El profesor sustituto

Capítulo 4

 

El cabo Fuenzalida- que era el que estaba a cargo del caso Martínez- inició una investigación mucho más profunda sobre la muerte de la víctima, en los primeros días de abril. Para esto, estaba seguro de que iba a necesitar del testimonio de muchas personas para poder llegar al fondo de la verdad. Comenzando por los estudiantes del colegio Sagrado Corazón. Se dirigió hasta ese lugar dentro de su vehículo año 2015, con neumáticos recién instalados, color café oscuro y uno que otro adorno barato colgando al lado del espejo retrovisor. Después de estacionarse frente al colegio, apagó el motor y dio una mirada profunda hacia la enorme cantidad de estudiantes jugando y conversando a eso de las 9.40 de la mañana. Esperaba que su presencia no los incomodara en absoluto.

Cinco minutos después, el teniente Barrientos avanzaba por la entrada del colegio católico. Iba vestido con el típico uniforme verde oscuro,

 A su encuentro, salió el director. Le sorprendía ver al policía dentro de su institución, más aún sin una cita agendada.

-¿En qué le puedo ayudar?- preguntó el director, un hombre alto, con treinta kilos de sobrepeso y con voz ronca. El funcionario de Carabineros le comentó que venía a conversar sobre la muerte del profesor Martínez.

-La última vez que vino hasta acá le dije todo lo que sabía sobre él. Por favor, váyase por donde mismo vino hasta aquí. Tengo mucho trabajo que hacer.

-<<¿Acaso me está evadiendo? >> pensó el policía para sí mismo. En vez de decirle eso, le dijo:

-Lo siento, pero aún tengo varios asuntos que conversar con usted, director. Tome asiento, por favor.

El timbre del término del viernes sonó, como siempre, a las 13:15. Los estudiantes salieron con rapidez del salón de clases. Cargando sus mochilas y los libros de estudio, Emilia López se quedó unos minutos conversando con sus amigos: Diego y Carolina, sobre el extraño comportamiento que estaba teniendo el profesor Rodríguez. Llevaba varios días hablando con voz temblorosa y cada vez que el director u otro profesor del colegio entraba al salón de clases, empezaba a tiritar y a mirar a todos lados, sintiéndose muy nervioso.

-Creo que ese profesor está escondiendo algo, pero no lo quiere decir. Que extraño. ¿No crees, Carolina? – preguntó Diego, desviando su mirada hacia la chica blanca, de pelo negro y ondulado.

-Ya les dije a los dos. Lo mejor es que no nos metamos en su asunto- le respondió, mirando a Emilia y Diego, simultáneamente.

-¿Acaso no te interesa saber del pasado del profesor?- le preguntó el chico a Carolina. No lo sé, le dijo ella.

-Si quieres averiguar en qué problema está metido el profesor, cuentas con todo mi apoyo- intervino Emilia. Diego le sonrió de inmediato.

Unos pasos más al fondo del pasillo vieron pasar al profesor Rodríguez. Iba con una cara de pocos amigos y con un aire de: ¿Qué me ven, estúpidos? Apenas cruzó la mirada con los estudiantes de último año. Carolina les advirtió que el profesor le parecía un hombre peligroso, con el que no debían involucrarse.

-Pues, mucho mejor para nosotros- le dijo Emilia a su mejor amiga. Le escuché decir detrás de la puerta de la oficina en la que lo estaba interrogando el policía, que no se acuerda dónde estuvo la noche que asesinaron al profesor Martínez. Diego la miró de pies a cabeza, como si hubiera descifrado los pensamientos internos de su amiga.

-Esto se pone cada vez mejor- dijo Diego. Carolina, por su parte, lanzó una mueca, muy enojada.

A la semana siguiente, los tres estudiantes que estaban más involucrados con el caso del profesor de matemáticas se dieron cuenta de que había cambiado por completo su estado de ánimo; se notaba que no había dormido en varios días, sus ojeras se habían profundizado bastante y cada vez que un estudiante se acerca a él para preguntarle qué le pasaba, tomaba un sorbo de café y le decía que se devolviera a su asiento. Este repentino cambio en el profesor encendió una luz en la mente de Emilia. ¿Acaso tenía miedo de que lo atraparan por algo? ¿O sólo era un ataque de insomnio?

-Emilia López- le dijo de pronto el profesor Rodríguez, mientras jugaba con los dedos sobre su escritorio – pase a la pizarra, por favor. La estudiante pasó tímidamente por el pasillo y se colocó frente a la pizarra, sin la menor idea de que tenía que hacer.

-Quiero que resuelva este ejercicio, señorita López- dijo el profesor, mostrándole una página del libro de estudio. Emilia se acercó unos pasos hacia el profesor para poder ver qué ejercicio era, luego se dio vuelta y lo resolvió en menos de cinco minutos.

El profesor le alabó por su inteligencia, le pidió el plumón y la envió a su asiento.

-Profesor, ¿por qué no nos cuenta que le está pasando? Con mis amigas llevamos varios días viéndolo más cansado de lo normal- preguntó Diego, refiriéndose a Emilia y Carolina.

-¡Silencio! No quiero que me vuelvan a hacer esa pregunta otra vez. Si escucho de nuevo esa maldita pregunta, los mandaré a todos a la oficina del director- gritó el profesor, muy enojado y un poco más nervioso de lo habitual.

La clase se quedó en silencio por más de veinte minutos. Ninguno de los compañeros de Emilia se atrevía a decir una palabra. Mientras tanto, el profesor se dedicó a corregir las pruebas de la semana pasada y cuando terminó de colocarles la nota a cada uno de los estudiantes, juntó los papeles, los puso en orden alfabético y fue llamándolos, uno por uno. Después de cinco minutos, le tocó el turno al pequeño grupo de Emilia.



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En el texto hay: misterio, asesinato, venganza

Editado: 14.06.2020

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