En este momento estoy sentada en la ventana de mi habitación “principal” mirando hacia afuera, sintiendo lo que queda de sol, entrando por mis poros y la música de mis audífonos entran por mis oídos.
¿Cómo será volver a salir de casa?
Por lo menos me gustaría ir al jardín o al patio para hacer cualquier cosa, solamente para cambiar mi rutina. Solo una palabra arruina mis sueños.
Lluvia.
Toc toc toc
Escucho a lo lejos y me quito mis audífonos. Me levanto y camino hacia la puerta, quito el pestillo y abro encontrándome con mi papá.
— Hola papi. – Saludo con una sonrisa. Supongo que llegó hace unos minutos, porque aún esta con ropa de trabajo.
— Hola Ali. – me responde con la misma sonrisa. – Alex está abajo esperándote y según mi celular, el mal clima comenzara en unos minutos para que bajes pronto. Te amo. – dice mirándome como con compasión.
Odio que me mire así, es como que… no lo sé, hace que me sienta débil. Se que no lo hace con esa intención, pero igual.
— Oki doki. – Le muestro mis dientes en la sonrisa. – Yo también te amo papá.
Cierro la puerta lentamente, para no tener que cerrarle la puerta en la cara agresivamente.
Repaso mi habitación con la mirada; es muy grande, a veces siento que es demasiado para mí.
La pared del fondo junto a la de la puerta son blancas y las de los laterales son azules. Tengo mi cama, un closet/armario donde tengo la mitad de mi ropa, mi computador que está encima de mi velador, y finalmente mi ventana que es como las de las películas, esas que fácilmente podría ser un sillón, una cama, y muchas cosas.
Tomo mi mochila pequeña y guardo dentro mis cargadores, mis audífonos y mi celular. Mi computador lo llevo en la mano. Salgo de mi habitación y bajo las escaleras con cuidado de que nada se me caiga. Camino al living, donde están los blancos sillones que le gustaban a mi mamá. Ahí están Alex y mi papá hablando animadamente. Mi mejor amigo es como un hermano para mi, y él es como un hijo para mi papá. Con una sonrisa lo saludo.
— Hola Ignacio. – Él entrecierra sus ojos algo serio, pero con un aire divertido.
— Hola Ignacia.
Mi papá ríe por lo bajo. Ahora que lo pienso y me doy cuenta… tenemos los mismos segundos nombres, solo que el de él termina en “o” y el mío en “a”. O sea que lo que nos diferencia es que somos de distinto sexo.
—Alison. – Mi papá me llama. – Iré a dormir, por si acaso. – Asiento con la cabeza junto a sonrisa que fácilmente podría decir “tranquilo, ve”.
Se nota que está cansado el pobre.
— Descansa nomás, papá.
Me sonríe y comienza a subir las escaleras a su habitación, la puerta del fondo. Miro a Alex y como si con solo una mirada nos comunicamos, caminamos hasta la cocina, luego giramos al pasillo que hay ahí, seguimos caminando y bajamos las escaleras. Tomo la manija de la puerta y la abro. Mi refugio. Me adentro y me tiro de espaldas a la cama.
Este lugar me encanta. Mi papá lo arregló para sentirme cómoda mientras llovía y no me daba cuenta. Incluso tengo baño personal aquí.
Los colores de las paredes son plateado claro, blanco, ya que los colores están en las cosas, por ejemplo, los peluches, las almohadas y mi cama. Esos tres objetos tienen mas color que una paleta de colores.
Las luces que mi papá compró en navidad, las coloque en una pared y las fotos acompañaban las luces. Fotos con todas las personas que he conocido y lugares a los que alcancé a viajar acompañando a mi padre en sus reuniones por el país, aclaro que las fotos no están muy bien tomadas, ya que tenía ocho años en esos momentos.
Al fondo de la habitación están las sillas acumuladas y un sillón grande, aún sigue siendo el sótano.
— Y… ¿Cómo has estado, rara? – me pregunta mi querido amigo con una sonrisa estúpida en su cara. Lo que él no sabe, es que siempre gano.
— No tan bien como tu – hago una pausa dramática mirándolo con una sonrisa y él a la espera de mi ataque – Alexander – bufa y rueda sus ojos, mientras que yo rio a carcajadas por su expresión.
Él odia ese nombre o solamente está cansado de que siempre que él dice su nombre a cualquier persona, le pregunten ¿Tu eres Alexander? ¿Tu nombre es Alex o Alexander? Y más de ese tipo. Y yo como buena mejor amiga, lo molesto cada vez que puedo. Debo aclarar que no tenemos nada en contra de las personas que se llamen así.
— Que mal que no estés triste. – dice con un puchero muy fingido para mi gusto.
— ¿Por qué? – le pregunté con un intento de ceja arqueada – es ilógico que quieras que esté triste- dije con una pizca de diversión.
— Por esto. – abre su mochila que recién me doy cuenta que tiene y saca un gran bol con papas fritas.
— ¿Las hizo tu mamá? – pregunto con los ojos abiertos al máximo.
— Sí – sonrío mas de lo que podría imaginar posible. – dijo exactamente “Estoy haciendo papitas, llévale a Alison, sé que le encanta".
— Dile que muchas gracias.
Las papas fritas y todo lo que cocine Rachel es demasiado delicioso, incluso tengo la confianza de que si un día ella coloca un local de comida de todo tipo, le iría demasiado bien. Así de sabroso es lo que cocina.
Comenzamos a devorar las papas mientras conversamos de tema tras tema. En un momento reviso la hora en mi celular: veintiuno treinta.
— ¿Te quedarás a dormir?
— Mm… puede ser.
—Bien, le diré a Sara que te prepare una habitación.
Sara es la empleada más antigua trabajando en esta casa, literalmente, trabaja desde antes que yo naciera.
(…)
Me siento en mi cama exaltada y con la respiración acelerada. Acabo de tener una pesadilla. Observo mi alrededor. Todo está cubierto de hielo. ¿Lo peor? Se supone que había veinte grados, antes de irme a dormir.
Grito como nunca, esto es muy extraño, tan extraño que da miedo. Yo jamás grito cuando tengo miedo, pero esto fue algo de otro nivel. Escucho pasos bajando las escaleras corriendo.