NO PODIA HABER UN ESCENARIO MEJOR elaborado. Me adentraba en un mundo mágico, quizás lo soñaría esta noche, y estaba segura de que no querría despertar. Y lo mejor de todo era, que sería participe de toda esa grandiosidad de privilegio, riqueza y derroche.
Mientras algunos vehículos y carruajes subían por el camino. Al bajar me di cuenta de que todo el patio interior estaba cubierto de velas colgantes, hermosas lonas florales cubrían el techo y algunas paredes.
—Asombroso, ¿verdad? —dijo Rania Patel detrás de mí, decidida en acompañarme durante un rato. Asegurándose de que me sintiera cómoda entre los invitados.
—Mucho, —respondí observando su nuevo atuendo de esa noche, que parecía más elegante y colorido del que había llevado esa mañana.
—Se ve muy elegante señorita Sherwood. Dudé si se atrevería a llevar sari. No puedo negar que Sunitta, sabe cómo hacer bien su trabajo.
—Gracias señorita Patel.
—¿No cree que, a estas alturas, no debería de haber tanta formalidad entre nosotras? Y si me lo permite, preferiría llamarla Beverly cuando mi tía Arudhta no esté presente.
—No tendré ningún inconveniente, Rania. —respondí no muy segura si llegaríamos a compaginar. Entre Rania Patel y yo, había un pequeño abismo de diferencia. Pero, aun así, decidí que valdría la pena hacer nuevas amistades en un país desconocido. Y juntas bajamos las escaleras que nos llevaba hacia el majestuoso y embriagadoramente decorado jardín principal De Dhana Veda
Tal vez fuera el sari de seda que llevaba en el cuerpo o las rosas doradas de mi pelo, pero estaba decidida a ser la Tutora más perfecta y encantadora. Además, ese papel no sería muy difícil de interpretar. Era mi naturaleza ser una agradable compañía. Y sabía que Indira y Navani serían perfectas: se comportarían correctamente, hablarían correctamente, sonreirían correctamente, y escucharían atentamente. Las hijas de los Yogananda, iban a hacer que los invitados se deleitaran positivamente con su perfección.
Allá fuera pude divisar una kilométrica alfombra roja con motivos persas, guiaba a los invitados que llegaban en sus carruajes hasta el corazón de la fiesta. Bonitas bailarinas traídas de la ciudad de Mumbai, bailaban sincronizando cada movimiento bajo sus llamativos y coloridos atuendos en medio de otra enorme circular alfombra de brocados dorados y anaranjados. Música tradicional emanaba por doquier, haciendo imposible no imaginarme transportada en uno de los escenarios de Las Ml y Unas Noches.
Lámparas de pie de aceite, iluminaban toda la estancia en aquella parte del jardín principal exterior. A escasos metros de las bailarinas un elevado pódium acogía a un grupo de hombres, quienes tocaban unos instrumentos musicales, completamente desconocidos para mí. Pero la maestría con la que tocaban lo hacía todo más mágico.
Desde una tabla; unos tambores de mano. Un sitar; instrumento de cuerda de metro y medio con forma de pera, de mástil alto y ancho de cuello. Un shehnai, instrumento de viento hecho de madera y metal. Supe por una de las gemelas que era muy popular en ceremonias religiosas y se consideraba un instrumento auspicioso y se tocaba en ceremonias sociales.
Y un nadaswaram, instrumento de viento de doble lengüeta. Y una raba, instrumento de cuerda que se toca con una púa. También se conoce como arpa maga, teniendo un sonido profundo y resonante.
Sirvientes ataviados con largas túnicas blancas, cruzadas en el pecho y atado con un fajín verde turquesa alrededor de la cintura y con turbantes de la misma tonalidad, se pasaban de un lado a otro, ofreciendo a los invitados suculentos aperitivos de manjares de la localidad. Vino en copas de metal dorado de la comarca, sobre bandejas doradas.
No puedo negar que todo me parecía abrumador a mi alrededor, especialmente cuando una no está acostumbrada a tan elevada nivel de pomposidad. Para la familia Yogananda parecía algo natural. Simplemente otro evento por atender.
Uno de tantos sirvientes se colocó delante de las puertas abiertas para darnos la bienvenida a la mágica fiesta del jardín. Poco a poco pude ver caras extranjeras como la mía.
—¿Señoritas? —El criado esperaba con una hermosa bandeja dorada y pude ver que me observaba, tal vez asombrado de que una mujer que no era nativa pudiera lucir tan bien una prenda tradicional.
Y pude ver unas dos docenas de hombres hablando y mujeres sentadas sobre enormes, cómodos y coloridos puf, sonreían y hablaban bajo mientras disfrutaban de la música tradicional que sonaba de fondo.
Trajes formales y vestidos de encaje almidonado y plumas de avestruz en el pelo de las damas británicas; todo el mundo sonreía, disfrutando del ambiente de esta noche mágica.
Arudhita Yogananda más espectacular que nunca y junto a su marido, hablaba con un oficial que sostenía una copa de vino y en la otra mano un canapé. El anillo que llevaba en el dedo brillaba de color. Llevaba un rubí, uno grande. Igual de grande que sus ojos azules, por su aspecto debía tener unos veinte tantos años.. Boca de labios finos, igual de fino que su bigote pulidamente cuidado y de mirada serena. Y Arudhita parece encanta en su compañía. ¿Un posible marido para una de las gemelas?
—...y ah, ahí estáis. —De espaldas al resto de los invitados Sashi Yogananda nos saludaba, en dos zancadas se unió a nosotras con una gran sonrisa. Un diferente Sashi, diría yo. Se veía elegante en color cobre dorado y azul marino, iba ataviado con un tradicional traje y turbante, un cruce entre angarkha y traje de chaqueta occidental con pantalón ajustado a la pierna debajo de la rodilla, y abrochado con botones de color cobre hasta la pantorrilla. Todo en Sashi destacaba descaradamente esta noche.
Como el broche de perlas que deslumbraba sobre la solapa, el collar alrededor de su cuello y como broche en su turbante. Su sonrisa insinuante, su mirada lasciva y su lengua acorde a la situación. No cabía duda de que este hombre parecía conseguir lo que deseaba o lo que le encaprichaba. Desgraciadamente para él, yo no sería ninguna de esos dos.
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Editado: 25.08.2024