¡Es imposible!, se supone que las bestias se detienen en la frontera- se quejo Kian mirando a su guardia
Eso se creía, su majestad. Pero han atacado el pueblo, los guardias ya están ahí.- explicó él, tratando de mantener a raya sus celos por lo que había visto antes con el príncipe del otro reino y su príncipe
Diosa...- murmuro el albino, paso una de sus manos por su cabello- bien, iré con ellos.- dictaminó sin dudar, para así salir de la cocina, no era un Príncipe cobarde que se ocultaba entre la seguridad del castillo, el era de los que salían al frente para luchar para proteger su reino. Igual que su padre
¡Su majestad!- llamo preocupado, siguiéndolo-, el rey pidió que lo escoltara a su habitación temiendo esto- siguió rápidamente
No obedecerá tal orden- gruño el albino, yendo al área de entrenamientos para buscar su espada y su caballo
¡Podría tener problemas!- intento detenerlo
Asumire todas las consecuencias, tu no te meterás en problemas.- calmo el príncipe
Al llegar a la zona de entrenamientos se fue directamente por su espada y su funda, se quito la capa dejándola en algún lado del suelo del campo para así ir a los establos por Lluvia, su yegua
¡¡Su majestad!!- intento detenerlo, Kian le dedico una mirada fría
No me retengas más, Nelecar, es una advertencia.- gruño, se subió a su yegua apenas su guardia lo soltó, el príncipe de Calia partió directamente al lugar del incidente, podría necesitar su ayuda, podría su padre salir herido. Su madre se pondría muy deprimida si eso pasará
Nelecar apretó la mandíbula, se quejo entre dientes y corrió al interior del castillo otra vez, subiendo las escaleras a grandes pasos para llegar a la habitación del príncipe Lorcan, tocó la puerta con la desesperación latente
¿¡Qué pasa!?- se quejo Lorcan saltando de la cama, apenas comio lo que había llevado, se acomodo entre las suaves mantas y se durmió profundamente al estar demasiado cansado
¡Príncipe Lorcan!- se quejaba Nelecar sin dejar de golpear la puerta
Diosa...- murmuro mareado por el sueño, y por haberse levantado de tal forma. Bajo de la cama y se fue a la puerta abriendo esta, el chico paso caso de paso hacia el interior de la habitación cuando el abrió, cayéndo prácticamente encima del pelinegro
Lorcan se tenso de inmediato y lo tiro de su lado, asqueado
Príncipe Lorcan- lo miro. Hizo una reverencia, para luego, ponerse de rodillas frente a él- por favor, detenga a su majestad Kian...- rogó
Eran demasiadas bestias de alto rango las que estaban por el pueblo, era demasiado riesgoso ir sin un mago, mago que no tenían disponible en Calia en esos momentos
¿De que demonios hablas?- se quejo, Nelecar elevo la mirada
De eso mismo, ¡Demonios!- se quejó, causando que el rostro de Lorcan perdiera el color- El pueblo está siendo atacado por demonios de rango seis y ocho, el rey está en la batalla con su escuadrón, y el príncipe Kian salió hacia su encuentro para ayudar- explicó entre palabras torpes
Imposible... Ca- Calia esta libre de demonios...- se quejo, incrédulo
¡Eso se suponía!- se quejo, de rodillas frente a Lorcan- por favor, detenga a su majestad...- murmuro, se había tratado su orgullo, pero preferia eso a ver herido a la persona que más amaba
Lorcan ni siquiera lo pensó dos veces, salió corriendo de la habitación, descalzo, en pijama, y con el corazón pitandole en los oídos
¿¡Demonios!?
Imposible, no podían haber tales bestias en Calia. Todas eran frenadas por magos en la frontera, no pasaban del bosque al pueblo... eso era lo que sabia, eso era lo que tanto le envidiaban otros reinos a Calia, sus recursos de magos, Calia era la tierra bendecida que tenía la cantidad de personas llenos de poder mágico en los cuatro reinos
Corrió como si su vida dependiera de ello, ni siquiera sabía a dónde iba
Sus pies dolían por las piedras y estillas que se enterraban en sus pies, su piel perlada del sudor, su cabello negro pegado en su frente por la humedad, sus ojos verdes ardiendo al tenerlos llenos de lágrimas... estaba aterrado, ¿y si algo le ocurría a Kian?, ¡No podía pasarle nada a Kian!
No supo en donde estaba, conocía muy poco Calia aún, pero el humo de un lado del pueblo, los gritos y las llamas lo guiaron. Sus pies estaban heridos, sus pulmones ardian por la corrida, sus piernas temblaban cansadas y adoloridas
Busco con la mirada a Kian, ignorando el caos en su al rededor, sentía la necesidad latente de verlo, de palparlo, de saber que estaba bien. Y aún más importante, sacarlo de ese círculo de destrucción que estaban ocasionando las bestias
Esquivo a los guerreros, a los plebeyos, esquivo incluso a las bestias, su misión era encontrar a Kian. Sacarlo de ahí, eso era lo que le repetía su cabeza, una y otra, y otra, y otra vez con necesidad. Cada vez, más fuerte que la anterior
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Editado: 19.11.2024