En la noche, el palacio estará de fiesta. Al parecer, que un usuario vida ponga los pies en Kaliza es señal de celebración o eso fue lo que me explica Eliza mientras entramos a una habitación donde me tomarían las medidas.
Oh, sí. Hay un baile incluido y todo. Estoy emocionada, pero a mi mente vienen todos esos bailes que se han hecho en los colegios, y en cada uno de esos recuerdos aparecen un par de iris negros y una sonrisa que me calienta el alma.
—¿Te soy sincera?
—Por una vez en tu vida, te lo agradecería.
—Siento mucho lo que pasó con Chris. —Aprieto los labios y respiro profundo—. Ustedes hacían una linda pareja. Es un idiota por haberte dejado por una lagarta como Emma. Esa chica no me gusta nada y mira a Chris como si fuera su cena. Asqueroso.
—¿La odias tanto?
—Violet solo sabe hablar de la Norrington —comenta irritada y pone los ojos en blanco—. Es insoportable su constante parloteo.
—Quiero pedirte perdón por lo de tu cabello cuando estábamos en primer año.
—Es agua pasada y yo me lo merecía por metiche —añade y se encoge de hombros—. Pero todo fue intencional. Cáliz quería probar si como usuario vida podías controlarte en situaciones como esta. Perdí mi cabello, pero al menos pasaste esa prueba.
—¿Qué edad tienes?
—Como mil años. Desde que pasé los ochocientos, perdí la cuenta. —Abro los ojos perpleja porque dice su edad como si fuera algo normal—. Es divertido cuando no lo ves como un martirio constante. No es fácil ver lo que está pasando allá afuera y no hacer nada. Pero con el tiempo aprendes a controlarte.
—Háblame sobre la prueba de mañana.
—¿Vas a participar?
—No tengo más remedio.
—Tienes que entrar a la caverna del volcán y elegir uno de los caminos. Cada uno tiene varias pruebas a vencer. Debes tener mucho cuidado. Esos túneles a veces se cruzan y puedes luchar en contra de los otros candidatos. Después sigue el área de fuego o centro del volcán. Ahí te encontrarás con el puente sin tablillas. La prueba final es la del espejo. Esa la diseñé yo y mola mucho. Al final verás la corona. Una vez que la toques, saldrás de allí al igual que el resto de los candidatos que estén en ese lugar.
—No parece tan difícil. Creí que solo uno saldría vivo.
—No me gusta ver tanta muerte, y conociendo a Cáliz, sé que tampoco le agradaba esa idea. Me costó un año juntar todas las bestias para meterlas en esa caverna. No fue nada fácil.
—Espera ahí. Detén el tren o se descarrila. ¿Dijiste… bestias?
—Claro. Te encontrarás desde escorpiones gigantes, ratones ciegos y varias especies muy peligrosas.
—¿Por qué eligen un general cada año?
—Desde hace un siglo, Kaliza está liderada por un General Máximo y este es el encargado de enseñarle a los ganadores el rol que deben tomar, pero el hombre no acaba de elegir al “sucesor perfecto”. Para él, ninguno da a la talla. Esperemos que este año se acabe de jubilar. Ese viejo pelea mucho y sus protestas ensordecen mis oídos todas las mañanas cuando estoy por aquí.
—¿Tan malo es?
—Es un viejo avinagrado que ha estado recorriendo los pasillos de este lugar durante más de dos milenios, ¿tú qué crees?
—¿Tengo algún contrincante fuerte?
—Es el favorito de todos y teniente del ejército de Kaliza. Nunca se ha presentado y se decidió a última hora.
—Ya puedes bajar, querida. El vestido estará listo en dos horas —interviene la señora recogiendo la cinta.
—¿Nada más?
—Me ofendes, muchacha —añade ella y muestra una hilera de dientes perfectos al sonreír—. ¿Tienes algún color en específico?
—Negro y dorado —le comento luego de pensarlo. La costurera asiente y sale de la habitación—. ¿Cómo sabe el diseño que me gustaría?
—Tiene una especie de don para saber lo que te quedaría bien. Sus gustos son excepcionales. Déjalo en sus manos. ¿Quieres entrenar un poco?
—Me haría bien mover los músculos un poco.
Mientras conversamos algunos temas banales, salimos del palacio hacia uno de los costados completamente cercado.
Está lleno de soldados jóvenes y musculosos cubiertos de sudor entrenando arduamente con lanzas, espadas, escudos y otros artilugios de combate que no reconozco. Al fondo, hay un hombre canoso dando órdenes a diestra y siniestra. Este debe ser el General a jubilarse del que Eliza me habló.
—¿Quién es mi contrincante? —pregunto y me golpean el hombro—. ¡Oye! Pide disculpa al menos, idiota.
—Sal del medio si no quieres que choquen contigo —dice sin detener sus pasos. Su voz es idéntica a la de Javier pero niego con la cabeza. Esa es una idea absurda, ¿verdad?
—Eres un bruto, ¿sabías? —espeto furiosa al ver su poca cortesía.
—Y tu una chica prepotente —rebate sin más y sigue su camino. Se acerca a los chicos y estos le saludan chocando el puño.
—Ese, querida Allison, es tu contrincante: Kane Brown —explica la enana pelirroja.
—Ugh, hasta su apellido se escucha altanero. Sin ánimos de ofender al cantante Chris Brown.
—¡Hola, muchachos! —grita Eliza ondeando la mano y todos la saludan de forma cordial—. Vamos. Quiero presentarte al viejo cascarrabias.
Con las miradas puestas en nosotras, atravesamos aquel campo lleno de testosterona con el mentón en alto.
—John, esta es Allison McKenzie.
—Lo sé, Eliza —murmura el señor en tono aburrido—. Todos hablan de su llegada.
Su voz es grave, como esas de locutor de radio que logran endulzarte el oído sin conocerle. Su pelo gris con finas líneas blancas le hace parecer un hombre interesante. Sin embargo, su nariz aguileña y los rasgos marcados en su rostro con un mentón apretado, refleja su ego e imponencia, como si todo el tiempo estuviera dando órdenes y nadie hace lo que quiere o como quiere.
—Eliza me ha hablado de usted —hablo cordialmente y él enarca una ceja.
—Kane, ven aquí —reclama con voz fuerte, y al escuchar el nombre del aludido, pongo los ojos en blanco—. Enséñale a esta niña a luchar de verdad.
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Editado: 09.02.2023