El Pueblo del Sur

Primera Parte: Es feliz el ignorante

   I
El Pueblo del Sur era él mas bonito de toda Infratierra. Y en la basta tierra del Pueblo del Sur el condado de Sol Diurno es el másbrillante y alegre de todos. Los que allí vivían creían que el sol no calentaba como allí, la hierba no crece como allí y, sobre todo, creían que no se podía ser más feliz.  En cada rincón del pueblo había casas bajas, con grandes granjas de todo tipo de verduras, los arboles frutales adornaban todos los caminos y por la tarde al caer el sol, el intenso calor del mediodía daba paso a una brisa fresca y perfumada.  Las personas eran amables y risueñas, siempre buscando ayudar a su vecino. Siempre contentas de que los rayos del sol los alcanzasen, la diosa preferida era Ghrian. Ella era la diosa de la luz solar y encargada del sol que veían cada día, había altares en la ciudad, algunos ya destruidos y olvidados, otros tan visitados que el césped ya no crecía en ese lugar.  Además, era la más poderosas de las tres diosas del firmamento. 
Analys, sin embargo, se aburría. El calor intenso le provocaba habituales jaquecas, no era buena con la tierra y prefería los arboles y los animales a la gente que vivía a su alrededor. Le gustaba ir al mercado y charlar con la gente, caminar y curiosear por todos lados, pero habitualmente se cansaba y sentarse a mirar el cielo, desde la sombra de algún árbol, cubierta del sol, era de sus cosas favoritas. Aunque no había conocido ningún otro pueblo, ya que estaba prohibido por el rey viajar entre pueblos, sabía que cualquier lugar era más divertido que el Pueblo del Sur, más divertido que las estúpidas granjas infinitas, que el calor asfixiante y las interminables tarde de no poder hacer nada más que cosechar o plantar.
—Ey tonta— Annian le paso la mano enfrente de la cara a Analys varias veces — Estas en las nubes, vuelve. 
Ellos estaban sentados en la parte de atrás de la casa de Annian, descansando después de trabajar todo el día. Se suponía que ella debería volver a su casa cuanto antes pero todavía quería disfrutar unos minutos más. 
—¿Cómo serán? — pregunto Analys. Como Annian la miro confundido, continúo hablando — Me refiero a los otros pueblos. 
—Sería bueno saberlo — hizo una pausa — pero no deberías estar pensando en conocer el resto de los pueblos, sabes que es imposible. 
Luego de un minuto de silencio, ambos rieron, Annian no era exactamente el hombre que más seguía las reglas de todo el lugar. De hecho, a medida que crecía más odiaba cualquier tipo de regla impuesta por el rey, era una de las cosas que le fascinaba de él. Esas ganas férreas de hacer las cosas a su modo. Aunque a veces le daba miedo, se dejaba llevar por él y su fuerza rebelde.  
Eso la metía en problemas bastante seguido. De hecho, hace apenas un días salió de su castigo, hace más o menos un mes, Annian había querido colarse a la casa del general, ella lo había acompañado. Y fue una terrible idea, porque nunca sintió tanto miedo como cuando el general los pesco, y comenzó perseguirlos por todo el camino. 
—Tierra llamando a An — Annian la llamo. Ella volvió la vista hasta él — ¿en que estabas pensando?
—En la vez que hiciste que me castigaran un mes entero— Analys quiso parecer ofendida, pero, así como se había asustado también se había divertido. No le guardaba rencor alguno. 
—Ay diosas, ha pasado un mes de eso, ya olvídalo— le contesto, sin una pisca de remordimiento. Ellos se entendían bien, sabían cuando uno de los dos estaba enojado de verdad, cuando bromeaban y, sobre todo, cuando se necesitaban. 
—Aún me debes algo, ya sabes, por cubrirte esta vez— dijo altanera. —Les dije a todos que había sido mi idea. Merezco un premio. 
—¿A sí? — de repente el tono de voz de Annian había bajado un poco. Inclino su cuerpo hacia ella, que se veía pequeña en comparación de su ancho cuerpo. Estaba pasando uno de los momentos que tanto le gustaban.  Eran cosas pequeñas lo que los producía. Una mirada, un roce de menos, a veces incluso una sonrisa. El corazón de ella latía muy raído y sus mejillas se sonrojaban, sin siquiera sentir calor. 
