El Que No Quiso Luchar Fui Yo.

Capítulo 29

EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO. 

Capítulo  29

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Narra Sandra.

Me sentía tan molesta, tan triste, una mezcla de sentimientos que me aturdían, esa situación me sacaba de quicio. No cabía duda que cuando estamos enamorados no pensamos con la cabeza, sino con los pies, no razonamos. Es como tener una venda que cubre nuestros ojos.

Era verdad que por amor se hacían muchas tonterías y eso hice yo. No entendí cómo pude llegar tan lejos, al punto de entregarme a él. Lo peor ofrecerme como una cualquiera. ¿Dónde habían quedado esos valores? Los principios inculcados por mis padres, no entendía que tenía en la cabeza. 

Su rechazo me dolió mucho, era como si fuese demasiado insignificante para él, así lo sentí yo en ese momento.

Venía de una familia de principios, pero estaba segura de dar ese paso. Él insistía en lo mismo, que era una decisión apresurada, que más adelante me arrepentiría. Cegada por el dolor no lo veía así, para mí era un claro rechazo de su parte. En ese momento no podía pensar con claridad y tal vez él tenía razón, era apresurado y en un futuro quizás lo lamentaría.

Yo lo veía como un cobarde que me rechazó, pero pensando las cosas con cabeza fría, él hizo lo correcto y no quiso aprovecharse de mí. Se convertiría en uno más del montón al obtener lo que quería de una mujer, para luego irse para  siempre. Eso era algo que él no quería. 

Cuando salió de mi casa, sentí como algo dentro de mí se rompió en mil pedazos. Salí corriendo y grité su nombre, se quedó inmóvil y me miró con los ojos cristalizados. Lo abracé con las pocas fuerzas que me quedaban, aunque le pedí que se mantuviera en contacto conmigo. Algo en sus ojos me decía que no lo haría, estaba segura que esa sería una despedida definitiva y eso me partía el alma. Nunca es fácil decir adiós, menos a la persona que amas.

Era un dolor tan grande el que me corría por las venas y una tristeza que no me cabía en el cuerpo. Ese último beso no fue como los demás, era el más amargo de  todos porque era el último, un beso con el que cerrábamos esa corta historia de amor. Saber que era la última vez que vería al amor de mi vida. Saber que con un beso se cerraba algo que nunca tuvo un principio y eso era lo que más dolía.

Se alejó soltando mi mano lentamente, con lágrimas en sus ojos me dijo adiós. Sentí que me arrancó el corazón dejándome un enorme vacío en el pecho. Él se llevó mi corazón, dejándome un cuerpo vacío. 

Me quedé inmóvil llorando como una niña pequeña, se fue sin mirar atrás. Guardaba una pequeña esperanza que se detuviera, que me dijera que lucharía conmigo, que enfrentaría el mundo entero por lo nuestro, pero no fue así, se fue. Él eligió y tenía que respetar su decisión. Su miedo era más grande que su amor, y si él no dominaba ese miedo que sentía, nadie podría hacerlo. 

El miedo nos hace débiles y eso era lo que le pasaba a mi estrella, dejó que el miedo le ganara. Le dio poder sobre él, no fue capaz ni siquiera de intentar vencerlo. 

Corrí hasta mi habitación, me dejé caer en mi cama. Lloré y grité, el dolor me dominaba, era más fuerte que yo. Lo peor no era lo que sentía en ese momento, lo peor era tener que fingir delante de todos que todo estaba bien. Lo peor era tener que seguir como si nada hubiera pasado.

 No podía demostrar que me dolía porque no tendría una razón para explicar el porqué de mis lágrimas. Eso era lo más difícil de estar enamorada de una persona que estaba prohibida.

Esos amores son los que más duelen, sentirse como un maldito payaso que ríe por fuera y llora por dentro.

 Tenía que levantarme y seguir como si nada hubiese pasado. No podía llorar delante de nadie, tenía que dibujar una sonrisa en mi rostro mientras mi interior estaba hecho trizas. 

Lloré y lloré tratando de aliviar el dolor, pero cada lágrima estaba marcada por su recuerdo. Era como caminar en un bosque cubierto por la neblina, caminas y caminas y no encuentras una salida. Así me sentía yo en ese momento, quería quedarme ahí encerrada en mi habitación y dejar que el mundo me cayera encima. No tenía fuerzas, estaba sola y no sabía cómo superar ese dolor. 

Yo sabía que de amor nadie se podía morir, que todo en la vida pasaba, pero en ese momento dolía y sentía que no tenía salida. Sentía que me moría lentamente en vida, era como si te cortaran el aire.  

¿Cómo se olvida al primer amor? 

¿Cómo se puede superar  un dolor tan grande? 

Lo que más me dolía era pensar que su amor no era tan grande como decía. Uno por amor es capaz de enfrentarlo todo, y él eligió su carrera, no quiso enfrentar ese sentimiento, dejó que el miedo le ganara.

 No me quedaba más remedio que aceptar las cosas como eran. Cómo hacía para seguir como si nada estuviera pasando con un dolor tan grande y una tristeza que se veía reflejada en mis ojos. Que difícil era tener que sonreír con el corazón hecho pedazos y no poder llorar para no tener que dar explicaciones. 

Quería llorar y llorar hasta quedarme sin lágrimas. Me quedé acostada, levanté la mirada al techo y dejé la mente en blanco. t
Tenía que sonreír para que nadie sospechara nada, aunque sonreía por fuera tenía claro que nada, sería como antes. Mis ojos ya no brillarían más, mis ojos se apagaron, solo quería saber; 

¿Cómo sacar la tristeza de mi corazón?  

¿Cómo sanar ese profundo dolor? 

Cómo, si él se llevó mi corazón dejándome un vacío que no se podía llenar. Cómo le explicaba a mi alma que eso ya se acabó, peor aún nunca empezó. Ni siquiera tuvimos un principio, siempre fue un triste final.

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                   Narra Esteban.   

Nunca nadie dijo que enamorarse era fácil, era  la primera vez que lloraba tanto, no entendía de dónde salían tantas lágrimas. ¿Será que no tenían fin?  Quería volver,  tomarla en brazos y no dejarla nunca, pero regresar a la cruel realidad dolía demasiado. 




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