El que a hierro mata...a hierro muere (#2 Serie Refranes)

CAPÍTULO 2

Dos semanas pasaron sin que Claudio volviera a ver a Luna. Desde que la conoció, no logró sacarla de su mente. La pensaba día y noche y ardía en deseos de lograr aunque sea una cita con ella. Tan solo eso le bastaría para saciar su curiosidad.

Todas las tardes salía a correr por el parque con la ilusión de volver a verla. Sabía que en algún momento la vería correr por los senderos …... y así fue.

- ¿Ya te encuentras bien? – Le preguntó Claudio mientras le daba alcance y aminoraba la marcha para ir a la par de ella.

- Sí. – fue la respuesta que ella le dedicó.

- ¿Sí? ¿Solo “Sí”? ¿No me preguntarás cómo están mis manos? – le preguntó Claudio sorprendido aún por la escueta respuesta de Luna.

- ¿Por qué debería? Te ves bien. No pareciera que te estuvieras muriendo ¿o sí? – Luna no tenía el más mínimo interés en hablar con él.

- Cierto, pero hubiera esperado un mínimo de preocupación en vista de que fue gracias a tu mala maniobra el que cayera y me lastimara. Un “¿Cómo estás tú?” hubiera bastado ¿no crees? – Le dijo Claudio con una evidente desilusión en el tono de su voz, sobre todo cuando Luna siguió guardando silencio pese a su recriminación.

Claudio no sabía cómo seguir con la conversación. Por primera vez se sintió cohibido ante la presencia de una mujer y no encontraba la forma de que ella se interesara en él. Lo único que sabía con toda seguridad, era que no descansaría hasta que Luna fuera suya.

- Luna, ¿puedes detenerte un momento? – Ella se detuvo de mala gana y al fin Claudio consiguió que lo mirara a los ojos. – Mi intención no fue molestarte ni mucho menos. Simplemente quise saber cómo estabas. Lamento si te sentiste ofendida por algo dije.

- No se trata de eso. Es algo muy sencillo. No hablo con personas que no conozco ……

- Pero eso se arregla fácilmente. Podemos salir a tomar algo juntos. – La interrumpió.

- …… ni me interesa conocer. – Terminó de decirle sin contemplaciones arqueando una de sus cejas en evidente molestia.

Claudio quedó de una pieza. Era la segunda vez que Luna rechazaba pasar un poco de tiempo con él aparte de correr y esto último porque no tenía cómo prohibirle que lo hiciera, después de todo el parque era público. Es más, estaba seguro de que si de ella dependiera, tampoco optaría por tenerlo de compañero corriendo a su lado. Era más que obvio que su presencia le molestaba, pero haría lo posible para revertir la situación. Luna se estaba convirtiendo en una obsesión para él. La quería a su lado. Quería conocerla y que ella lo conociera también. Ya no le bastaba con verla solo al correr. Deseaba más.

- Está bien. Por ahora te dejaré en paz, pero espero que pronto cambies de opinión. Ya verás que soy más interesante de lo que parezco. – Le dijo Claudio lleno de autosuficiencia.

- Quizás – le respondió Luna y nuevamente tomó rumbo en solitario dejando atrás a un Claudio gratamente sorprendido por haber encontrado a una mujer tan enigmática como ella y deseando tener pronto un nuevo encuentro con aquella pelinegra de ojos grises.

 

Un mes había pasado desde ese último encuentro. El trabajo había sido agobiante esas semanas y casi no durmió. En su cabeza estaban las preocupaciones propias de su trabajo como corredor de bolsa, pero también se colaba en sus pensamientos Luna. Por más que quería acercarse a ella más parecía ella querer alejarse de él. ¿Qué podía hacer para saciar su sed por aquella mujer? Simplemente tener paciencia.

“La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces”, rezaba el dicho. Estaba seguro de que ella terminaría por aceptar lo inevitable. Era cuestión de tiempo para que él pudiera disfrutar de la dulzura de aquella fría mujer que tanto anhelaba, aunque por el momento la espera le sabía amarga.

Y al parecer esa oportunidad estaba a la vuelta de la esquina.

 

Como todas las veces que la había visto, nuevamente Luna corría por el parque. Lo hacía delante de él sin percatarse que él corría detrás de ella. Claudio guardaba prudente distancia de ella. Lo suficiente para tener un panorama más amplio de lo que sucedía ante sus ojos. Fue por eso que pudo ver el momento exacto en que un niño perdió el control de su bicicleta y sin querer empujó a Luna hacia un lado del camino. Luna cayó al suelo con un enorme dolor en su tobillo. Lágrimas corrían por sus mejillas ya que el dolor era horrible. La madre del pequeño se acercó a ella luego de asegurarse de que su hijo estaba bien y se disculpó por el tonto accidente. Se ofreció a costear los gastos de la lesión, pero ella declinó. Había sido tan solo eso …… un accidente en donde no había maldad por parte del pequeño.

Claudio corrió a su lado y la levantó rápidamente para colocarla en un escaño que estaba cerca de ellos mientras la madre y el hijo ya habían desaparecido de sus vistas.

- ¿Estás bien? – le preguntó con extrema preocupación.

- Sí. Solo me iré a casa y descansaré mi pie – trató de ponerse en marcha pero el dolor era tan agudo que terminó cayendo al suelo una vez más. Claudio nuevamente la tomó en sus brazos pero esta vez la llevó a tomar un taxi y fue con ella hasta el hospital más cercano para que atendieran su lesión.



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En el texto hay: amor, odio, venganza

Editado: 09.01.2021

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