Habían comenzado hace mucho, pero era relativamente reciente que ella fuera consciente de lo que el chico le producía.  Podía tener que ver que con sus veinte años Annian había abandonado definitivamente el cuerpo de niño y una masa muscular bien formada, un cabello rubio desordenado, y un tono bronceado de piel lo habían reemplazado. Incluso podría estar relacionado con la sonrisa pícara que adornaba su rostro o los ojos color avellana que brillaban bravos, listos para algún desafío. Pero en realidad era porque Annian le proporcionaba diversión, variedad y sobre todo calidez a la vida monótona de Analys. Ella se aburría, pero ahí estaba él para remediarlo. Y aunque no le gustara admitirlo estando con Annian ella se sentía cómoda y segura. 
Si el Pueblo del Sur no era un hogar para ella, Annian sí. 
—Bueno— dijo— te propongo algo—. En cuanto lo dijo ella ya sabía qué diría que sí. 
—Te escucho— le contesto, buscando hacerse la interesante. 
—Corremos hasta la entrada al bosque, si me ganas te doy un premio, y si yo gano igual te doy un premio a ti, ya sabes, para pagarte que me hayas cubierto por lo de la casa del general. 
Se lo pensó. La entrada del bosque no estaba lejos, pero era peligroso ir allí. En primera porque estaba prohibido, y en segunda porque realmente era un lugar oscuro. Muy oscuro. El soló pensamiento hizo que su miedo despertarse, como un gigante dormido, listo para aplastarla.
—Vamos— Annian la presionó un poco— no tienes nada que perder bonita. Además, estarás conmigo. 
No le falto más que decirle así para que cualquier objeción de su mente se borrará. —Ósea que gano en cualquier situación — dijo, acercándose más a él.  Podría ser otro de esos momentos, el cielo ya casi estaba oscuro por completo. Pequeñas estrellas se asomaban, anunciando la llegada de la diosa Realta, señora de las estrellas. De hecho, parecía el paisaje perfecto para esos momentos. Pero en realidad Analys tenía un plan. 
—Si— contesto Annian, susurando. El aliento de él le acarició las mejillas. 
— Ya está distraído — pensó— es ahora. Lo empujo fuertemente, haciendolo caerse para atrás, más porque estaba sorprendido que porque haya sido un empujó fuerte. Analys corrió rápido por los caminos de tierra entre las plantaciones, su vestido le molestaba asique lo agarro con ambas manos para levantarlo. 
—¡Tramposa! — Le gritaba Annian mientras corría para alcanzarla. Ella rio fuerte. 
Ambos corrían, felices hasta la entrada del bosque, pero estaban haciendo mucho ruido, riendo y gritándose entre ellos, eso llamo la atención de Tairer, que estaba terminado de plantar un nuevo olivo en los limites de su finca. Tenía un faro en su mano porque la oscura noche ya no lo dejaba ver bien. El ruido lo asustó, pero en cuanto levanto su lampara y vio que se trataba de su hermana y de su mejor amigo, el miedo fue remplazado por cólera. 
Se levanto, sacudiendo la tierra de sus pantalones y los siguió lentamente. Sorprendido cuando descubrió hasta donde querían ir. ¡La entrada al bosque de la unión! ¡Estaban locos! Apresuró el paso, pero cuando llego ellos ya se habían detenido, jadeantes, a solo dos pasos de pisar territorios prohibidos. No podía creer la osadía de su hermana.
O la estupidez. 
Acababa de salir de un castigo de un mes, por seguir al tonto de su amigo como un perro faldero. Y ahora iba camino a un destino parecido. Más rabia creció dentro de él. Pero no reveló su presencia en ese instante, apago la luz de su farol y se quedo viéndolos, desde cerca, para saber a donde llegaban. 
Analys saltaba de felicidad, eran contadas las veces que le ganaba en una carrera a Annian, pero esta vez había llegado primera. 
—Hiciste trampa, no cuenta — decía Annian, sin estar molesto.
—¿No era qué ganaba de todas formas? ¿Qué importa si hago trampa? 
—De todas formas, debería ser justo — Ella rodó los ojos ante la respuesta de su amigo. Pero entonces escucho un ruido de pisadas y se asustó. 
Cayo, precipitadamente, en cuenta de donde estaban. Las espesas sombras del bosque, que se mezclaban con la noche, parecían arremolinarse a sus pies. La luz débil de la finca donde vivía se veía pequeña. Ella odiaba la oscuridad. Le temía tanto que nublaba sus pensamientos, bloqueaba su voz y apretaba su estómago como si de un animal, que se había abalanzado sobre ella, se tratase. Noto como el miedo se apoderaba de su respiración. 
