El Quinto Elemento (elements I)

Capítulo 42 “Batalla ganada, inicio de guerra”

Al día siguiente

Los sollozos de los padres son tan fuertes que llegan a mi habitación en la última planta. Todo este desastre causado por una estudiante con ansias de poder y un amor obsesivo. No le importó las vidas a sacrificar en el camino para obtener algo imposible. El vacío en mi ser es inefable.

¿Cómo decirles esa noticia a sus padres? Ninguno está preparado para ver a su hijo en un ataúd. ¿Eso es lo que sentirán mis padres y Ellie cuando yo no esté? ¿Me culparán los padres de ahí abajo por no haber salvado a sus hijos? Sé que eso no estaba en mi poder, pero no dejo de pensar que algunos tendrán ideas como esas en la cabeza y que yo podría haber hecho algo más.

—¿Estás lista? —pregunta Brenda y niego con lentitud—. Todo va a estar bien.

—No sé si pueda hacerlo, Brenda. Al menos no sin … —Un nudo se forma en mi garganta y las lágrimas comienzan a acumularse en los ojos, de solo recordar esa noche tan dolorosa.

Ella me atrae hacia ella pasando un brazo por mis hombros y acaricia mi brazo.

—Tenemos que ser fuertes, compañera. Los chicos te apoyamos —dice, uniendo su cabeza con la mía y sonrío amargamente.

—Gracias.

Salimos de la habitación y en el pasillo nos esperan Tommy, Lilith y Javier. Este último se acerca y me dio un abrazo de oso como hacía a principios de este curso.

—¿Estás bien? —pregunta Lilith cuando Javier se apartó y toma una de mis manos entre las suyas.

—Lo mejor que puedo. —Tomo una bocanada de aire—. ¿Están todos abajo? —Asienten al unísono.

—Estamos contigo. Lo sabes, ¿no? –añade Tommy—. Siempre te apoyaremos.

Con paso lento bajamos las escaleras. En el patio están reunidos un grupo de padres molestos. La algarabía es intensa y me detengo al escuchar sus sollozos y reclamaciones.

—Por favor —suplica la directora Smith alzando la voz—, es necesario que se calmen.

—¿Cómo pueden pedirnos calma? —espeta una madre furiosa con ojos enrojecidos—. Mi hija murió gracias a las locas ideas de una adolescente. La seguridad de este colegio no es la misma.

—Si no hay comunicación, este tema nunca será resuelto —explica la directora Carlisle con cara de cansancio. El solsticio de invierno dejó a todos los profesores muy débiles.

—No hay necesidad de comunicación, Rebeca. La estudiante tiene que ser enjuiciada —opina un padre y mi pecho se aprieta. Las discusiones comienzan nuevamente—. Esto fue demasiado lejos.

—Es una adolescente, por Dios. ¿Se están escuchando? —intervino un hombre de voz grave y traje de marca caro—. Si no es por ella, nuestros hijos no hubieran llegado a finales de año.

—Señor Gray —protesta—, sea la razón que sea, algunos murieron anoche y otros estuvieron en peligro de muerte.

—Discúlpeme, señor Kirov, pero ¿no crees que mis dos hijos estuvieron aquí anoche? Ellos decidieron quedarse por voluntad propia. —No sé si sentirme orgullosa por la defensa del padre de Cameron o querer desaparecerme del planeta y vivir en Marte.

—¡Eso es mentira! —intervino una mujer—. A mi hija la obligaron a quedarse.

—Un momento, madre —interviene Talia y los ojos de todos los padres se posaron en la alta pelirroja—. Eso no es cierto. —Los ojos negros de la señora Sprouse taladran a su hija ante semejante represalia en público.

—Ilumínanos, jovencita —dice un hombre recostado a la columna, de piel trigueña y ojos café.

«¿Dónde lo he visto?», pienso intentado hacer memoria.

—Señorita McKenzie —habló la directora de nuestro colegio y doy un pequeño respingo en mi lugar—, acérquese, por favor.

Todas las miradas, algunas incrédulas, otras de curiosidad, se posan en mí. Una persona me abraza y sentí tranquilidad por su cercanía y apoyo.

—Perdón por llegar tarde, pequeña —murmura mi chico en mi oído—. Amelia quería asegurarse que el último examen de sangre fuera negativo.

Deja escapar una sonrisa, me gira hacia él y sus labios impactan en los míos con un beso casto. Al separarme, miro a mis amigos y todos asienten. Creer que existía la posibilidad de perderlo esa noche, terminó por romperme esa noche. Ni siquiera quiero recordar lo ocurrido en la capilla.

Cuando finalmente vencimos a Jessie, por la puerta de la capilla entraron los profesores del colegio aún agotados por el proceso. Deben habernos escuchado por el intercomunicador. Austin estaba a la cabeza y se detienen en la puerta. En ese momento pensé que sería demasiado tarde.

Ayúdame, Rebeca —le ruego a la directora—. Él no puede morir, por favor.

No aguanto más. El dolor es insoportable. Los sollozos retumbaban en mi pecho y Javier sigue aferrado a mí.

Oh, no —susurra Camille y Brad le abraza. Rebeca, Karen y Amelia se acercan. Los ojos de la tercera me miran alarmados.

¿Qué ocurrió aquí? —pregunta Clarissa—. ¿Esa es la tumba de Raquel?

Ha estado todo este tiempo en nuestras narices —susurra Jackob, y hace un gesto de dolor cuando ve el ambiente lúgubre. Mis amigos se apartan para darles espacio a las directoras y a Amelia.

—¿Dónde está la gema? —pregunta la directora Karen Smith.

La destruyó —responde Tommy y mis sollozos golpean mi pecho dejándome sin aliento.

Cameron aún sigue llorando en los brazos de Talia y Lilith tampoco logra controlar sus lágrimas.

Por favor —ruego con el alma en la mano—, ayúdenme.

Amelia y la directora Carlisle se miran y asienten como si se hubieran leído el pensamiento.

Necesitamos que todos salgan de aquí —ordena la enfermera.

Brenda intenta protestar, pero Clarissa la interrumpe sacándola casi a la fuerza de la lúgubre y desolada estancia. En la capilla nos quedamos la directora Carlisle, Amelia, Karen y yo junto al cuerpo de Chris. Javier no se separó de mí por más que le insistieron.

No tenemos tiempo —susurra Rebeca—. ¿Lista, Amelia?



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En el texto hay: aventura, amor, magia

Editado: 04.10.2024

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