El psicólogo incompetente

Capítulo 19

La mención de sus dieciocho años me recuerda que debo comprar algo por su cumpleaños. Necesito algo que sea especial, que demuestre cuanto me importa. Bajo las escaleras para desayunar, el olor a café inunda mis fosas nasales. Él está parado ahí, terminando de preparar el desayuno de los chicos.

—Buenos días papá —lo saludo sirviéndome mi taza de café.

No he querido mencionar lo que Ann me ha contado, no sé en que pueda resultar sacar el tema, y con tantos cambios ocurriendo ahora mismo, no estoy preparado para enfrentar algo así. Que mi padre es un mentiroso, que está involucrado con gente del negocio de trata de blancas.

—James, te levantaste temprano hoy. —señala asombrado. Si lo hice, y lo genial es que pude dormirme — ¿Esa chica verdad? —Intento no asentir, ¿Quién dijo que meterse con gente extraña mejora tu salud? —No pareces que estés bien. ¿Qué te pasa?

—No quiero hablar contigo de eso. —tomo un pedazo de pan en la otra mano.

— ¿Por qué no hablas conmigo? —se pone en el medio de mi camino y con las manos ocupadas no puedo apartarlo.

—Por favor apartarte.

Reprimir todo lo que hay en mí ahora mismo es casi imposible.

— ¿Por qué tan hostil? ¿Es por lo que te dije de esa chica?

— ¿De cuál? ¿De Ann o Amy? Parece que no te gustan ninguna de mis compañías.

—De esa estudiante.

—Si —miento para no dar explicaciones.

—Lo siento, sé lo que te dije.

—Sé que tenías razón en tus palabras, tal vez por eso me molesta tanto lo que siento. Pero estaré bien.

— ¿Y por qué no le dices lo que sientes? —me asombra recibir un consejo así de él.

— ¿Tú decirme esto? Eres el primero que me recuerda normalmente que es una niña

—Pero viéndote así, recuerdo que también eres humano, y eres joven, hace poco tenías la edad de ella. Y sé que no quieres hacerle daño o aprovecharte de su inocencia, sé que si la quieres, la quieres de verdad. Nadie dijo que el amor fuera fácil, pero no es imposible. Es… —él final de esa frase llega rápidamente a mi cabeza

—Cosa de valientes       

—Exacto y no creo que haya nadie más valiente y obstinado en este mundo que tú. ¿Por qué no la invitas a cenar con nosotros?

—Quiero tener una oportunidad de conocerla.

—De aprobarla, dirás.

—Hijo —mis palabras fueron demasiado duras.

—Gracias papá. —él me abre el paso.

Este repentino cambio de opinión es muy extraño, tal vez, tal vez se trae algo entre manos.

Subo corriendo las escaleras, me recompongo frente a la puerta antes de tocar, debo interceptarla antes de que se vaya a clases. Doy dos golpes, ansioso, su voz me recibe inmediatamente.

—Adelante —grita ella desde el otro lado y yo abro.

 Está peinando su cabello, preparándose para las clases. Luce hermosa, como si un halo de alegría envolviera sus facciones.

—Hola. —la saludo admirando la forma en que el negro de su pelo contrasta a la perfección con el blanco de sus hombros, las pequeñas pecas rojas que recorren su cuello nunca las había notado.

—Hola, buenos días —me sonríe dejando el cepillo sobre la cómoda de madera.

—Ten —le alcanzo el pan que traigo en mi mano. —Bajé temprano a la cocina para buscarlo. Quiero que te alimentes mejor.

—Gracias James, no tenías que molestarte. —se levanta para depositar un suave beso en mis labios.

Doy un par de vueltas en lugar preguntándome como preguntarle, ni siquiera sé si hacerlo, no tengo claro que sea una buena idea.

— ¿Qué pasa? —ella nota la duda en mi rostro.

—Puede que te parezca extraño, pero, ¿Te apetece cenar con mi padre y conmigo esta noche en la cocina? —suena menos romántico de lo que esperaba.

—Sí — ¿en serio? —, y después hablo con toda la escuela. —me impresiona su sarcasmo. Demasiado bueno para ser verdad —Ya te lo dije no quiero exponerme a más nadie. Sé que él también debe odiarme.

— ¿Por qué piensas eso?

—Debe pensar que te estoy utilizando —realmente le preocupa lo contrario.

—Mi padre es como yo. —lo que sea que signifique eso.

—No entiendes, he dejado caer señales y tú sigues sin entender —pues no, no entiendo.

—Tal vez te entendiera si me ayudases a hacerlo —quedo frente a ella —Te ves bien —me atrevo a halagar su belleza.

— ¿Has estado bebiendo otra vez? —me hace gracia su perspicacia.

—No, en serio, y si te ves bien.

—Entonces gracias, no soy muy linda —es la locura más grande que jamás he escuchado.

—Claro que sí, eres preciosa.

—No, no lo soy —más terca que una mula

—No me harás cambiar de opinión con tu faceta multidepresiva. Por favor ven. Es como si estuvieras en el comedor normalmente, simplemente comiendo, sólo que en un comedor más pequeño con sólo dos personas. No tienes que hablar si no quieres. 

— ¿Podrías irte?, voy cambiarme de ropa —cierra el tema de forma abrupta

—Claro

Mejor la dejo pensar sobre el tema, puede que lo tome bien. Camino hacia la oficina donde Ann ya me espera, abro la puerta y con solo tiempo para cerrarla, ella se levanta y se lanza feroz hacia mis labios, no tengo tiempo a reaccionar. Casi me empuja hacia el escritorio dejando caer las cosas sobre este. Su mirada es de lujuria, toma un segundo lejos de mis labios para recobrar el aire.

— ¿Qué pasa? —pregunto confundido por su actitud.

—Solo tenía deseos de besarte. —veo la pasión en sus ojos.

Me pregunto si soy yo el que las vuelve locas.

— ¿Por qué?

— ¿No te gusta que te bese? —No metas la pata.

—Claro que me gusta. 

—Tengo que ir a clases —se acomoda su ropa —Recuerda nuestra cita esta noche.

Mierda, la cita. Tengo la cena con Amy y papá.

—Sí, es que…

— ¿Qué pasas? —se cruza de brazos.

Ya la enojaste.

—Lo siento, la olvidé y quedé con mi padre para cenar esta noche con él. NO hemos hablado mucho desde que me contaste aquello, y creo que será una buena oportunidad para que hables con él. 



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En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

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