—Ey — Annian también noto el miedo en su amiga — no es nada, no estamos tan lejos de tu casa — la tranquilizó. Pero no funcionó asique la acerco a él y la envolvió en un gran abrazo, para que volviera a respirar bien. — Tranquila bonita. 
Analys respiro el olor de su amigo; canela, chocolate y maíz. Era una mezcla tranquilizadora. También se regocijó en la tranquilidad que le brindaba el calor de su cuerpo. Podía quedarse en ese abrazo para siempre, se sentía bien, se sentía como un hogar. 
Se quedaron un minuto así, en silencio, entonces ambos notaron que ya era tiempo de volver a casa, o podrían atraer a los soldados oscuros. Y eso seria un grave problema. Ella levanto su cabeza, pero Annian no la dejo ir.
—Ganaste — le recordó — será mejor que te de tu recompensa antes de que nos vayamos. 
—¿No debería elijarla yo? — a pesar del miedo, Analys disfrutaba de tontear con su amigo. 
—Si... — el bajo su mirada directo a los ojos de su amiga, luego directo a sus labios, medio separados — puedes elegir. 
— Yo... — trago con dificultad, ella sabía lo que quería en ese momento, lo que ambos querían. 
—¿Qué mierda creen que hacen aquí los dos?
Ambos saltaron de susto, separándose rápidamente uno del otro. Era Tairer, con una lampara débilmente encendida en la mano y una expresión de furia en su rostro. Analys ya sabía que estaba en problemas. 
—No me importa que se estén besuqueando, pero por favor traten de hacerlo en los limites del pueblo —Tairer sonaba más irritado que nunca y su hermana bajo la vista a sus manos, que se retorcía una y otra vez. — Vamos Analys. 
Ella se despidió de Annian con la mano, y a pesar de estar agobiada por la reprimenda de su hermano mayor, le dedico una sonrisa cómplice. El camino a casa fue silencioso, pero unos pasos antes de llegar Analys freno a su hermano, agarrándolo del brazo y obligándolo a mirarla. 
—Por favor no le digas nada a papa y mamá — suplicó. — Otro mes castigado en casa acabaría matándome. 
Su hermana era devota de la libertad. Encerarla en casa solo hacía que tuviera más ganas de salir, si el no supiera eso iría corriendo a decirles lo que paso a sus padres. Pero como no creía que la ayudara entender el peligro que corría haciendo estas cosas, sino que la impulsaría todavía más a hacerlas, decidió guardarle el secreto. 
—Tuviste suerte— dijo después de pensar toda la reflexión anterior — del que los escucho fuera yo y no papa. No les diré. Pero debes entender que estas cosas tienen consecuencias, no solo para ti Analys. Para toda la familia. ¿Qué crees que nos pase si a ti te apresan lo soldados oscuros? — Ella no puedo contestar asique el siguió con su discurso. — Nos llevarían contigo a la misma celda, o peor. Nos matarían a todos. Ya no eres una niña, asique piensa en las consecuencias de tus actos. 
Analys recibió sus palabras como un duro golpe. Se imagino siendo culpable de la muerte o el encarcelamiento de toda su familia y casi se pone a llorar. Un peso a si, acabaría aplastándola. 
                                                ***
Por la mañana sentada en la silla de la cocina, con el fogón calentado el lugar, a pesar del intenso calor, estaba Analys, dejando peinar su largo y negro cabello por su madre, quien disfrutaba mucho de esa tarea desde que la muchacha era una niña y su cabello apenas tocaba sus hombros. 
—¿Por qué llegaron tan tarde anoche An? Eran casi las diez cuando los vi acercarse— preguntó su madre pregunto cariñosamente. Nunca le había oído otro tono que no sea ese. Con la voz suave, sin alzarla, pero tampoco susurrando. Ella solía gritar mucho, pero en el fondo admiraba la capacidad de su madre de ser tan mesurada. Todo en ella parecía estar en equilibrio, su cabello casi rubio, estaba siempre en una trenza que le rodeaba la cabeza, excepto por los dos mechones ondulados que enmarcaban su rostro. Tenía un tono de piel bronceado, y una sonrisa dulce de boca cerrada. 
Toda ella parecía acompañar el ambiente del lugar, era una mujer cálida y amable. 
No se parecía mucho a Analys. Donde ella tenía el pelo color caramelo, Analys tenía una gran cantidad de cabello negro, ondulado y rebelde. Donde los ojos de su madre eran siempre cálidos y de color verde, ella tenía uno ojos azules, fríos e inquietantes. Carecía, también de la figura delgada y fina de su madre, ella era todo piernas grandes y brazos anchos. 
