«Se interrumpe y sonríe. Luego hace un ruido raro un cruce entre tos y carraspeo que le he oído otras veces, siempre tiene que armarse de valor para saltar desde las rocas a las refrescantes aguas del río.
—Todo esto lo digo por algo —prosigue—. Hay veinte personas en la sala de espera ahora mismo. Algunas están emparentadas contigo. Otras no. Pero ten por seguro que somos tu familia.
Se inclina y su pelo me roza la cara. Besa mi frente.
—Aún tienes familia —susurra. » (1)
Cerré el libro y lo coloqué encima de mi regazo, con el dorso de mi mano limpié las lágrimas que caían por mis mejillas y gimoteé. Era tan triste esa parte del libro, y siempre lloraba con ella, los sentimientos, el dolor, la angustia y la desesperación eran palpables en cada oración, y como silenciosamente, le suplicaban a la protagonista quedarse.
—¿Estás llorando? —cuestionó Ann, inclinando su cabeza y mirándome con el ceño fruncido.
—No, estoy sudando por los ojos.
—Siempre lees ese libro —lo señaló e ignoró mi sarcasmo—. Y siempre terminas llorando, ¿no te cansas de leer algo que ya has leído?
—Nop —proseguí—. Cada vez que leo el libro es como si fuera la primera vez que lo hago. La forma en la que narra el autor y como transmite miles de sentimientos. —Tomé el libro y pasé mis manos por la portada—, eso vale la pena y no importa cuántas veces lo lea; sigue siendo como si fuera la primera vez.
—¿Cuántas veces lo has leído?
Unas mil veces.
—Cinco o diez veces. —Alcé mis hombros para restarle importancia.
Bufó.
—Es tu libro favorito, siempre que puedes lo relees. —Rodó los ojos—. Así que no me digas que solo lo has leído unas cinco o diez veces, porque lo has leído más de treinta veces. —Alzó una de sus cejas y se cruzó de brazos—. ¿O me equivoco?
Si deseabas conocer a una persona que quería tener la razón en todo, Anne era la persona indicada. Era experta en tener la última palabra, aunque a veces le ganaba y esos momentos casi no se miraban. Además, era muy cabeza dura para admitir que estaba equivocada.
—Deberías leerlo. —Sonreí entusiasmada—. Y cuando digo que deberías de leerlo es porque tienes que leerlo.
Miró el libro entre mis manos como si se tratará de un acertijo, cuando la campana sonó ambas nos levantamos y encaminamos hacia el instituto, parecía estar pensando muy bien su respuesta, lo cual me hacía reír entre dientes.
—No —dijo por fin, meneando la cabeza hacia los lados—. Me voy a aburrir cuando lo esté comenzando. Así que mejor no.
Bufé.
—No juzgues un libro por su portada Ann —le extendí el libro y ella lo tomó—. Además, mira que la portada es hermosa y el contenido. —Moví las cejas y sonreí amplió—. El contenido te va a encantar.
Acarició con sus dedos la portada y volteó a verme con los ojos entrecerrados para añadir:
—Espero que valga la pena invertir mí tiempo en él. —Chasqueó la lengua—. O te mataré.
Solté una carcajada.
—Te va a gustar, ya verás. —Sonreí de lado—. Te va a gustar tanto que se convertirá en tu libro favorito.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó, ladeando la cabeza hacia un lado.
—Solo lo sé —me encogí de hombros—. Es más, te lo regalo.
—No puedes hacer eso. —Colocó cara de espanto—. Es tu libro favorito.
—Y ahora también será el tuyo.
Le pedí el libro y me acerqué a una pared, saqué un bolígrafo y en la primera hoja en blanco escribí:
Decido quedarme a tu lado por el resto de mi vida, decido apoyarte y sostenerte cada día, no importa la distancia, las circunstancias o por lo que estemos pasando. Siempre estaré aquí.
Con amor, L.D
Cerré el libro y se lo entregué, sus ojos detonaban felicidad. Tomó el libro y lo aferró a su pecho sonriendo de oreja a oreja.
—Gracias —susurró.
—No hay nada que agradecer —dije y entrelacé nuestros brazos para comenzar a caminar.
Miré en la lejanía a Derek con Ethan. Ambos iban hablando, aunque Ethan negaba con la cabeza por lo que él primero decía. Durante los últimos días habíamos estado cada quien, por su lado, y no entendía porque decía que Arthur era una mala persona, había estado hablando con él y era interesante. Él era como un libro nuevo, y yo quería saber su contenido, desde lo más bonito hasta lo más horrible. Por ello, había aceptado cuando me invitó a salir.
Pero, como todo ser humano también iba con cuidado, se sentía como si estuviera en un campo lleno de minas, un mal movimiento y provocaría una explosión.
—¿Estás bien? —inquirió Anne, mientras movía su mano enfrente de mi rostro.
—Eh…sí —le saqué el dedo pulgar—. Todo bien.
Arrugó la nariz y miró hacía el frente, seguí su mirada y estaba mirando a Derek, cuando volteé a verla ella ya estaba mirándome con reproche.