El pueblo de los paraguas negros

Capitulo 4

Diego se levantó muy temprano, miró a Cintia qué dormía a su lado tenía el pelo revuelto y Diego se los imagino despertando juntos siempre, sonrió ante la idea y se encamino al baño para darse una ducha. En el baño meditaba y preparaba su día, quedaban solo unos retoques y el documental estaría listo, después solo quedaría disfrutar de la compañía de Cintia y los demás. Tenía eso en mente cuando sintió un pequeño golpe en el muro de la ducha, no le dio importancia siguió bañándose y al mirar en dirección de la cortina pudo ver una silueta, la silueta de una mujer de pie al otro lado de la cortina, se puso tan tenso que no se podía mover.

- ¿eres tú Cintia? - dijo tan bajo que creyó que lo había dicho en su mente. Pero la mujer al otro lado no respondió.

- ¿eres la mujer al otro lado de la puerta? - dijo ahora más audible, pero no hubo repuesta - ¿qué quieres, quieres algo de mí?

- quiero al padre - contestó la mujer con voz ahogada.

- ¿al padre? ¿cuál padre?

- quiero al padre - dijo otra vez, con tono más molesto.

- ¿para que abra la puerta?

- si.

Diego comenzó a sentirse cansado, un poco mareado, debía de ser el vapor de la ducha así que cerró la llave, cuando volvió a mirar la cortina la mujer ya no estaba. Corrió la cortina con un poco de miedo, pero no había nadie, se secó y vistió rápidamente, al salir vio que Cintia estaba despertando, la vio y le sonrió, ella se levantó y fue a ducharse para luego desayunar.

Diego le dijo que la esperaría en la cocina y salió de la habitación, tuvo que hacer un esfuerzo para ignorar la puerta al pasar por su lado, camino pesando en lo que le había dicho la mujer, que quería al padre, pero ¿a qué padre? se preguntó, se dijo a si mismo que lo hablaría con Raúl, pero sería después ahora solo quería comer y terminar con su trabajo, tenía el presentimiento de que algo malo podía pasar si trataba de investigar más a fondo, pero también sabía qué su curiosidad era mayor.

Cuando entro al comedor, Raúl estaba hablando con un hombre y un muchacho, debía de ser hermanos, cuando Raúl lo miró su sonrisa se desvaneció dando paso a una mirada tensa, sabía que algo le había pasado, Diego le sonrió y asintió, lo hablarían después.

- él es Diego, un amigo - dijo Raúl a los otros.

- mucho gusto, soy Pedro - dijo el mayor tendiéndole la mano - y él es Martín, somos hermanos de Lidia, un gusto.

- mucho gusto - dijo estrechando su mano.

- tú debes ser el famoso novio - dijo Martín sonriente.

- no lo molestes.

- solo quiero saber. ¿Eres el novio de Cintia?

- sí, soy yo.

- no le prestes atención Diego - dijo Lidia entrando con una bandeja con comida - Martín está celoso, quería cortejar a Cintia.

- oye no tienes que decírselo.

- está bien, pero lo siento, Cintia está conmigo.

Cintia entro al comedor y al ver a Pedro lo saludó enérgicamente, después fue y abrazo a Martín como una hermana abraza a su hermanito, Diego sonrió al verlos, sintió una pequeña molestia, pero decidió no darle importancia, no quería parecer un novio celoso ni nada. Así que se sentó a la mesa y comieron todos juntos, Pedro había venido por temas de trabajo y Martín lo había acompañado, cuando Diego y Cintia terminaron de comer le avisaron a Raúl que darían una vuelta por el terreno para terminar el documental, Martín los miró y les pidió animadamente que lo dejaran ir.

Eran apenas la diez de la mañana y el calor era sofocante, pero agradable, habían grabado las voces en off y unas escenas de Cintia, Martín termino colándose en el vídeo, pero Diego no le dio importancia, por alguna razón le agradaban Martín era como ese hermano pequeño que te sigue a todos lados. Continuó grabando y se percató del tejado de una casa más adentro del bosque.

- hay una casa por allá - dijo apuntando al tejado.

- ¿en serio, por dónde? - dijo Cintia.

- por allá, más adentro por el bosque.

- vamos a verla, quien sabe tal vez hay algún fantasma - dijo Martín ansioso.

- de acuerdo vamos - dijo Cintia.

Se internaron en el pequeño bosque, los árboles cubrían el sol de tal manera que hacían que la tierra estuviera húmeda, los rayos de sol que lograban colarse por los árboles eran mínimos haciendo que el bosque  fuera más lúgubre y tétrico. Siguieron avanzado hasta que vieron la casa a la distancia, se veía llena de arbustos y al llegar Diego pudo apreciar mejor la construcción, no era muy grande, tenía las ventanas cubiertas con tablas y una protección de fierro tan grueso que Diego recordó las cárceles en las películas antiguas, la cubierta de la casa estaba toda rota, dejando ver los ladrillos de adobe, la fueron rodeando y para su sorpresa la puerta principal estaba abierta.

- ¿vas a entrar? - dijo Martín sin ocultar su incomodidad.




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