De hecho, compartía muy poco con su familia, no tenía el cabello claro, ni la piel suave, tampoco poseía los ojos color verde. Aunque había una cosa que le preocupaba mucho mas no compartir con su familia, la féidat. La féidat es la energía vital de la tierra que las diosas les brindaron a los hombres. Las tres diosas del firmamento, reinas en el cielo, crearon a los hombres. Cuando los crearon les dieron el regalo de la féidat. Así podrían convivir en paz con los otros seres naturales, que ya habitaban está tierra. Es por eso que los elfos y los duendes son criaturas antiquísimas, y que se los reconoce como criaturas sabías y poderosas.  
Era común que la feidat se presentara a los dieciséis años, en pocas y raras ocasiones aparecía a los dieciocho, pero Analys ya tenía veinte años y simplemente no tenía nada. Sus padres y su hermano poseían la feidat de tierra y ella solo podía sentir envidia, aunque no lo mencionara. Podían hacer crecer las plantas, mover la tierra, incluso sentir cualquier movimiento terrestre subterráneo, en kilómetros. Ella apenas podía soñar con que de su mano creciera una pequeña hojita. Pero más allá de su deseo era una situación peligrosa, porque en Infratierra eran muy pocas las personas que no poseían feidat, únicamente los mezclados, y los que sufrían sentencias de los elfos.  En estos tiempos no había muchos, de ninguno de los dos. En primer lugar, porque los elfos ya estaban extintos, o eso decían todos, lo que implica que los juicios ya no se lleven a cabo, y en segundo lugar porque ya no había mezclados. Pues los mezclados habían huido, o se escondían, o quien sabe qué. 
Lo que dejaba sin opciones a Analys para explicar su condición. Y si buscaba una explicación, si aceptaba escuchar a esa pequeña voz en su cabeza que le decía que nunca se sintió parte de su familia, que era muy posible que fuera una mezclada. Pero eso no podía ser, porque para ser mezclada tenía que ser hija de un ser del bosque; elfos, hadas o ninfas; con un hechicero. Y si de algo estaba segura es que sus padres eran definitivamente sus padres. 
Debía estar segura de eso o se volvería loca. 
—¿An? — la madre volvió a preguntar, pero Analys parecía haberse perdido en sus pensamientos. No le sorprendió mucho a su madre que estaba acostumbrada a que su hija viviera perdida en su cabeza. —Hija, te estoy hablando — volvió a insistir dulcemente. 
Analys ya había escuchado a su madre, pero aún estaba pensando en que contestar. Lo mejor era mentirle, pues si le decía la verdad, que había estado de enamoradiza con Annian, era muy probable que no saliera hasta que cumpliera los cuarenta. 
—nos quedamos plantando un árbol al final de la finca— mintió — se nos hizo tarde. 
Su madre pareció quedarse tranquila y An lo tomo como una pequeña victoria. Fuera ella pudo ver por la ventana como su padre y su hermano estaban juntando verduras para vender hoy en el mercado. Lentamente, mientras llenaban la canasta ellos mantenían una conversación que le hubiera gustado escuchar. Se quedo mirando como de las manos de su hermano salía su magia, brillante, con tonos de dorado mientras hacía crecer unas manzanas más en el árbol. Suspiró. 
—ya aparecerá— dijo su madre, intuyendo lo que pasaba por la cabeza de su hija— tu feidat solo... esta demorada. 
Analys casi quiso reírse, sabía que su madre estaba haciendo lo posible para animarla, pero no estaba funcionando. Sin pensar la pregunta salió de su boca.
—No soy una mezclada, ¿verdad mamá? — lo dijo en un susurro, como quien dice algo prohibido, el silencio de su madre, prolongado mas de lo que debería la perturbo.
—Hija — su madre se agacho para que así estuvieran a la misma distancia, puso sus manos en los hombros de An y la sacudió levemente— tu padre y yo somos tus padres, te criamos, te amamos y hemos estado junto a ti toda tu vida. Nunca dudes de eso. 
Ella levó una mano al rostro de su madre y le acarició la mejilla, con delicadeza y amor. No dudaba del amor de sus padres, y ella los amaba de igual forma. 
—Tienes razón mamá, ya aparecerá — dijo, y sonrió para dejar tranquila a su madre, pero en el fondo ella supo que su madre no le contesto la pregunta que hizo y ni siquiera le aseguro que ellos, sus padres, le hayan dado la vida.




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