Un silencio helado y abrumador reinó en el campo de batalla por unos cuantos segundos. Algunos observaban la escena con expresión compungida y otros, horrorizados.
Piccolo, quien se hallaba encerrado en una prisión de agua, golpeaba con todas sus fuerzas contra una de las paredes de cristal. Le costaba aguantar la respiración, si no hacía algo pronto sus pulmones se llenarían de agua y se ahogaría.
Continuó golpeando hasta que una pequeña fisura apareció en la pared y con la presión del agua saliendo con fuerza, una gran grieta se abrió haciendo que la prisión se rompiera en pedazos.
Cayó al suelo completamente mojado, empezando toser y a tomar aire a bocanadas desesperadas. Jadeaba, intentando normalizar su respiración y al alzar la mirada...
-¡Kalula!- abrió mucho los ojos tras ver su estado y posición, no se movía de su sitio.
Su ki había disminuido considerablemente, era muy débil que apenas emitía energía. Lucia pálida, su piel había perdido calidez y brillo, su respiración era lenta, casi asfixiante, su cuerpo mostraba múltiples heridas y sus ojos estaban opacos y nublados.
-Por fin obtuve lo que tanto quería, ahora...
Caminó unos cuantos pasos hasta ella, observándola con desdén.
-Cobraré mi venganza.
Sus cabellos azules comenzaron a moverse por sí solos hasta que tomaron forma de lanzas.
-Muere...
-¡Detente!- gritó una voz de repente, éste se detuvo girando su mirada- ¡Akuma, no la apartes de nuestro lado!- cayó de rodillas el judoca
El etherion de la melena se acercó por detrás, con pasos algo temblorosos.
-Entiende, ella es muy importante para nosotros...- un quejido suave se escapó de sus labios.
Sin embargo, el darkathan permanecía inmutable sin cambiar de opinión.
-Kalula ha hecho algo... que nosotros no habíamos podido desde hace mucho tiempo...- continuó el esgrimista, tratando de levantarse.
-¿Pero qué están diciendo? Ésta chiquilla es incapaz de hacer algo por alguien, ni siquiera puede brindar algo que sea de utilidad...- comentó con crueldad.
-Se ve que aún no lo comprendes- interfirió el arquero, cabizbajo- lo que Kalula ha hecho...- alzó la vista, con firmeza- ¡Es volver a unirnos como familia!
-¿Unión?
Esa palabra causó una sensación particular dentro de él hasta que su mente, le trajo recuerdos de aquella vez que tenía a Kala entre sus brazos.
Es verdad, en aquel entonces había dejado de ser un monstruo cruel y despiadado por ella, que solo peleaba para hacerse mas fuerte, mataba a sus oponentes por placer y anhelaba el poder de un Dios.
Sin darse cuenta, Kala se había vuelto alguien especial para él ayudándole a afrontar aquellos malos recuerdos que lo atormentaban. Con el paso del tiempo, había aflorado en él un sentimiento que jamás creyó que sentiría alguna vez y que inevitablemente, crecía un poco más.
Le era molesto, trataba de ignorarlo y no darle importancia pero era como una fuerza muy superior a él que terminó perdiendo pese a sus esfuerzos hasta que llegó el punto de querer unirse con ella para siempre.
-"En ningún momento lo dudé, al ver a Kala tenia deseos de volver a la aldea y vivir con ella, tenia deseos de vivir así..."
Éste soltó un gruñido, era un gruñido casi animal, apartando aquellos recuerdos de su mente.
-Kalula, definitivamente no puedo dejarte convida... ¡Muere!
Los guerreros soltaron alaridos, no llegarían a tiempo para protegerla... La sangre salpicó...
-¡Tú!
El nameku se interpuso entre él y la etherion, usando su propio cuerpo como escudo. La sangre tibia caía sobre el suelo.
-Te dije... ¡Que no te atrevieras a tocarla!- espetó con severidad y con una mirada fulminante.
El darkathan pudo percibir furia en sus ojos oscuros.
-¡Entonces, acabaré contigo primero!- estaba enojado, como detestaba que interfirieran en sus planes.
El nameku giró su mirada como pudo hacia la joven, quien aún permanecía inmóvil respirando lentamente. No estaba seguro si podía verlo pero sabía que podía escucharlo y soltó...
-Te protegeré con todo lo que tengo...
La joven cerró sus ojos, entre lágrimas. El broche vibró una vez, con fuerza.
En un momento había olvidado el lugar de la batalla, ahora se encontraba en un mundo extraño, sombrío y algo lúgubre.
No había imágenes ni se escuchaba voces, solo habitaba la oscuridad y un incómodo silencio en el ambiente mientras que flotaba en forma descendiente en el vacío
-Kalula...- le llamó una voz suave
Ella parpadeó lentamente, recuperando la visión. De pronto, una pequeña pero cálida esfera de energía apareció por encima de su cabeza.
-Kalula...- le volvió a llamar
-Su alteza...- murmuró, en un hilito de voz
-Mi valiente guerrera, ¿Te has dado por vencida?
Ella sonrió débilmente, con cierto deje de tristeza.
-Akuma, me ha quitado todos mis poderes y la llama del dragón. Sin ellos, no puedo hacer nada. No puedo proteger a nadie y ya no tengo fuerzas para seguir peleando...
-Estás equivocada. Si fuera así, no estaría hablando contigo en estos momentos.
Ella abrió un poco más los ojos, entonces ¿Cómo es posible que pueda comunicarse con la diosa? Pero no iba a detenerse a averiguarlo.
-¿Qué está haciendo aquí?- no comprendía
-He venido para hacerte recordar algunas cosas...
De pronto, varias escenas desfilaron frente a sus ojos, como si un proyector estuviera reproduciendo una película en aquel espacio oscuro y vacío.
Estaban ella y Piccolo, el primer día que se habían conocido, cuando piso por primera vez la corporación cápsula… Seguido de esta, aparecieron sus primeros días de convivencia, en la que no quería que ningún terrícola se le acercara y quería huir de ellos.
El nameku tenía una actitud muy intimidante para ella y sus conversaciones se basaban solo en el enemigo que, en aquel entonces, era un misterio.
Su primer dia de entrenamiento, el cual le había resultado sumamente embarazoso, dado que ni siquiera sabía volar por los cielos y Goku se había tomado la molestia de enseñarle lo básico. Luego su enfrentamiento con Goku, Gohan, Vegeta y Piccolo, quienes los considera sus maestros.