A principios de agosto, los tres chicos decidieron reunirse con la secretaria Vania Castillo, para mostrarle todas las pruebas y agilizar el proceso para detener a Felipe Rodríguez. Estaban seguros de que él estaba mintiendo todo este tiempo, haciéndoles creer que la muerte del profesor Martínez no estaba relacionada con él.
Los cuatro se juntaron en el Café Bories, cuando la cantidad de personas había empezado a disminuir. Tenían mucho de que conversar acerca del caso del profesor. La secretaria pidió un café expreso doble y tostadas con mantequilla. Los chicos, en cambio, pidieron una copa de helado triple, con una porción de galletas de chocolate para cada uno. Quien primero empezó a hablar fue la secretaria. Puso su teléfono en modo vibrador y les dijo:
-Miren, chicos. Una de las cosas que me molestan de este maldito sistema judicial es que las mujeres no tenemos las mismas oportunidades de trabajo que los hombres. Siempre nos miran en menos, pero eso se terminó. Voy a demostrarles a todos los compañeros machistas de mi trabajo que puedo resolver un caso de asesinato mucho mejor que ellos. Tanto Emilia como Carolina quedaron hechizadas por las palabras que acababa de pronunciar la secretaria.
-¿Cuánto tiempo cree que nos demoraremos en mandarlo a la cárcel?- preguntó Diego, refiriéndose al profesor Felipe Rodríguez.
-Haré todo lo que esté en mis manos para que lo manden lo más pronto posible a la cárcel, chicos. Se los prometo. Sólo necesitamos pruebas fehacientes, que demuestren que él estuvo con la victima la noche que lo asesinaron. Un testimonio, fotos reales del asesinato, lo que sea chicos. Hasta el momento no tenemos nada como eso.
-Yo creo que sí, señorita Vania.
Emilia les hizo recuerdo de lo que había pasado a principios de marzo, cuando un testigo fue a declarar su versión de los hechos en la Costanera, pero por alguna razón extraña, su testimonio no había salido a la luz.
-Sospecho que esa persona recibió un soborno para no decirle a nadie más lo que vio en la costanera. Las palabras de la secretaria hicieron que los chicos se miraran sorprendidos. Ahora todo tenía sentido.
Felipe Rodríguez no tenía ni la más leve sospecha de lo que le esperaba aquella semana de agosto. Los policías entraron nuevamente de manera sorpresiva en la sala de clases, para llevárselo detenido. No pudo ni despedirse de sus estudiantes cuando los vio entrar, en medio de su clase teórica y le pusieron las esposas en menos de cinco segundos.
-Oficial, yo no hice nada- alegó Rodríguez, justo cuando dos policías le apretaban las esposas con fuerza.
-Esto tendrá que decírselo al juez, cuando llegue el momento ideal.
Por segunda vez, los chicos tenían que presenciar como los Carabineros se llevaban preso al profesor.
A las ocho de la mañana en punto, todo el pueblo magallánico supo de la mala noticia que se relacionaba con el profesor Rodríguez. La policía de investigaciones había encontrado pruebas claras de que él tenía algo que ver con la muerte del antiguo profesor del colegio Sagrado Corazón. Fue una llamada anónima la que provocó su detención inmediata.
-Espero que esta vez sí lo metan preso. ¿Se acuerdan de las fotos que tenía en su departamento?
-Claro que me acuerdo, Diego- dijo su amiga. Tengo el presentimiento de que por fin va a recibir el castigo que se merece.
Unos meses después, el director del colegio Sagrado Corazón les hizo un breve comunicado a sus estudiantes, para que supieran cual era el real paradero del profesor Rodríguez. Les pidió a través del parlante, ubicado en su escritorio, que se dirigieran al salón de actos del colegio. Era un miércoles, específicamente el 4 de octubre de 2017. Los compañeros de Emilia se ubicaron al final de los asientos.
-Queridos estudiantes, hoy los he llamado para comunicarles una lamentable noticia sobre el profesor de matemáticas. Fue condenado a diez años por un delito de homicidio, pero déjenme asegurarles que eso no es más que un simple error de la justicia. El nunca le haría daño a nadie. Por favor, no quiero que se hagan una imagen falsa sobre el profesor de matemáticas. Él no es una mala persona. Ya pueden volver a sus clases. Que tengan un excelente día.
Una vez que el director les dijo estas palabras, Emilia y sus amigos se miraron entre ellos, con mucho asombro y poca seguridad. ¿Acaso estaba hablando en serio?
-Lo mejor será que volvamos a la sala de clases.
-No entiendo cómo el director puede estar tan tranquilo con esta noticia- Hay una gran posibilidad de que todo esto sea verdad y Rodríguez tenga una gran responsabilidad en la muerte del profesor- dijo Emilia, tratando de hablar con más seguridad que nunca.
-Creo que sólo nos queda esperar- dijo Diego- esperar a que la justicia haga su trabajo de una vez por todas y rezar para que no llegue otro asesino al colegio.
La licenciatura de graduación de los cuartos medios se llevó a cabo a mediados de diciembre. Todos los estudiantes del colegio asistieron a la famosa ceremonia de fin de año, vestidos con el típico uniforme y un birrete negro a juego.
A las nueve y media de la mañana, la directora subió al estrado para darles el discurso de bienvenida a todos los estudiantes.
-Atención, por favor- dijo cuando se acercó al micrófono a la boca- Quiero que me tomen atención. ¡Silencio!