El pueblo de los paraguas negros

Capitulo 2

Lidia y Cintia recogían la mesa en silencio, el plato que el anciano había tirado se había roto, Cintia pensaba en lo que pasó y sintió un poco de incomodidad respecto a el ofrecimiento de Raúl de quedarse allí. Pensó en Diego qué iba al granero a hacer unas tomas y comenzar el proyecto, quería estar con él, para ayudarle en lo que fuera, no quería aprovecharse y dejar que hiciera todo. Cuando comenzó a estudiar le era fácil convencer a los demás de que trabajarán con ella y a pesar de que sabía que muchos la admitían solo para intentar acostarse con ella, no les daba la posibilidad pero sabía que lo que pasó con Matías se daría tarde o temprano, lo peor de todo fue que se dio cuenta de lo poco que se esforzaba a la vista de los demás, cuando el grupo se disolvió, sus compañeros la dejaron de lado al instante y al tratar de incorporarse a otros grupos le dieron el corte, no sin antes que algunos le dijeran lo que pensaban de ella.

Eso le dolió, pero se aguantó, no podía actuar como una niña así que optó por hacerlo sola, pero descarto la idea a los días siguientes, no sabía qué hacer y se le acababa el tiempo.

Hablo con el profesor y él le dijo que Diego haría su proyecto solo, se armó de valor y confirmo lo que ya sabía: Diego era un buen chico. Cuando le permitió ayudarle sintió como se le quitaba una gran carga.

- siento lo de antes - dijo Lidia sacándola de sus pensamientos.

- no te preocupes, seguro que el señor no acostumbra visitas.

- eso es cierto, su enfermedad le hace tener esos episodios, lo de hoy a pasado muchas veces.

- ¿Que enfermedad tiene? - decía Cintia llevando los platos a la cocina.

- tiene Alzheimer y está muy avanzado.

- no hay problema, pero si quieres podemos irnos a otro lado, digo si estamos molestando a tu suegro.

- claro que no, además aquí no hay donde quedarse - le miro sonriendo acusadora mente - o quieres estar sola con tu novio ¿Es eso?

- él no es mi novio - dijo sonriendo, si tiendo como su cara se enrojecida un poco - Diego y yo somos compañeros, nada más.

- lo siento, yo creí que lo eran.

- ¿Parecemos novios? - dijo entusiasmada.

- creo que se ven como una linda pareja.

- pero no lo somos - dijo un poco desilusionada - no es que esté enamorada de él, pero creo que es lindo, sobretodo que es una buena persona, muy atento y considerado.

- y eso que no te gusta - dijo y ambas rieron, como buenas amigas - sabes, apenas nos conocimos hoy y te siento como una amiga de años.

- ¡Yo igual! - dijo Cintia alegremente - es como si nuestro encuentro en el camino fuera más que casualidad.

- entonces es oficial - dijo satisfecha - desde hoy somos buenas amigas.

- muy buenas amigas, la primera amiga mayor que tengo.

 

Diego tomaba fotos a la imponente casa, trataba de visualizar la casa en sus mejores años, pero de eso era mucho tiempo, ahora la parte vieja apenas se sostenía, se veían las paredes quebradas y la madera podrida. Era deprimente, pero a la vez increíble, una construcción que sobrevivía.

Cuando llegaron al granero, Diego no pudo evitar sonreír, la construcción de madera mohosa e irregular casi tan grande como la casa principal, entraron y para buena suerte de Diego, había un montón de cosas viejas, miro a todos lados y trato de reconocer algunos objetos, vio unas carretas viejas, yugos para animales, herramientas oxidadas para trabajar la tierra, miro la altura del granero y se percató que las vigas de soporte eran nuevas excepto una que parecía vieja, estaba negra, le causó una sensación rara.

- es un gran lugar.

- lo se muchacho, es tan grande como mi casa.

- disculpe que lo interrumpa don Rubén, pero quisiera que me cuente la historia de este lugar mientras grabamos ¿Podemos?

- claro que si muchacho, deja ponerme bello, ayúdame hijo - dijo mientras Raúl reía.

Mientras Raúl preparaba a su padre Diego miraba otra vez la viga y sentía algo raro, un peso en el aire.

- listo Diego, ya podemos comenzar - hablo Raúl mirando su teléfono - debo hacer una llamada.

- ¿A quién vas a llamar, a una novia? - dijo el anciano con el ceño fruncido - recuerda que quiero que te comprometas.

- ya me casé papá - dijo el sin mirarlo - voy a llamar a don Erasmo, para coordinar los despachos de vinos.

- ¡Dile a ese flojo del Erasmo que no sea vago y venga a trabajar!

- si papá yo sé lo digo, voy a salir un momento.

- bien muchacho comencemos de una vez - dijo el anciano viendo como su hijo salía del granero - no me gusta estar mucho aquí.

- claro don Rubén, solo déjeme enfocarlo y preparar el micrófono... Y listo, comencemos entonces, cuente sobre este lugar.

- buenos este granero es muy viejo, lo construyó mi tatarabuelo cuando compro este lugar, aquí preparaba el vino, en esas cubas - dijo apuntando a una esquina - ese fue el comienzo del negocio familiar.

-ya veo y dígame ¿Cuántas personas trabajaban aquí?

-al principio mi tatarabuelo, con sus hijos, después mi abuelo y mis tíos... - dijo quedándose en silencio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.