Cuando Felipe Rodríguez había ido a conversar al cuartel de Carabineros, estos no habían encontrado las pruebas suficientes para detenerlo por el homicidio del profesor, por lo que no vieron una mejor alternativa que soltarlo y no volver a llamarlo de sorpresa.
-Muchas gracias caballeros. Hasta luego.
Un lunes de julio, a las 08.40 am, Felipe Rodríguez entraba con mucha seguridad a la sala de clases, para tomarles la prueba global a los estudiantes de último año. En sus manos llevaba una carpeta con las pruebas en blanco y sobre sus hombros, su bolso de trabajo. A diferencia de los días anteriores, llevaba una expresión alegre en el rostro.
-¿Están preparados para la última prueba del semestre? El profesor se sentó en su escritorio y comenzó a sacar los exámenes. A medida que los repartía, los chicos (Diego, Carolina y Emilia) comenzaban a hablarse con susurros.
-Creí que lo iban a meter preso por asesinato- dijo Diego.
-Escuché que no tenían pruebas concretas para meterlo a la cárcel- dijo Emilia.
-¡Hey! No quiero oír a nadie susurrando mientras dan su prueba. ¿Entendido?- dijo el profesor, dándose cuenta de que el grupito de Emilia estaba hablando sobre él a sus espaldas.
-Si, profesor- dijeron los tres, bajando la cabeza y concentrándose en sus pruebas.
Dos horas después, la clase completa había terminado la maldita prueba de Matemáticas. Su profesor las fue recogiendo una a una desde sus puestos, las llevó amontonadas hacia su escritorio y le dio permiso a todo el curso para salir de la sala. Se veía un poco más relajado desde la última visita de los carabineros. Sin embargo, lo que les llamó la atención a los tres chicos fue que después de que la prueba terminara, el profesor caminó hacia la oficina de la directora, mirando hacia todos lados y llevando una carpeta bajo el brazo.
¿Qué era exactamente lo que quería decirle a la directora? No fue hasta que llegó a la oficina privada, de 20 metros cuadrados, con ventanas blindadas (por seguridad) y con unas cuantas plantas en la entrada para aparentar el cuidado por la naturaleza y el medio ambiente, que le contó todo lo que quería decirle hace mucho tiempo atrás. La directora del colegio permaneció de pie mientras el profesor Rodríguez depositaba sobre su escritorio todas las pruebas de matemáticas y tomaba asiento frente a él.
-Necesito que vayas a la comisaría a declararte culpable. Todos piensan que tuve que ver con la muerte de ese hijo de puta, pero sabes que yo no actué solo esa noche- soltó de repente el profesor.
-No puedo hacer eso, mi querido amigo- dijo la directora, sentándose nuevamente en su escritorio. Los policías te tienen en el ojo del huracán y no tengo tiempo para ir a declarar a la comisaría. Tendrás que echarte toda la culpa y mentir sobre lo que pasó esa noche.
-¡Eso nunca! ¡No quiero ir a la cárcel! Los tres chicos estaban detrás de la puerta, en silencio y casi sin respirar, para que ninguno de los dos los sorprendiera escuchando la conversación. -Sabes que yo quería vengarme de él, pero la que le disparó y lo dejó tirado en la costanera fuiste tú, ¡hija de puta!
Con las últimas palabras del profesor Rodríguez, los tres quedaron muy sorprendidos. Al fin, la verdad estaba saliendo a la luz. La directora le pegó una cachetada al profesor después de que la insultara de esa forma y con mucha rabia le dijo:
-Quiero que salgas de mi oficina, ¡ahora! Estoy muy ocupado y no tengo tiempo que perder con idiotas como tú. ¡Ándate ahora! ¡No quiero verte de nuevo por aquí! ¡Estás despedido! Rodríguez la miró con rabia, tomó su carpeta y salió de su oficina, dando un fuerte portazo.
-No puedo creerlo. Felipe Rodríguez es el cómplice de la muerte del profesor. ¿Cómo no nos dimos cuenta antes, chicos? Preguntó Emilia, sentándose en una de las bancas metálicas, a lo largo del pasillo. ¿Cómo iban a comenzar esta difícil y aburrida investigación? Obviamente, el primer paso era sacarle todo el jugo al profesor de matemáticas, antes de que se les acabara el tiempo.
Ya estaban a mediados de julio. Mes ideal para averiguar todo sobre el profesor y si tenía algún secreto relacionado con el asesinato, sobre todo si había alguna razón por la que quería vengarse de Martínez…
-La idea me parece buena, pero deberíamos entrar en su casa cuando él no esté. De eso me puedo encargar yo, no se preocupen- Diego les habló con toda la seguridad del mundo. ¿Cómo pensaba distraer al profesor para poder observar su casa?
-Lo que quieras hacer, intenta no salir lastimado. Tenemos recién 17 años y nos estamos metiendo en algo muy peligroso. Era la segunda vez que Carolina les hablaba de esta forma, pero ya no podía evitar que ellos siguieran con el plan, el mismo con el que esperaban desenmascarar al profesor Rodríguez.
Se reunieron al día siguiente en casa de Emilia López. Eran casi las nueve de la noche cuando terminaron de definir los últimos detalles de su loco y arriesgado plan. La mamá de Emilia fue hacia su dormitorio y tocó la puerta, muy preocupada de no sentir ningún ruido dentro de la habitación de su hija. Emilia le dijo que todo estaba bien, sólo necesitaban estudiar para la prueba de síntesis de Historia y Geografía. Contenta con esta respuesta, la mamá de Emilia volvió al living comedor y continuó tejiendo un chaleco para su hija. De repente, Carolina sacó un plano de la ciudad desde su mochila y lo puso en el suelo de la habitación, preguntándoles cuál sería su punto de partida para la misión. -Nos reuniremos aquí a medianoche- dijo Emilia, señalando con el índice a una heladería artesanal, a pocas cuadras del edificio donde vivía el profesor.