El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 34: "El palacio de Hades"

La muerte.

Nunca en la vida pensé estar tan cerca, cerca del ser mítico que se lleva nuestras almas y sobre todo ser testigo de cada cosa que estoy viendo ahora mismo, los susurros que retumban en mis oídos me escarapelan la piel, el frío eléctrico que envuelve mi cuerpo entumido a pesar de ver un palacio a lo lejos envuelto en fuego, el lugar es más que cálido, quizá podría sentirse como estar algo cerca del sol, a un punto en el que todavía puedes existir pero deseas desesperadamente arrancarte la ropa.

Me encuentro desesperada y sufriendo conmigo misma por lo que mis ojos observan, lo único que puedo sentir son miles de años de carga sobre los hombros es el lugar más aterrador y horrible que veo, estoy parada como una estaca, sin poder moverme enfrente de un mar de almas. Sí, un mar de almas, como lo han oído, suena ridículo y a la vez mágico pero más que todo eso es aterrador, puedo ver mi reflejo en las aguas a pesar de ver almas transparentes de miles de personas flotar ¿Qué clase de mundo es este? ¿Realmente me encontraba viva o ya estaba muerta? Estaba dudando de si ya había perdido la vida en la lucha por mi Desmont.

—No se dejen engañar— Dionisia al parecer ya notó que estoy en algo parecido a un shock— Vasilisa todavía sigues viva, no te dejes engañar por el poder del inframundo.

Trago saliva con dificultad todavía sin poder apartar la vista del mar de almas infinitas.

—Hasta a mí me resulta algo perturbador lo que estoy viendo— comenta Báthory.

—Debemos permanecer juntas querida hija, el amor es lo único que nos mantendrá con vida siempre, no lo olvides— la reina coge la mano de su hija— pase lo que pase quiero que sepas que poseí la vida perfecta cuando los tuve a tu hermano y a ti.

Un barco pequeño de madera se detuvo enfrente de nosotras, una mujer de cabellos negros y un vestido blanco con los ojos vendados era quién dirigía el barco, no sé exactamente quién es ni mucho menos como es que ahora mismo nos tiende la mano como esperando algo a cambio.

La reina Dionisia le da tres monedas extrañas, parecen de oro aunque no podría confirmarlo ya que no alcanzo a verlas con más claridad puesto a que la mujer de ojos vendados entrecierra su mano y sigue cogiendo un remo de madera arcaico.

—Adelante, no quiero que se asomen tanto al borde— Dionisia es la primera en subir al bote seguida por Báthory y por mí.

Los pies casi me fallan, mis piernas se han tambaleado tras montarme en el barco, de pronto este se desliza por las aguas tan lento que dudo de que alguna vez podamos llegar al palacio de fuego, me mantengo con los pensamientos perdidos todavía incapaz de articular siquiera alguna palabra ¿Dónde estaría Desmont ahora? ¿Estaría en aquel lago de almas infinitas por las que estábamos cruzando ahora mismo? Mi cuerpo reacciona antes que mi cerebro y hago lo primero que la reina dijo que no debíamos hacer. Me asomo al borde del bote para ver las aguas, no está mi Desmont por ningún lado y cuando me quiero hacer para atrás una de las almas me coge de la mano, me quedo perpleja y más quieta que una estatua al ver como coge mi muñeca, transparente, una mujer que me mira rogándome que la ayude seguida de algunas cuantas otras almas más que se empiezan a amontonar a mi alrededor en busca de cogerme de alguna otra parte de mi cuerpo.

Un fuego azul escarchado recae sobre ellas haciendo que se retiren en contra de su voluntad y que aquella mujer soltase mi muñeca, retiro mi mano atemorizada de inmediato y me alejo lo más que puedo del borde.

— ¿Estas bien Kat?— Báthory ha sido quién me ha salvado la vida.

Por poco me llevaban con ellas al fondo de aquel mar, no era por nada pero sentía deseos de querer regresar al mundo real, no obstante, prefería pasar por esto y por muchas cosas más si era la única manera de recuperar a Desmont.

Asiento con suavidad todavía sumergida en mis propios pensamientos.

Lo único que quería era estar nuevamente con Desmont, lo echaba de menos tanto que siento con tanta falta su presencia, el anhelo de poder verlo y tocarlo me invaden como si se tratase de alguna ansiedad repentina que siento ahora mismo.

De momento hemos llegado, eso fue rápido y extraño por la manera en que avanzamos en aquel bote, Dionisia es quién desciende primero seguida por la princesa y luego por mí.

—Hemos llegado, estamos más cerca de Hades— Báthory se queda temerosa y lo noto por el tono tembloroso de su voz.

Sin embargo ninguna dice más y subimos los escalones del palacio que está envuelto en llamas, el lugar se siente más que un simple cálido y cuando siento más deseos de arrancarme la ropa con necesidad nos vemos envueltas por una burbuja de agua que nos mantiene frescas y lejos de poder tener alguna quemadura. Ni siquiera debía preguntarme cómo era posible ya que tenía en cuenta de que la Diosa Dionisia era la Ninfa del agua, probablemente ningún otro ser humano sin poderes míticos podría siquiera anhelar cruzar el inframundo de Hades.




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