Keitaro nunca había tenido la famosa "charla" entre padre e hijo, ya que falleció antes de que eso sucediera pero ahora que tenía la conversación entre padre y "futuro yerno", no sabía muy bien cómo reaccionar al respecto pero... Podía percibir que aquel namekusei era una buena persona y que claramente, sentía algo muy especial por su pequeña Kaila.

—Hace tiempo que no te observo, por lo que no estoy al tanto de tus nuevas noticias, Piccolo. Pero me he enterado que te has enamorado de mi hija… ¿Verdad?

Piccolo tragó saliva. Sin saber porqué, se sentía un poco asustado.

—¿Pueden observarnos? —Se sorprendió—. Los muertos, quiero decir…

Keitaro solo asintió, siendo esa su contestación.

El nameku intentó aparentar estar serio y tranquilo, pero los eventos que ocurrieron recientemente entre él y la joven no lo ayudaban mucho. Había escuchado que los padres se mostraban muy "sobreprotectores" con sus hijas y si los había estado observando, no le extrañaría si estuviese enfadado con él ahora mismo. Era más que comprensible.



#6191 en Fanfic

En el texto hay: comedia, peleas, accion y amor

Editado: 09.04.2021

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